Con la puerta en las narices

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Capítulo: 39

Acabo de sufrir un arrebato de los míos. Cuando intentaba ser amable conmigo, pidiendo disculpas por la muerte de mi madre y por haber sacado el tema, voy yo, y estallo en su cara. Y creo, que lo he asustado un poco.

Me centro de nuevo en el cojín, siguiendo las líneas del bordado con el dedo. Siento su mirada sobre mí. Pero no tengo el valor de mirarlo a la cara. Me siento culpable por haberle hablado de forma tan fría y, -en cierto modo-, cruel.

-Eres muy valiente, Linnea -dice de pronto. Lo que provoca que lo mire sorprendida-. Eres una persona que no tiene miedo a decir lo que piensa o siente. Me gusta eso de ti.

Mi corazón se deshiela un poco al escuchar su respuesta. No digo nada, intentando asimilar las palabras que acaba de decirme.

"Le gusta que sea sincera. ¿Qué más cosas le gustarán de mí?". Me moría por preguntarle. Pero no creo que fuera muy buena idea. No quiero aumentarle el ego, haciéndole creer que tengo interés en él. Ya lo tiene bastante alto. Aunque en verdad, sí esté un poco interesada en él. Sólo un poco.

Después de darle tantas vueltas a la cabeza hasta acabar más confundida que antes, Ian decide decir algo para estropear el momento.

-Aunque podría mejorar tú forma de decir las cosas. Ya sabes. No ser tan mal hablada.

Abro la boca, muy sorprendida por lo que acaba de decir. Pero esto no iba a quedarse así. Agarrando el cojín, me abalanzo sobre él, comenzado a golpearlo con el.

-Eres. Un. Gran. Imbécil -digo entre golpe y golpe.

Él decide contraatacar. Agarrando el cojín, lo lanza, aterrizando en alguna parte del salón. Me agarra de ambas muñecas y me mira a los ojos.

-Deberías de dejar esa actitud tan agria, y sonreír un poco más. Así. -Ahora es él quien se abalanza sobre mí. Pero en vez de golpearme con un cojín, comienza a hacerme cosquillas en las costillas.

-¡No! ¡Para! -grito. Pero no me hace caso.

Chillo. Me retuerzo. Intento agarrarle las manos para que se detenga. Pero da igual lo que haga, no consigo que se detenga. Le chillo una y otra vez pidiéndole que pare. Pero no entiende nada de lo que le digo, por culpa de mis carcajadas.

Al final hace caso a mis suplicas y se detiene.

Coloca sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, obligándome a tumbarme en el sofá, con el sobre mí. Yo, con las manos sobre sus antebrazos, por miedo a que decida volver a torturarme con las cosquillas. Me encuentro jadeando y con una estúpida sonrisa en mi cara.

Su olor me envuelve, haciendo que pierda todo sentido de la realidad. Huele a ropa limpia, a colonia y a él. Su olor, una mezcla de bosque y agua salada.

Centro mi mirada en él; viendo sus preciosos ojos verdosos. Sus cejad rubias, queriendo pasar mis dedos por ellas hasta el piercing. Sus labios, tan suaves, que me han besado de tantas formas distintas en tan poco tiempo... Veo que él se fija en mis labios, al igual que yo me fijo en los suyos. Levanta la mano lentamente, acercándola a mi mejilla. Pasa sus dedos suavemente por ella, para luego pasar su pulgar por mis labios, mandando descargas por todo mi sistema nervioso. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo, haciéndome estremecer.

Él se percata por lo que comienza a descender, acercando su cara a la mía; sus labios a los míos. Su respiración mezclándose con la mía. Roza suavemente sus labios con los míos antes de unirlos en un profundo beso.

Ese beso es suave, delicado. Pero no por ello sin emoción.

Mueve los labios suavemente, mientras coloca su mano en mi mentón y después es mi cuello, afianzando su agarre sobre mí; para poder sentir mi piel. Pero yo también quiero sentirlo. Alzo la mano hasta su mejilla, pasando los dedos por esta. Su piel se siente suave y fresca. Se nota que se afeita muy a menudo. Me gustaría saber... cómo se sentiría acariciar su piel, con los primeros indicios de su barba al crecer. Quizás podría proponérselo algún día...

Un toque de rockWhere stories live. Discover now