¡Guerra de comida!

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Capítulo: 59

Han pasado varios días desde que Ian y yo fuimos a cena, desde que me pidió —ordenó— ser su novia. Y las cosas entre nosotros se han...

Enfriado.

No ha vuelto a buscarme por los pasillos del instituto, ni me ha vuelto a pasar notitas durante las clases. Ni mensajes, ni llamadas, como si no nos conociéramos.

Ha pasado todas las horas de la comida con el equipo de futbol y, como consecuencia, con las animadoras, animadoras como Jennifer. Me mira por los pasillos y no se para a hablar conmigo y cuando nos miramos, el contacto es mínimo. No sé cómo sentirme al respecto. Aunque eso era lo que había querido desde el principio, ¿no? Que desistiera en sus intentos por hacer que cayera a sus pies como cualquier otra fan. Pero de ahí a hacer como si no existiera... hace que me den ganas de engancharlo de los pelos y zarandearlo. Esta bipolaridad suya es una auténtica mierda; y ya tenía bastante con lidiar con la bipolaridad de Seth. Pasa de estar feliz, con la típica sonrisa brillante de anuncio de dentista, a estar enfadado con todo y con todos como si fuera un viejo ermitaño. Y ni se te ocurra preguntarle qué le pasa, que te ataca como un perro rabioso.

Estoy preocupada por él. Sea lo que sea que le está pasando, no es normal. Quiero ayudarlo, pero no sé cómo.

Al seguir con mis cavilaciones, no me percato de que hay alguien detrás de mi hasta que no pone sus manos por mi cuello, lo que hace que no pueda reprimir el respingo que doy. Me giro violentamente, libros en mano dispuesta a golpear a quien me ha asustado, cuando me encuentro con una cabellera rubia y una hermosa sonrisa.

—Me voy a cagar en ti Miranda. —Ella ríe mientras yo intento normalizar los latidos de mi corazón poniendo la mano sobre el pecho (como si eso realmente sirviera para algo).

—He estado a punto de golpearte con mi cuaderno. La próxima vez puede que acabes con el cuaderno clavado en la cabeza.

Miranda abre los ojos con sorpresa ante la ferocidad de mis palabras, pero no se asusta como lo haría cualquier otra persona. Está demasiado acostumbrada a mis arranques de ira y paranoia.

—¿Quién se ha atrevido a meterse con Linnea Cambell, sabiendo que firmaría su sentencia de muerte?

—¿Quieres la lista?

—¿Tienes una lista?

—Siempre hay una lista.

Cierro la taquilla y me concentro en ella, que mantiene una sonrisa en el rostro. Se está riendo de mí a mi costa y aun sabiendo eso, me da igual.

—¿Sabes algo de Seth? —pregunto desviando la atención sobre mí.

Su sonrisa se desvanece siendo sustituida por una expresión neutral. Ambas somos conscientes de los cambios de humor. Hemos intentado varias veces hablar con él; tanto juntas como por separado. Y nada. Nada de nada.

Ambas nos sentimos impotentes ante la situación y frustradas ante el hecho de no poder hacer nada. ¡Argh! Estúpido Seth. Estúpida población masculina con el ego demasiado grande como para poder sincerarse con la gente y estúpida terquería adolescente.

—Lo mismo que tú, nada. A parte de sus constantes cambios de humor no sé nada más. Estoy planteándome la teoría de que padece de un trastorno bipolar.

—Vaya. La futura Dra. Roberts hace su aparición de nuevo. —Miranda espera entrar en una buena universidad para estudiar psiquiatría. Yo siempre me burlo de ella diciendo que puede utilizarme como conejillo de indias cuando tenga que hacer algún proyecto—. Y bien doctora, ¿has pensado en alguna solución?

Un toque de rockWhere stories live. Discover now