Doce.

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Tal y como Bellamy había previsto, gracias a la lluvia las calles estaban desoladas

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Tal y como Bellamy había previsto, gracias a la lluvia las calles estaban desoladas. Si bien fue complicado caminar por algunas zonas debido a la inundación, lograron llegar a la escuela en pocos minutos. Pax debía andar con más cuidado debido a su pierna. No quería que los puntos se salieran y terminar una vez más postrada en una cama.

Se detuvo junto a Bellamy. Estaban en la parte trasera de la escuela, escondidos detrás de unos arbustos entre la maleza. Cubiertos por las copas de los árboles, la lluvia no llegaba a ellos tan intensa. Pax observó el predio desolado y se preguntó cuántos niños habían salido de la escuela, logrando escapar de los soldados, y cuántos fueron secuestrados. Sintió un nudo en el estómago al pensar en su mismo colegio. Pensó en aquellos compañeros con los que ya no hablaba y deseó que todos estuvieran a salvo.

—La puerta trasera está siempre abierta —comentó Bellamy en el silencio. Pax observó el edificio como si esperara que alguien saliera de allí—. Conozco la escuela, así que estaremos bien —añadió.

Giró la cabeza para encontrarse con su mirada. Las últimas palabras no fueron necesarias, pero supuso que lo había dicho para tranquilizarla. Por más extraño que sonara, lo estaba. Después de todo lo que había hecho Bellamy por ella, ¿por qué dudaría de él ahora?

Asintió al notar que Bellamy esperaba una respuesta. La imitó antes de ponerse de pie con la pistola en alto y Pax lo siguió de cerca. Cruzaron el descampado rápido y llegaron a la puerta gris que, como Bellamy había dicho, estaba sin seguro. Ingresaron y se detuvieron.

Ante ellos se cernía una cancha de basketball. Las gradas vacías; varias pelotas arrojadas en el suelo. Pax observó el espacio semejante a una película de terror y sintió un escalofrío de tan solo imaginar a los estudiantes que podrían haber estado jugando un partido cuando debieron abandonarlo por el desastre de los soldados.

—¿Estás bien? —preguntó Bellamy. Pax lo miró. Había olvidado por completo que estaba allí.

—Sí —aseguró ante su mirada intensa.

Bellamy asintió, aceptando la respuesta.

—Vamos —dijo, señalando con la cabeza que lo siguiera hasta cruzar la cancha.

Una vez en las puertas, podía observarse el pasillo desolado a través de las pequeñas ventanas en cada una de ellas. Pax apenas tuvo una vista del pasillo, dado que Bellamy acaparaba toda la ventana y, a decir verdad, no le importaba. Él estaba más entrenado para estas situaciones que ella.

Giró la cabeza hacia la cancha. Una de las pelotas rodaba hacia un costado como si el viento la hubiera empujado. La observó con el ceño fruncido, esperando que una persona se materializara ante sus ojos, pero todo se mantuvo en su lugar. Por un instante, la imagen de un asesino en serie observándola se formó en su mente.

—Sígueme.

Volvió la atención a Bellamy con un respingo. Se había desconectado del mundo otra vez. Sacudió la cabeza. ¿Era posible que los antibióticos que había tomado el día anterior tuvieran efectos secundarios? Claro que no, se dijo a sí misma. Solo estaba nerviosa. Estaba segura que estas eran las secuelas del ataque en la farmacia.

Bellamy abrió la puerta, levantando la pistola y girando sobre sí mismo para asegurarse que el pasillo estuviera vacío de ambos lados. Verlo tan precavido la tranquilizó.

Lo imitó, pegada contra la pared. Mientras Bellamy mantenía la pistola en alto y no dejaba de garantizarse que no hubiera ningún intruso, Pax observó las paredes de la escuela. El blanco de estas estaba ahora gris, cubiertas en varias zonas por hojas. Pudo diferenciar algunos dibujos en ellas que seguramente lo habían hecho los más pequeños. Su corazón se estrujó y se preguntó cómo habían llegado a ese extremo. ¿Qué había pasado con la sociedad para permitir que algo así sucediera? Luego de la última guerra todo había ido de mal en peor, pero dudaba que alguno hubiera imaginado este... Final.

Bellamy se detuvo y Pax recobró el sentido antes de chocarlo. Bellamy no se dio cuenta de lo distraída que estaba.

—Este es su salón —susurró, mirándola.

Sintió un nudo en el estómago cuando notó cómo tensaba su mandíbula y ceñía su entrecejo. Alejó la mirada de ella y bajó la pistola, como si ya no tuviera sentido protegerse para sobrevivir. Pax percibió su nerviosismo por entrar en el salón.

En un intento por reconfortarlo, apoyó la mano en su hombro y esperó a que la mirara. Cuando sus ojos se encontraron, Pax susurró:

—Si no está allí, recorreremos toda la escuela —afirmó.

La observó de hito a hito, como si esperara hallar algún rastro de mentira. Cuando se dio cuenta que Pax estaba siendo sincera, tragó saliva y se removió en su lugar. Bajó la mano, notando la incomodidad de Bellamy, quien asintió antes de girar su cuerpo e ingresar al salón.

Pax estuvo a punto de seguirlo cuando algo en el rabillo del ojo llamó su atención. Volteó, encontrándose con la pared cubierta de dibujos danzando al son del viento que ingresaba por todas partes. Caminó hasta allí en silencio, pero se detuvo en la puerta que estaba junto al panel. A través de la pequeña ventana vio un salón de química, con todos los elementos dispuestos en las mesas altas y grises. Ingresó antes de que pudiera pensarlo dos veces.

Cuando iba al secundario, esta era de sus clases preferidas. No por la materia en sí, sino por lo bien que lo pasaba con sus compañeros. Pax nunca fue de las alumnas más inteligentes en matemáticas o la dotada en educación física, pero podía asegurar que había sido feliz. Observar aquel salón vacío creaba un agujero en su pecho y más aún al caminar entre las mesas, encontrándose con algunos elementos hechos añicos en el suelo.

La puerta detrás de ella se cerró.

—¿Estaba...? —empezó, volteando para encontrarse con un puñetazo que la hizo caer, soltando la pistola. Tapó su nariz con la mano, sintiendo cómo la sangre comenzaba a cubrirla.

—¿Creíste que no te buscaría?

La sangre se le heló en cuanto reconoció la voz. Su mente se puso en blanco excepto por la imagen de la persona que la observaba de pie con un rostro maléfico. Era el mismo hombre de la farmacia.

Pax nunca había presenciado en carne propia lo que era el instinto de supervivencia. Creía que lo sabía por cómo se había manejado estos días, pero cuando el hombre se acercó dispuesto a golpearla y Pax logró arrodillarse lo suficiente para tomar una de las sillas y hacerla volar hasta su rostro, supo que quería vivir más que nada en este mundo.

Se puso de pie, ignorando la sangre que chorreaba como el agua de la lluvia. Intentó apurarse hacia la salida cuando el hombre la tomó del cabello y recibió un golpe cuyo dolor se esparció por todo su cuerpo y, otra vez, se encontró en el suelo junto al ruido de unos vidrios rompiéndose. Gruñó y pestañeó varias veces para notar que el hombre la había empujado contra una mesa donde se hallaban frascos de vidrios. Podía sentir los cortes en su rostro y manos pero no podía hacer nada al respecto. Esperaba que aquel estrépito fuera suficiente para llamar la atención de Bellamy.

Entonces, la figura del hombre se cernió ante ella.

—Ya verás, hija...

Y la figura cayó hacia atrás. Sumida en un confusión absoluta, levantó la cabeza lo suficiente para ver al hombre tirado como una bolsa de basura ante ella y, como si fuera su vida cotidiana, comprendió cuando Bellamy se agachó a su lado que el hombre estaba muerto porque él lo había matado.

—Pax, ¿estás bien? —Oyó a lo lejos.

Quería contestar o al menos mirarlo para que supiera que comprendía las palabras, pero sus manos temblaban y sus ojos no podían alejarse del charco rojizo que nacía del cuerpo inerte del atacante.

—Vamos, ayúdame —pidió Bellamy. Estaba segura que no se dirigía a ella, dado que su tono de voz sonó a uno más fuerte y autoritario.

Después, perdió la conciencia de espacio y tiempo.

Vagary I || Bellamy BlakeOnde histórias criam vida. Descubra agora