Prólogo

4.6K 233 3
                                    

-¿Por qué no vas a descansar un rato, Sabri? Ya has hecho demasiado por mi...

-No te preocupes, señora Winston.

-De verdad, insisto. Mi marido estará a punto de llegar.

-Entonces esperaré a que él vuelva.

-Vé entonces a por algo de comer. Tampoco lo has hecho desde que llegamos.

-Mmm... A eso si que no voy a decirte que no. –Murmuré escuchando mis tripas sonar de pronto.

-¡Anda, niña! Vé rápido a alimentar ese monstruo que llevas dentro. –Asentí medio avergonzada para coger el dinero antes de salir hacia la sala donde se encontraban las máquinas expendedoras.

La señora Winston se había convertido en casi una madre para mi después de haberla conocido y haberme tratado mucho más que como a una simple inquilina del piso de enfrente. Por eso, cuando escuché sus gritos desde el salón de mi casa, no dudé ni un segundo en ir a ayudarla y llamar a una ambulancia.

Metí las monedas en la máquina frente a mi para apretar el número diecisiete con la intención de que en el cajón cayera una bolsita de bolitas de chocolate, pero eso nunca sucedió.

-¿En serio? ¿Pero qué te pasa, estúpida máquina? Mira que hoy no he tenido un buen día... –Dije en voz alta como si de verdad la máquina se tratara de una persona.

Mirando hacia los lados por si alguien me estaba observando, comencé a golpearla para ver si la bolsita caía.

-¡Estúpida máquina!

-No lo tome con la máquina, señorita.

-¡Ah! –Grité saltando en mi sitio al oír la voz de un hombre a mis espaldas. –Por Dios...

-Siento asustarla. –No me atreví a girar la cabeza para mirarlo al sentir tanta vergüenza. Pero que ridículo más grande acabo de hacer, Dios mío...Déjeme ayudarla.

Sin esperar mi aprobación, escuché sus pasos acercarse haciendo que me retirara para dejarle paso.

El distinguido hombre cuya cara aún no había visto, echó algunas monedas para apretar algunos de los números y pronto la máquina hizo su función.

-Aquí tiene. –Mantuve la boca cerrada solo para no parecer más estúpida de lo que ya era. ¿Pero éste hombre de donde había salido? Y no lo decía solamente porque me había asustado, sino por lo hermoso que era.

Alto, de cabello y ojos color café, barba de unos días y extremadamente carismático. Desprendía de él una seguridad infinita sobre si mismo y aunque pudiera equivocarme, me arriesgaría a decir que también era algo creído por el distinguido y caro traje de negocios que llevaba.

-¿Se encuentra bien? –Preguntó después de carraspear para llamar mi atención.

-S-si...

-Perfecto. Supongo que querrá lo que es suyo. –Fruncí el ceño sin quitarle la mirada de encima haciéndolo sonreír.

-¿Qué?

-Su... Bolsita. –Terminó diciendo extendiéndome la bolsa haciendo que mis mejillas se sonrojaran a más no poder.

Gra-gracias! –Cogí enseguida la bolsa con las bolitas de chocolate para ir a sentarme al sillón que había a un lado con la esperanza de que se fuera para que mis mejillas descansaran.

-¿Puedo ser indiscreto? –Casi me atraganto con la primera bolita que aún tragaba. ¿Pero que hacía aquí todavía?

Sin saber porqué, se acercó para mirar el sillón frunciendo el ceño como si estuviera analizando cuantas bacterias habían en él.

-¿Qué?

-¿Por qué tanta agresividad con la máquina?

-Mmm... Tuve un día horroroso en el que ni siquiera me cogieron en la entrevista de trabajo que hice por la mañana, y cuando llego a mi casa me encuentro con que mi casera tuvo un accidente doméstico. Así que supongo que la pagué con la máquina sin querer...

-No lo comparto, pero es respetable. –Asentí echándome otra bolita a la boca para morderla provocando que los crujidos se escucharan en toda la sala vacía. Mierda, ¿por qué eres tan torpe, Sabrina?

-¿Quiéres?Sí, lo único que se me ocurría decir después de quedarme en vergüenza era eso.

-No, gracias. –Dijo aún desde las alturas poniéndome nerviosa.

-¿Vas a quedarte ahí todo el rato?

-¿Perdón?

-Sí, puedes sentarte aquí, pero aún así sigues estando de pie y mirando este sillón como si fuera la cosa más espeluznante del mundo.

-Mmm... En pocas palabras... Lo es. –Lo miré alzando una ceja. Pero que finolis salió el niño.

-No lo comparto, pero es respetable... –Murmuré repitiendo lo mismo que él me había dicho haciéndolo sonreír. Nunca antes en mi vida había visto una sonrisa tan hermosa.

-¿Sabes? Puede que tenga un amigo que quiera tenerte en su equipo.

-¿Qué?

-Tendrás que hacer una entrevista, por supuesto, pero estoy seguro de que ese puesto te vendría bien.

-¿Me estás ofreciendo trabajo? ¿A mi? ¿Una desconocida de la que ni siquiera sabes el nombre?

-También te compré esa bolsita de lo que sea que estás comiendo y sigues siendo una desconocida. –Miré el paquete de mis manos para volver a mirarlo.

-No es lo mismo...

-Aquí tienes el número de la empresa por si te interesa. –Del bolsillo interior de su chaqueta, sacó una tarjeta extendiéndola en mi dirección. ¿Por qué iba por ahí con tarjetas de la empresa de su amigo?

-Eeh... ¿Gracias? –Pregunté cogiendo la tarjeta para admirar el nombre. C&C Enterprise.

-Dámelas una vez que estés dentro. Por cierto, pregunta por Raymond Castle. –Dicho esto, se dió la vuelta dejándome con la palabra en la boca y sin ni siquiera haberse despedido.

¿Alguien podría decirme que acaba de suceder?


Lazos De SangreWhere stories live. Discover now