Visita inesperada

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Capítulo: 2

Un mes después...

—¡Odio mi vida! —dice Miranda, mientras saca los libros de su taquilla.

—¿Y eso? ¿A qué se debe? —le digo mientras me apoyo en la taquilla contigua, cruzándome de brazos. 

—Pues que mi padre me ha confiscado una de mis tarjetas de crédito, por sacar un cinco raspado en el examen de Química.

Adoraba a Miranda, pero a veces, su lado materialista y superficial salía a la superficie. Y eso era algo que no nos gustaba a ninguna de las dos. Cuando ella ya tiene todos sus libros, cierra la taquilla de un portazo y comenzamos a andar a nuestra siguiente clase. 

—Mmmm... Miranda, ¿tú te estás oyendo? —ella me mira con una expresión de: "no entiendo que quieres decir". Suelto un bufido y digo—: ¿Me estás diciendo, que estás enfadada con tus padres porque te han quitado una de tus tarjetas de crédito? —ella simplemente asiente—. Estoy de acuerdo con lo de ese cinco en el examen, es muy poca nota. Pero enfadarte, porque te quiten una tarjeta de crédito... ¡Eso no tiene ni pies ni cabeza! Y por cierto... ¿Cuántas tarjetas de crédito tienes? —suelto esto último riendo, porque sólo el hecho de escucharlo, me parecía absurdo.

—Valeee, he de reconocer que he exagerado un poco, con el asunto de la tarjeta. Pero es que mis padres me han amenazado con que si no mejoro, me castigarán con no poder salir contigo.

Ahora todo tenía sentido. Su padre no quiere que Miranda se junte conmigo; opina que soy una mala influencia para su hija. Al contrario que su madre, a la que le caigo bien y tiene muy buena opinión de mí. Su padre siempre busca una excusa para poder prohibirle juntarse conmigo.

—Eso ya tiene más sentido. Si quieres yo te puedo dar clases. 

—¿Hablas en serio?

—Sí. Química es una de las pocas asignaturas en las que mis notas no dan pena. —Ella y yo reímos—. Por lo que si quieres, te explico aquellas cosas que no entiendas.

—¡SÍ! —decía entusiasmada mientras saltaba para abrazarme—. Gracias, gracias, ¡gracias!

Una vez en la clase, nos sentamos y continuamos como el resto de días. Para la hora de comer, nos fuimos juntas al comedor y nos sentamos en la misma mesa de siempre con nuestro amigo Seth. 

—Hola Seth —le saludo Miranda.

Yo por el contrario... no fui tan simpática.

—Qué pasa panoli —le digo mientras empujaba su cabeza en dirección a la mesa, para poder estampársela contra esta.

—Yo también te quiero, cacho mierda —me decía mientras empujaba mi cara con su mano, intentando de esta forma, evitar que me sentara a su lado. No lo consiguió.

—¿Siempre tenéis que estar insultándoos de estas maneras? –nos pregunta Miranda, mientras desenvuelve su sándwich vegetal

—Ya sabes que la respuesta es sí —le suelto yo,  mientras le robo patatas a Seth.

—¿Qué pasa? ¿Es que tú no tienes almuerzo o qué? –me suelta Seth, cruzándose de brazos sobre la mesa.

Mechones de su pelo negro, cubrían sus ojos grises; y una camiseta negra marcaba sus músculos. Él y yo nos conocíamos de toda la vida. Nuestros padres se conocen, y él, al igual que yo, compartimos los mis mismos gustos por la ropa y la música.

—Por supuesto que tengo almuerzo —dije mientras sacaba una bolsa en la que en su interior, había una gran magdalena con virutas de chocolate.

—Y entonces, ¿por qué me quitas parte de mi almuerzo?

Un toque de rockWhere stories live. Discover now