Casco rosa

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Capítulo: 24

Abro mis ojos de golpe, y me incorporo abruptamente. Pongo mi mano sobre el pecho, sintiendo las fuertes pulsaciones de mi corazón. Poco a poco, mis jadeos disminuían, hasta que mi respiración se normalizó. Paso mi mano por mi pelo, apartando algunos mechones de pelo que se encontraban en mi cara.

“Dios… ¿qué ha sido eso? ¿Acabo de soñar…, con Ian?”

En serio, ¿por qué sueño con él? Algo tiene que estar mal en mi cabeza.

Miro el reloj de mi muñeca, y veo que marca pasadas las cuatro y cuarto. Siendo demasiado temprano, como para ir a casa de Miranda, decido ir a visitar a mi madre. Me levanto de la cama y agarro mi móvil para guardarlo en el bolsillo trasero. Antes de bajar por las escaleras, decido pasar al baño para mirar cómo se encontraba mi pelo, después de haber dormido. Me miro al espejo, y veo que no está tan mal como me esperaba. Pero aun así, decido hacerme una coleta. No tardo mucho en hacerme una coleta y en bajar por las escaleras.

Agarro las llaves de encima de la mesa del recibidor, y cuando me dispongo a salir, mi padre me dice desde el salón:

-Linnea, ¿vas a algún lado?

-Voy a salir un momento. He quedado ahora después con Miranda. No volveré muy tarde. –Y  sin dejarle reprochar, salgo de la casa, para montarme en la moto y marcharme.

De camino al cementerio, decido tomar un pequeño, girando a la derecha en el cruce. Aparco un momento la moto un momento en la acera. Me quito el casco y lo sujeto con la mano, mientras en el asiento de la moto busco una pequeña cartera que suelo tener en la moto guardada, por si me surge comprar algo, como es en este caso.  Una vez con la cartera en la mano, cierro el asiento de la moto y me encamino a una pequeña floristería que se encuentra en la esquina de esa misma calle.

Diez minutos después, salgo con un pequeño ramo de geranios rojos y blancos en la mano, mientras que en la otra sostengo todavía el casco. Al llegar a la moto, guardo con cuidado las flores en el asiento, procurando que no se estropeen. Vuelvo a ponerme el casco y sigo mi rumbo inicial.

Llego al cementerio y aparco al lado de una farola. Me bajo de la moto y me dispongo a poner una  cadena de seguridad para motos de color negro, que suelo tener guardada dentro del asiento. Con cuidado de no estropear el ramo, saco la cadena y engancho la rueda a la farola. Una vez segura de que se encuentra bien puesta la cadena, saco con cuidado el ramo de geranios, para luego poner el casco en su lugar.

Camino automáticamente en dirección a la tumba de mi madre. Ya he venido tantas veces a visitarla, que sería capaz de recorrer el camino hasta su tumba con los ojos cerrados. No tardé mucho en llegar. Me quede unos minutos delante de su tumba, sintiendo como el viento azotaba contra mi cara, algunos mechones rebeldes que se habían escapado de mi coleta. Me agaché y sustituí las flores que había sobre el granito de la tumba por las que acababa de traer. Dejando a un lado las mustias flores que había quitado, me recosté en el césped, al lado de mi madre y cerré los ojos.

El sol daba directamente a mi cuerpo, haciendo que mi cuerpo acabara entrando en un calor reconfortante. Solo se escuchaba el sonido del viento, moviendo las hojas de los arboles.  El resto del mundo estaba en paz. En algún momento de aquella tranquilidad que estaba disfrutando con gran gozo, me quedé dormida. 

De pronto, el sonido de mi móvil me despertó. Busqué el móvil en mis vaqueros y contesté sin mirar quien era.

-¿Diga? –pregunté con la voz adormilada.

-Linnea, soy Miranda. ¿Cuándo planeas venir a contarme todo lo ocurrido en el día de hoy? Porque si no lo sabes, ya va siendo hora.

-¿Cómo? –pregunto muy confundida. Separo el móvil de mi oreja para mirar la hora, y veo que parca las 06:37 pm. “Dios. ¿Tanto tiempo me he quedado dormida?”-. Perdona Miranda, es que no me he dado cuenta de la hora. Ahora mismo voy a tu casa.

Un toque de rockKde žijí příběhy. Začni objevovat