Estudiando

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Capítulo: 54

Odio, los exámenes. Los odio, los odio ¡los odio! Argh!!!!!!...... Bueno, me dejo de dramas y os dejo con el capítulo. 

El sol calienta nuestra piel, y el viento mueve nuestro pelo. Se escucha el sonido de la brisa moviendo las hojas de los árboles. Me siento relajada en este momento, con dos de las personas a las que más aprecio le tengo: Miranda y mi madre. Ambas, tumbadas sobre el césped al lado de la tumba de mi madre, hablábamos de todo y de nada en concreto. Con una bolsa de chucherías entre las dos, de la que picoteábamos de vez en cuando. Con los brazos cruzados tras mi cabeza utilizándolos de almohada contemplaba el cielo. Pero su cabeza estaba en otro sitio. Aun no podía creer que hubiera hecho una estupidez tan grande, como la de besar a Nathan. En ese momento mi cerebro había decidido tomarse unas vacaciones, porque eso no es algo que hiciera, siendo totalmente consciente. Es posible que el deseo de fastidiar a Ian por su absurdo intento de darme celos me cegara.

Aunque, hay que reconocer, que la mirada de odio que pudo Jennifer, no tuvo precio. Se la veía que quería arrancarme los intestinos y tejerse una bufanda con ellos. Ian en cambio, se quedó en shock. No se esperaba eso por mi parte, y a decir verdad, yo tampoco me lo esperaba. Creo que soy más retorcida de lo que pensaba.

—Oye, ¿cómo es? —pregunta de pronto Miranda.

—¿Cómo es, qué?

—Cómo es besar a Nathan.

Una suave risa sale de mis labios. Sabía que Miranda quería hablar sobre el beso conmigo, y por eso había insistido tanto en acompañarme a visitar a mi madre, junto con una gran bolsa de chucherías. Tiento con la mano en la bolsa y agarro una cualquiera, un sabor algo picante me invade la boca; me ha tocado una guindilla.

—No lo sé. La verdad, simplemente ha sido un beso.

—¿Simplemente, un beso? Tía, reconozcámoslo, no ha sido “simplemente un beso”. No sólo has besado a Ian Berckley, un famoso estrella del rock mega sexy y súper sensual, sino que también has podido besar al gran capitán de fútbol Nathan Jones. Linnea, ahora mismo, todas las chicas del instituto quieren ser tú. ¡Dios! Hasta yo quiero ser tú.

—Créeme, no quieres ser yo. Mi vida es un asco.

—¡Ja! Eso no te lo crees ni tú. Seguro que en secreto sueñas con morrearte con Ian —dice al tiempo que hace el sonido de un beso con los labios.

—Cállate. Preferiría no tener que hablar de esto delante de ella —digo señalando la tumba de mi madre con la cabeza—. Me da vergüenza.

Miranda se ríe suavemente, incorporándose ligeramente para mirar a mi madre—. Señora Cambell, su hija es toda una seductora, ha conseguido lo que nadie hasta ahora ha podido lograr; besar a dos chicos de en sueño en menos de un mes.

—¡Pero cállate! —La empujo hasta hacerla caer en el césped—. No le digas eso a mi madre. Ha saber qué pensará. Al final acabará creyendo que soy una cualquiera.

—¿Y no es así? —pregunta riéndose de mí.

Abro la boca de forma exagerada, queriendo parecer ofendida antes de decir—: No puedo creer que hayas dicho eso. ¡Y pensar que eras mi amiga! —La empujo con ligereza, no queriendo en verdad hacerle daño. Ambas reímos de forma estridente, llamando la atención de algunas personas que se encontraban allí. ¿He mencionado que cada vez que venimos las dos a visitar a mi madre, la gente nos mira de forma extraña? Así es. Parece ser que no es muy normal encontrarse a unas adolescentes tumbadas entre las lápidas, riendo y comiendo galguerías.

Un toque de rockUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum