Capítulo 14

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¿Qué diablos hago aquí? Se preguntó molesto, mientras, que como un pequeño niño enojado, pataleaba las mantas arremolinadas a sus pies en la cama.

Idiota, idiota, idiota SeokJin. Se volvió a reprochar.

Se dijo que volver a la casa de Park Jimin había sido una de las ideas más estúpidas que pudo cometer, y sin embargo, ahí estaba, revolcándose en su miserable actuar.

Había hecho, exactamente lo que dijo que no haría. Como todo un cobarde que no podía afrontar sus propios demonios. No obstante, también era casi masoquista, por regresar al lugar que trajo de vuelta todas esas pesadilla y traumas que juró haber guardado muy dentro de sí.

No sabía qué era lo que lo había impulsado a tomar aquella decisión; probablemente, lo deprimido que se encontraba en ese momento, que no pensó con claridad; o quizás, el darse cuenta que por primera vez, tenía un lugar a donde volver, independiente de sí le agradaba o no. Porque casi quiso dejarse ayudar, por primera vez intentaba confiar en alguien que no fuera él, aunque aún no quisiera aceptarlo.

El peliplata había sido demasiado amable cuando él se presentó todo empapado de piezas a cabeza, lo hizo pasar, sin preguntar nada por los hematomas que cubrían su rostro.

Sus ropas mojadas habían sido reemplazadas varias horas atrás, y el frío, había abandonado su cuerpo. Finalmente, sin ninguna explicación, SeokJin simplemente subió a la habitación que ya sentía suya.

Por fin, cansado de pensar demasiado las cosas, se se levantó, dispuesto a enfrentar a Jimin, ya que hombre le había dicho antes de que subiera, que tenía que hablar con él sobre algo importante.

SeokJin no se sorprendería si el mayor terminaba por echarlo, porque quizás ya se había cansado de él. De cualquier manera, no lo juzgaría por la decisión, porque parecía que era exactamente aquella señal la que él necesitaba para hacerse cargo de su propia mierda, justo como venía haciéndolo desde mucho tiempo atrás.

Alejando todo pensamiento se puso de pie, antes de salir de la habitación para apresurarse a bajar las escaleras; pequeñas muecas de dolor enmarcando su golpeado rostro por el esfuerzo que conllevaba la acción. 

Cuando finalmente llegó, encontró al peliplata sentado en el amplio comedor, frente a él, una taza humeante de café, su ceño fruncido como si estuviera intentando concentrarse en algo.

El escucharlo entrar, hizo que levantara la mirada hacia él, procediendo a dar un asentimiento en su dirección, antes de decir. —Siéntate, necesito hablar contigo de algo importante...

Se sentía casi nostálgico de solo imaginar lo que podría pasar, aunque no tenía derecho de hacerlo, porque SeokJin no pertenecía a ningún lugar; nunca llamó suyo algo, y si lo había hecho, ya no lo recordaba. Se dijo, que en realidad, nunca había tendió algo bueno en su vida. Park Jimin no sería lo primero.

Su cabeza, hecha un lío de pensamiento, y su cuerpo cansado y adolorido, lo tenían sin ganas para pelear o discutir. Aun si Jimin decidía echarlo, lo aceptaría sin más. De cualquier forma, estaba en su derecho, porque era su casa.

Por eso, evitándose un sermón que sabía no deseaba escuchar, simplemente dijo. —No tienes que decir nada, yo me iré por mi cuenta. —Y sin más explicaciones, simplemente se dio la vuelta para salir del lugar.

Sin embargo, fue detenido de su cometido cuando el mayor rápidamente se puso de pie, antes de tomarlo por el brazo. —Por Dios, niño, no saques conclusiones por tu cuenta, al menos espera a oír lo que tengo que decir.

SeokJin sintió una extraña corriente recorrer su cuerpo, mirando con recelo el toque en su brazo; calor recorriendo su cuerpo en un extraño sentimiento que lo hizo alejarse rápidamente del agarre. Finalmente, suspirando frustrado antes de sentarse donde el peliplata le había indicado y bajar la mirada.

—Entonces, ¿qué es? —Dijo SeokJin, su voz baja y neutra.

—Bien, en primer lugar, estoy consciente de que no se nada ti, ni tú de mi; que primero deberíamos de conocer más sobre nosotros, sin embargo, ya nos tomaremos el tiempo para hacerlo. Lo que intento decir es, te puedo ayudar, SeokJin. Aún eres joven, no puedes seguir viviendo de la manera que lo haces; si lo deseas, puedes vivir aquí de manera permanente. No volverías a las calles nunca más, tendrás una vida normal, una casa a donde volver, estudios... Solo es cuestión de que tú quieras cambiar tu situación, yo te estoy brindando la oportunidad de hacerlo, como un amigo, un tutor, o como sea que quieras llamarme... —Terminó, mirándolo con decisión.

SeokJin escuchó con atención las palabras del mayor, sin dejar de lado su semblante receloso.

¿Era así de fácil? Por supuesto que no, las cosas no podían ser tan sencillas. Como había dicho el peliplata, él no lo conocía casi de nada, si, en los pocos meses que había estado rondando a su alrededor, se había dado cuenta de algunas cosas, pero solo eso, no sabía más allá. El mismo caso aplicaba a Jimin, porque SeokJin nunca dejó saber nada sobre su persona, tan cerrado y desconfiado como lo era.  Entonces, no podía simplemente ir y confiar en aquellas palabras esperanzadoras.

Había aprendido a lo largo de sus cortos dieciséis años, que no se podía confiar en nada ni nadie, ni siquiera en los más cercanos a ti; su propia madre lo había abandonado, y ese hecho ya decía mucho de sí.

Aquel que juro protegerlo toda su vida, su hermano mayor, quien fue todo su mundo, aquel que le dio el único cariño que conoció y que había cuidado de él; al final, también lo había dejado atrás, pues se marchó, sin importarle haberlo dejado con el monstruo de su padre y que sólo le hizo la vida un infierno.

Así que su lógica era, ¿por qué alguien que no sabía sobre él, quería ayudarlo? Casi como si le importara. Cosas como aquellas no podían ser reales, y por supuesto, nunca podrían sucederle a él. 

Estaba acostumbrado a la soledad y a la vida dura; quería decirle al mayor que no, que se desistía de su propuesta, sin embargo, ¿por qué parecía que le costaba desprenderse de aquella extraña e inusual compañía? Porque si, había sido inusual la forma en que Park Jimin había llegado hasta él, y SeokJin sabía, sólo era cuestión de tiempo antes de que el hombre se diera cuenta del error que cometía al dejarlo entrar.

Las palabras estaba estancadas en su garganta, porque todavía sopesaba las posibilidades. Confiar, o no hacerlo, una infinita constante para SeokJin.

Finalmente, cerró los ojos con fuerza antes de responder, y esperando, que en un futuro no pudiera arrepentirse por la decisión. —Yo...

Undisciplined [MinJin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora