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Akashi Seijuro (2/3)

"Los únicos que están autorizados para mirarme a los ojos mientras hablo son los que me sirven. Nadie que se opone a mi tiene permitido mirarme desde arriba. Conozca su lugar." (Akashi Seijuro)

Erika estaba sentada en su escritorio escribiendo unas cartas para Akashi, ya había pasado dos semanas desde que ella decidió renunciar, pero la situación no había resultado como ella quería y mucho menos que tomara un rumbo tan precipitado. Y aquel tiempo solo sirvió para que entre ellos sucedieran situaciones embarazosas y extrañas. Sin mencionar que Erika se dió cuenta de que los estándares que tenía para buscar un hombre para formar pareja eran demasiado altos y que sólo conocía a un hombre que llenara aquella forma a la perfección.

Ya nada era igual, ambos habían cruzado esa delgada línea que separaba sus vidas profesionales de sus asuntos personales. Y para empeorar las cosas Akashi convenció a Erika de que se quedará un tiempo más en la empresa hasta que consiguiera una nueva secretaria, que ella tendría que entrenar para que Akashi se sintiera a gusto.

Erika se sentía impotente, las palabras de Akashi aún daban vueltas en su cabeza, pensó en lo deseperado que parecía en el momento que las dijo. Se aferraba a ella como si fuera el último pedazo de oro del planeta cuando habían a su alrededor miles de joyas y diamantes, en sus nueve años trabajando en aquella oficina jamás presenció a su jefe perder la compostura de tal manera. Pero lo que más le molestaba saber era que Akashi no era ese tipo de persona que se daba por vencido y se deprimía cuando algo le salia mal, él era de los que si proponen algo hacen lo que haga falta para conseguirlo.

Así que estaba más que segura que Akashi haría lo imposible para mantenerla a su lado, solo el hecho de pensar en la propuesta de su jefe le dió escalofrios. pero era por que jamás miró a Akashi como algo más que su jefe.

Erika admitía que él era apuesto y que era el hombre que toda mujer deseaba, sabía que había muchas mujeres detrás de él y que ellas harían lo que fuera para llamar la atención del pelirrojo. De hecho su padre, Akashi Masaomi, trató de comprometerlo en varias ocasiones con mujeres de su mismo estatus social, pero su hijo terminaba por rechazarlas y eliminaba la posibilidad de formar una familia. Su pobre padre había terminado por no importarle con quién se casará su hijo mientras le diera nietos y formará una familia.

Dentro de la oficina se rumoreaba que Akashi tenía gustos diferentes, ya que muchas veces lo habían visto compartiendo con otros hombres, pero nadie lograba confirmar aquello. La clave para saberlo era Erika, quien maneja su agenda y sabía todo lo que él hacía y a donde iba. Pero aunque intentaran sacarle algo de información, Erika era fiel a sus principios como secretaria, la discrección y la confianza era lo que ella realmente apreciaba y jamás diría algo que pusiera a su jefe en problemas.

Terminó de redactar las cartas que Akashi le había encomendado y las imprimió para llevárselas para que él las revisara y firmara, pero la detuvo un visitante inesperado. Un hombre alto, bien conservado a pesar de los años, su cabello rojo peinado hacia atrás le daba un aura dominante; vestía una camisa manhattan color beige con un estampado sutíl en un tono más oscuro, un pantalón azul marino de tela y unos mocacines del mismo color de su camisa sin medias.

-Buenas tardes Kojima-san. ¿Te importa si te acompaño? - preguntó el hombre.

-Buenas tardes Akashi-dono -hizo una reverencia al saludarlo -. Por favor, sígame y le anunciaré a Akashi-sama que vino a verlo.

-Gracias -dijo el Akashi mayor. "Tan confiable", pensó al verla caminar delante de él y tratarlo con el máximo respeto.

Caminaron unos metros hasta llegar a la puerta de la oficina del pelirojo, Erika llamó a la puerta y una voz le dijo que podían pasar desde dentro. Ella abrió la puerta y vió a su jefe sentado en su silla revisando su computadora. Estaba tan concentrado que no notó la presencia de su padre hasta que el mayor lo tomó de los hombros.