Capítulo 50

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Maddison


Ethan no llegó a dormir, y mis hermanos fueron a buscarlo.

Yo lloré toda la madrugada, y gran parte de la mañana siguiente. Parecía ahogarme en mis propias lágrimas, fue horrible esa sensación.

Desde que me encerré en mi habitación, los golpes en la puerta no dejaron de cesar. Taylor y mamá insistían en hablar conmigo, en saber qué había pasado,... pero yo no tenía ánimos de nada.

Tenía la esperanza de pasar una buena Navidad, pero eso no sucedió.

—Maddison, abre la puerta. Por favor. —insiste mamá.

Me acurruco en la cama y me cubro con la manta hasta la altura de mi cabeza.

—Me preocupas, hija... Sólo un momento.—la escucho murmurar.

Nadie entiende que necesito estar sola. Quiero estar en mi zona. Quiero tranquilidad en mi mente. No quiero pensar, ni hablar.

Reviso la hora en mi móvil y suspiro al ver que ya es mediodía. En ese momento, recibo un mensaje de Matt:

Estamos con Ethan, volvemos para casa en este momento. Pero no te tengo buenas noticias...

Ignoro su mensaje, y siento ganas de llorar pero las lágrimas no salen de mis ojos. Es como si no tuviese más por derramar.

Un nuevo mensaje de mi hermano llega:

Ethan se va de la casa.

Apago mi teléfono móvil y lo dejo a un lado. Tomo asiento en la cama y me quedo mirando un punto fijo en la pared frente a mí.

Me duele el pecho de pensar en su partida, pero quizás sea lo mejor para ambos.

Hay mucho dolor en el medio, y continuar viviendo bajo el mismo techo no creo que sea lo más conveniente. Sería una tortura verlo todos los días.

¿Es normal que me duela en el alma saber que él se irá?

***

Ya son las 6 de la tarde, y he decidido bajar por algo de comer. Sinceramente no tengo intención de cruzarme con alguien allá abajo, pero morir de hambre no está dentro de mis posibilidades.

Bajo las escaleras con total lentitud y silencio, no quiero que alguien me vea y comience a hacerme preguntas.

Una vez en la sala, inspecciono la zona y no hay rastros de algún individuo. Avanzo hasta la cocina y decido servirme un vaso de agua.
Tomo asiento un un taburete y corto un trozo de pastel que se encontraba sobre la mesada.

Antes de que pueda llevarme un trozo a la boca, la figura de mi madre aparece en el marco de la puerta y me observa en silencio.

Yo no digo nada y como en silencio, sintiendo su mirada en cada uno de mis movimientos.

—No hablaré respecto al tema porque sé que no lo deseas. —comenta en voz baja.

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