Treinta y nueve.

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Pax se detuvo ante el espejo del baño, observando su reflejo que tanto había cambiado desde la última vez

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Pax se detuvo ante el espejo del baño, observando su reflejo que tanto había cambiado desde la última vez. Cayó en la cuenta de por qué su cerebro se empeñaba a ignorar superficies donde pudiera ver su reflejo. La persona ante sus ojos podría haber sido cualquiera menos ella.

Su cabello oscuro estaba más apagado que nunca, desprolijo y arruinado como si hubiera pasado un día entero en el mar. Sus ojos se mantenían del mismo color verde oscuro pero sin ningún brillo especial. Tal vez nunca lo tuvo. Habían aparecido más pecas, sobre todo en la zona de la nariz. También manchas oscuras por el sol y la falta de protector solar. Se preguntó si alguna vez desaparecerían o si debería convivir con eso para siempre. Incluso con la piel bronceada seguían notándose. Por suerte, las heridas habían desaparecido por completo y el único recuerdo que quedaba de alguna lucha era el ligero rengueo por la herida del muslo, la cual había dejado una pequeña marca.

Pestañeó varias veces. Estaba delgada, mucho más delgada de lo que le hubiera gustado admitir; pero no le sorprendía. Todos estaban más delgados excepto por Bellamy, quien parecía ser el único manteniendo una dieta correspondiente.

Suspiró. Incapaz de seguir observando a la desconocida bajo sus narices, se vistió y ató su cabello húmedo en una cola de caballo antes de salir. Se detuvo de inmediato en cuanto vio a Bellamy apoyando contra la pared opuesta. Se irguió al notar que había salido del baño, como si hubiera estado esperándola hacía mucho tiempo.

—No quería asustarte... —susurró. Sus rulos caían húmedos sobre su rostro mojado. Él también estaba más bronceado, ahora que lo notaba, y más pecas marrones bañaban su rostro como estrellas en la noche. La remera negra se pegaba a su cuerpo debido al agua de la ducha que había tomado hacía solo unos minutos—. Quería saber cómo estabas.

Levantó la mirada, avergonzándose al instante por haberlo observado con tanta intensidad. No era el lugar ni el momento. Pero su mente gritaba por una distracción. Cualquier cosa. Desde observar el color de la pared hasta las pecas de Bellamy. Lo que sea, con tal de no pensar en que el Gobierno había elegido que se quedara atrás y ardiera con el planeta Tierra mientras otras personas tenían el privilegio de vivir. Pestañeó, alejando las lágrimas. No se permitiría llorar. No haría ningún bien.

—Bien —replicó, sabiendo que había tardado más de lo que debía—. ¿Tú? —añadió con un carraspeo.

Bellamy sacudió la cabeza, dando unos pasos hacia delante hasta tomar las manos de Pax entre las suyas. Levantó la cabeza; los ojos marrones la observaban de hito a hito como si supiera que estaba mintiéndole y quería buscar la verdad en su rostro.

—No tienes por qué fingir conmigo, Pax —murmuró—. Puedes contarme lo que sea.

—No hay nada para contar —repuso, más brusca de lo que pretendía. Cuando Bellamy frunció el ceño preocupado, Pax le dio un apretón en las manos, haciéndole saber que parte de ella necesitaba de alguien—. No quiero hablar —añadió sincera.

Vagary I || Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now