Capitulo 6 parte II

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-¡Sabrina!

-¡Tú! –Grité ignorando las voces de Felicity y Johana mientras me acercaba a los dos hombres frente a mi. –¡¿Cómo puedes ser tan mentiroso?! ¡Me dijiste que la empresa era de un amigo!

-Sabrina, cálmate. –Comentó Raymond poniendo una mano en mi hombro para intentar tranquilizarme. –Hazme caso, Sabrina. Dawson y tú podréis discutir esto en su despacho. Ven, por aquí. –Me guió hacia un despacho seguidos por Dawson que seguía manteniendo el silencio desde que había llegado. –Bueno, os dejo aquí y mantén la calma, Sabrina. Le harás daño al bebé...

-¡Vas a hablarme ¿o qué?!

-Debería hacerle caso a Raymond, señorita Hamilton.

-¡Vaya! ¡Ahora incluso sabes mi nombre cuando yo el tuyo lo conocí hace un rato!

-Mi vida es irrelevante para usted.

-¡¿Pero la mía si la es para ti?!

-Ahora eres mi empleada.

-¡Sin haberlo sabido! –Grité cruzandome de brazos. –Me engañaste...

-Eso no es verdad, señorita Hamilton. Lo único que hice fue omitirle algo que no debía saber. Le dije que tenía un amigo que la necesitaba y así hizo Raymond, si está en esta empresa, es porque a él le pareció que estaba cualificada para estarlo, de lo contrario, no estaría sentada frente a mi ahora mismo. Además, usted tampoco me habló sobre su embarazo.

-¡Porque no es tu asunto!

-Entonces tampoco era el suyo saber a lo que me dedicaba.
–Me dí por vencida resoplando para caminar hacia la puerta.
–¿Quién le ha dicho que pueda retirarse? –Fruncí el ceño. ¿Cómo se me había ocurrido hablarle así a mi jefe? ¡¿En qué estás pensando, Sabrina?!

-Bien, dejemos algo claro aquí, señor Carson. –Volví a girarme para mirarlo. –Nunca debí hablarte así al igual que no debería seguir tratándote de tú, pero he de admitir que no me gustó nada que no me dijeras la verdad. Así que te propongo borrón y cuenta nueva por el bien de tu empresa.

-De acuerdo. –Dijo abrochandose la chaqueta de traje al ponerse de pie.

-Muy bien, hasta luego, señor Carson. –Dicho ésto, salí del despacho caminando hacia el ascensor mientras que Johana se ponía de pie para recibirme.

-¡Sabrina! ¿Qué fue lo que pasó?

-Nada, Johana. Solo fue un malentendido.

-¡Pero eso no parecía...

-¡Johana! –Se quejó Eve mirándola mal. –Sea lo que fuese que pasara, no nos incumbe a nosotras.

-Gracias. –Respondí antes de que las puertas del ascensor se abrieran y enseguida me pusiera rumbo a mi planta.

Vaya espectáculo que acabo de montar yo sola...

•••

Después de haber sido interrogada cuidadosamente por Felicity, me puse a trabajar hasta que mi jornada de trabajo había finalizado.

La señora Winston me había invitado a cenar por haberla ayudado el día de su accidente, y a pesar de que me había negado diciéndole que no hacía falta, había terminado convenciéndome.

-Todo está muy bueno, Sheila.

-¡Gracias, hija!

-Gracias a ti por invitarme.
–Dije sonriendole para recoger mi plato ya vacío.

-Pero no te molestes, hija, ya recojo yo...

-Oye, que aún puedo moverme por mí misma, Charles. –El marido de la señora Winston se encogió de hombros mientras que ella reía.

Sheila y Charles Winston solo habían tenido un hijo. El matrimonio con más de treinta años de casados habían tenido a Charlie unos años después de la boda y se habían dedicado a él en cuerpo y alma. Tanto, que todos los ahorros que tenían durante años se lo gastaron en una universidad de Inglaterra donde Charlie se graduó con honores sin decepcionar a sus padres, lo que los señores Winston no vieron venir, fue que su hijo se enamorara de una chica inglesa y decidiera cambiarse de continente para formar su propia familia.

-¿Y cómo te va en el trabajo, Sabri? ¿Ya hiciste amigas?

-Que no está en el colegio, cariño...

-¿Y qué? ¡En el trabajo también se hacen amigos! –Reí ante ésta escena.

-Pues hay algunas chicas... Sobre todo mi compañera de mesa.

-¡¿Ves, Char?! ¡Incluso tiene compañera de mesa! –Volví a reír mientras que el señor Winston rodaba los ojos.

Eran como una pareja de adolescentes, ¡me encantaban!

-Hay que saber sobrellevarlas, pero son buenas personas.

-Eso espero, nadie se mete con mi inquilina favorita. –Le sonreí agradecida a Sheila antes de que los tres pasáramos al salón para sentarnos en el sillón. –¿Dónde piensas pasar las Navidades este año? ¡Ya quiero que sea diciembre!

-Pues aún no lo he decidido, pero estoy segura de que mis padres querrán que cene en casa con ellos. Desde que saben sobre el bebé, están más pegajosos que nunca, sobre todo mi padre George.

-Es normal, todos los abuelos queremos estar presentes en la vida de sus nietos. –Suspiré ante el comentario de Charles mientras que su esposa lo miraba mal.

-Charles, ya hemos hablado de esto. Sabrina...

-Tranquila, señora Winston.
–Le sonreí al levantarme para que se tranquilizara. –Pero creo que será mejor que vuelva a casa ya, estoy cansada...

-Te acompaño, querida. –Asentí despidiendome de Charles para dirigirme a la salida seguida por Sheila. –Descansa bien, y no dudes en venir a avisarnos si te encuentras mal.

-Lo haré, gracias y gracias por invitarme también.

-No tienes que darlas, hija. Buenas noches.

-Buenas noches. –Respondí caminando hacia la puerta de enfrente para despedirla antes de entrar a mi casa.

Los señores Winston también sabían sobre mi condición, Sheila me había apoyado en todo momento y entendido, mientras que su marido... El señor Charles no entendía como podía ser capaz de entregarle mi bebé a, según él, un extraño sin ni siquiera recapacitar antes las cosas. Pero bueno, quién tenía que estar de acuerdo y contenta con la decisión era yo y solo yo.

Lazos De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora