¿Un trato justo?

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Capítulo: 3

“No puede ser”.

“Tiene que ser coña”.

El chico nuevo que nos había mencionado Seth era él… Ian Berckley.  De todos los institutos, de todos los condados, de toda California… iba él, y se matriculaba en este. Esto era una pesadilla. Un mes. ¡UN MES! Había pasado desde que Miranda y yo fuimos al concierto, y durante ese tiempo no pude dejar de pensar en él. Daba igual cuanto intentara olvidar su cara cuando me miró en el concierto, sus ojos verdes, que se sentían como si pudieran descubrir toda la oscuridad que guardaba bajo llave y que nunca iba a abrir. Un mes intentando olvidar su expresión de sorpresa cuando descubrió que la chica que le contestó con el comentario del nombre fui yo. Un mes intentando olvidar como le brillaban los ojos, cuando me pregunto si me había gustado el concierto, y como ese brillo se esfumaba con mi respuesta.

Y ahora que por fin sentía que le estaba olvidado… va y se presenta en mi instituto. ¡Para matricularse! “Y, por cierto… ¿Por qué se quiere matricular al instituto?”. No penséis mal, mi comentario no va dirigido con la intención de que por el hecho de que sea famoso no pueda estudiar, ni mucho menos, sino por su edad, “¿Cuántos años tendrá, 20, 21…? ¿Qué persona se matricula con 21 años?”, y aunque su deseo por aprender fuera muy grande, “¿Por qué matricularse ahora? ¿Por qué no esperar al año que viene?”. Total, qué más le daría esperar un año más.

Eran estas y otras tantas preguntas las que rondaban por mi cabeza, pero no le iba a preguntar, no me interesaba, bueno, puede que a una pequeña parte de mi sí le interesase. Pero no lo iba a admitir y no iba a preguntarle, mi orgullo no me dejaba.

Vuelvo a la realidad cuando el Señor S carraspea, haciendo que tanto Ian como yo, nos fijáramos en él.

—Srta. Cambell, le presento a Ian Berckley. Es el cantante del grupo Crossing of Blood. Seguramente usted ya ha oído hablar.

Ian me mira, con una pequeña sonrisa arrogante tirando de sus labios. Unos labios no muy carnosos, y seguramente muy besables… “¡Contrólate Linnea!”

—Sí —digo una vez que consigo reaccionar—. He oído hablar de ellos —veo como me mira con esos ojos chispeantes, seguramente, recordando nuestro primer encuentro. “Si se cree que me va a impresionar… va listo”—. Pero no soy fan de su música, me parece un montón de ruido sin sentido —decía mientras me cruzaba de brazos y miraba al techo como si nada.

Pero puedo ver un atisbo de decepción y desilusión en sus ojos. No hace falta deciros, que se le borra esa sonrisa de la cara.

—¡Srta. Cambell! —dice el Señor S. alzando la voz para llamarme la atención.

—¿Si? —pregunto mientras sonrío dulcemente.

—Le he llamado aquí con la intención de que usted le mostrara el recinto al Sr. Berckley.

“¿Qué?”

“¿QUÉEEEE?”

—No —digo tan rápido, que temo que no lleguen a entenderme.

Enserio, no podía estar pensando en enseñar el instituto a Ian.

1º. Había gente más adecuada que yo para encargarme de él.

2º. Y más importante: No quería.

—Linnea, piénselo solo por un momento… —va diciéndome el Señor S.

Había cambiado el “Srta. Cambell” por el “Linnea”. Eso por lo general no era muy buena señal.

—He dicho que no —le suelto interrumpiéndole—. No pienso hacer de canguro de nadie —digo señalándole con el pulgar

Un toque de rockWhere stories live. Discover now