Cuarenta y dos.

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Abrió los ojos cuando el viento azotó la ventana de tal forma que por un momento creyó que se había roto

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Abrió los ojos cuando el viento azotó la ventana de tal forma que por un momento creyó que se había roto. Al comprobar que todo seguía en su lugar, miró a Bellamy, quien apenas se había movido ante el ruido. Sonrió.

Recordó las últimas palabras antes de quedarse dormido. Su mente se ocupó de repetirlas como un disco rayado y, cada vez, su corazón latía más y más fuerte. Le hubiera gustado despertarlo para decirle que se sentía de la misma manera, que no sabía por qué no lo había dicho. Tal vez oírlo a Bellamy confesarlo, la hizo sentir más segura respecto a sus sentimientos.

Suspiró. Ahora no importaba. No lo despertaría porque sabía lo importante que sería descansar para el tramo que les quedaba hasta Nueva York. Lo mejor que podía hacer ahora, era salir de la habitación y comer.

Se levantó con cuidado, aunque dudaba que despertara ante el sonido de la cama al ponerse de pie. Lo miró con cuidado. Bellamy suspiró y volteó hacia el otro lado, enfrentando la ventana. Su cuerpo destilaba tanta paz que Pax hubiera hecho cualquier cosa porque el mundo los dejara en aquella habitación unas horas más.

Acomodó su ropa. El viento frío calaba las riendas de la ventana. Salió, cerrando la puerta con cuidado.

Caminó por el pasillo silencioso excepto por la lluvia que resonaba en toda la casa. Pasó junto a las escaleras hasta la sala de estar donde tomó una lata de la mochila y se sentó en el sofá blanco mirando hacia los ventanales.

El cielo estaba tan negro que parecía que alguien hubiera apagado la luz del sol manualmente. La lluvia arrastrándose por el vidrio le hacía aún más imposible la tarea de observar la ruta, la cual había desaparecido por completo como los vehículos. Tomó aire, preguntándose cómo harían para salir de allí. No podía esperar más tiempo. Debían llegar a Nueva York a más tardar cuatro días más. Cruzar Nueva Jersey sería rápido y fácil, pero en caso de que hubiera algún contratiempo, anotó en su mente una fecha más realista.

—¿Ya nos vamos?

Giró la cabeza al oír a Murphy detrás. No lo había escuchado bajar las escaleras y a él pareció no importarle asustarla. Tomó asiento en el sofá que estaba al lado donde estaba ella.

—No —replicó, sacudiendo la cabeza y dejando la lata terminada sobre la mesa del centro—. Somos los únicos despiertos —explicó.

—¿Estás segura que salir con esta tormenta es la mejor idea? —preguntó tras un instante en silencio.

Pax alejó su mirada de la ventana hacia él. Murphy estaba sentado con los brazos estirados sobre el respaldo del sofá y la cabeza ligeramente ladeada con sus ojos en ella, aunque al notar que lo estaba observando, desvió su atención a la tormenta. A pesar de su postura relajada, Pax podía sentir cierto temor.

—No nos encontrarán —afirmó en un susurro, subiendo sus piernas al sofá, acomodándose—. Además, es mejor que sigamos en movimiento que quietos en un lugar —continuó, encogiéndose de hombros. No tenía más para decir, pero sabía que con esto había dado en el clavo. Murphy la miró nuevamente.

—No tengo miedo a que me encuentren —repuso en una voz que flaqueó hacia el final. Carraspeó como si quisiera disimular y volvió a observar la ventana.

Pax dudó un instante antes de continuar.

—Todos tenemos miedos, Murphy —repuso sin elevar su tono de voz. Él no la miró—. Lo único que podemos hacer es seguir adelante a pesar de ellos —añadió. Aunque Murphy seguía con sus ojos puestos en el ventanal, Pax sabía que estaba escuchándola con atención por su cabeza ladeada de forma disimulada hacia ella—. Ni los soldados ni el planeta se pondrán en pausa por nosotros —agregó.

Si Murphy estaba dispuesto a contestar, nunca tuvo la oportunidad. Una puerta se cerró a distancia y Pax giró la cabeza para ver a Bellamy pasando junto a la escalera. Cuando la vio, sonrió y sintió sus mejillas arder.

—¿Todo bien? —preguntó Bellamy cuando llegó hasta donde estaban. Tomó una lata de una de las mochilas.

—Sí —replicó Pax, sorprendida al ver que Bellamy tomaba asiento junto a Murphy y le tendía una lata de más.

—Estás pálido —comentó cuando Murphy frunció el ceño tan extrañado como ella—. Debes comer si piensas manejar —añadió. Murphy miró a Pax un instante buscando una explicación, pero cuando recibió un encogimiento de hombros como respuesta, se rehusó y tomó la lata de la mano de Bellamy junto a los cubiertos.

—Gracias —susurró.

Al mismo tiempo, llegaron pasos y murmullos de las escaleras. No fue necesario que volteara para saber que se trataba de Octavia y Harper, quienes mantenían una conversación sobre las fiestas y tradiciones familiares.

—A Bellamy solo le importaba que llegaran las doce para salir con sus amigos —comentó Octavia divertida cuando tuvo una lata en su mano y tomó asiento junto a Pax.

—Es mentira —repuso Bellamy con una sonrisa.

Harper tomó asiento del otro lado de Pax también con una lata que le ofreció a Pax.

—Ya comí —aseguró—. Gracias.

—Me sorprende de ti, Bellamy —comentó Harper, acomodándose en el sillón.

—¡Es mentira! —contraatacó Bellamy, ahogando un risa—. Octavia, di la verdad —añadió con sus ojos en su hermana menor—. Me quedaba contigo hasta que te dormías.

Todos los ojos observaron a Octavia, quien tenía la boca llena de comida y una sonrisa amenazando con cubrir su rostro bronceado.

—Pero igual te ibas —repuso, encogiéndose de hombros—. ¡Y muchas veces me convenciste para que fuera a dormir temprano! —añadió con rapidez y señalando a su hermano con un dedo acusador.

Bellamy volvió a reír.

—Bueno, eso tengo que admitirlo —susurró al tiempo que asentía—. En Año Nuevo mis amigos hacían las mejores fiestas.

Pax sonrió al ver el brillo en el rostro de todos los presentes mientras discutían sobre sus tradiciones durante las fiestas como Navidad y Año Nuevo. Para su asombro, Murphy tenía recuerdos tiernos y entretenidos para contar. Mientras comían, intercambiaron tantas historias que habían perdido la noción del tiempo. Por un instante, estuvieron tan absortos que olvidaron por completo lo que los esperaba del otro lado de la puerta y Pax sintió que aquellas personas sentadas en los sofás era lo mejor que le podía haber pasado en este planeta.

Sin embargo, cuando Harper dejó la lata sobre la mesa y ya no había nada más para contar, cayeron en la cuenta de lo que en verdad tenían que hacer. Pax notó cómo las expresiones de cada uno se oscurecían. Fue la primera en ponerse de pie y todos la siguieron en silencio, colgando sus propias mochilas y encaminándose al coche.

Habían conversado que intercambiarían cada cinco horas entre Bellamy, Pax y Murphy hasta que la lluvia se detuviera y fuera completamente necesario detenerse en una casa.

Pax no supo si fue suerte o una maldición, pero la tormenta no se detuvo en días. Mantuvieron una agenda apretada donde cumplían con los cambios de conductor y solo se detenían en ciertas casas para estirar las piernas, tomar duchas y comida. Una sola vez cruzando Nueva Jersey tuvieron que cambiar de vehículo debido al combustible. Lo hicieron con rapidez y cuidado, trabajaron de forma monótona como si llevaran años haciendo lo mismo.

Los asientos del auto se habían convertido en su nueva cama, y tal vez fue por eso que debió pestañar varias veces cuando se encontraron ingresando a Manhattan.

Vagary I || Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now