Gelatina para almorzar

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Capítulo: 15

Llega la profesora, por lo que sin dejar de mirar a Jennifer nos sentamos en nuestros respectivos lugares. Siento la furia y la adrenalina del momento correr por mis venas. Era una sensación explosiva.  Pelearme con Jennifer ya era algo tan normal, que la furia del momento solía pasar con rapidez —exceptuando algunas ocasiones—.

A mitad de la clase, veo como algo blanco se colaba dentro de mi mochila. Voy a mirar, para ver se trata de un trozo de papel bien doblado. Lo abro y leo su contenido.

Parece ser que tienes unos pequeños problemas a la hora de controlar la ira.

Lo normal sería que respondiera de forma osca, para dejar de hablar con él. Pero acababa de disculparme con él, no quería tener que volver a hacerlo tan pronto. Por lo que apreté los puños, y le conteste.

Sólo cuando se meten conmigo; o cuando se trata de Jennifer. –Le paso la nota y espero a su reacción.

Puedo escuchar cómo se reía, lo que provoca la aparición de una pequeña sonrisa en mis labios. “¿Por qué estoy sonriendo?”. Lo único que quería era ser amable, ya que teníamos que hacer un trabajo juntos. Y el llevarnos mal, no ayudaría a ninguno.

Recibo otra nota.

No te cae muy bien Jennifer, ¿verdad?

—¿Enserio? ¿Cómo has llegado a esa conclusión, Sherlock? –Escribo con ironía.

—Gracias a mis grandes capacidades deductivas. —De que leo la nota, hago lo posible para reprimir una risa, y así evitar llamar la atención de toda la clase.

Ah, yo que pensaba que era por el hecho de que cada vez que Jennifer me habla acabamos queriéndonos matar.

—Jeje, también puede que sea por eso. Pero hablando enserio, ¿por qué reaccionas de esa manera?

No contesto. ¿Por qué reaccionaba como lo hacía? No lo sabía. Pero tampoco me importaba.

Ni lo sé, ni me importa.

—No puedes ir por la vida así.

—¿Por qué no?

—Porque podrías acabar teniendo grabes problemas.

—¿Por qué? ¿Por meterme con Jennifer? No es culpa mía, que sea tan zorra.

—¡Esa boca! A ver si te la voy a tener que lavar con jabón.

Al leer esto, recuerdo cómo mi madre me decía eso mismo siempre que decía alguna palabra desagradable. No sé cuánto tiempo me quedé recordando a mi madre. No es hasta que Miranda llega y me llama la atención, que vuelvo a la realidad.

—¡Linnea! —me grita Miranda para llamar mi atención.

—¿Sí? —digo mientras guardo las notas escritas por Ian. Lo último que quiero, es a Miranda sacando conclusiones precipitadas.

—Te estaba preguntando, si querías acompañarme hasta mi taquilla antes de ir a la cafetería.

—Claro, vamos.

Acabo de recoger, me cuelgo la mochila y salimos de la clase.

—¿En qué pensabas? –me pregunta de camino a la taquilla.

—En nada.

—No me mientas. Estabas demasiado concentrada con tus pensamientos, como para saber que estaba delante de ti.

Un toque de rockWhere stories live. Discover now