37. Afuera del colegio

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Te necesito, Temo

Ese era el mensaje que había escrito en la conversación que tenía con él pero que nunca había llegado a enviar y que ya llevaba ahí tres días, los mismos que habían pasado desde la conversación con mis padres.

¿De dónde había sacado la fuerza de voluntad para no mandarlo? No tenía idea. Y tampoco sabía si en realidad lo había hecho por Temo, si la verdadera razón por la cual no había llegado a pedir su ayuda era que quería respetar sus deseos o que en el fondo quería proteger mi orgullo.

La dinámica que tenía con él había empeorado de saludarnos en los pasillos del edificio y sonreírnos en la escuela a ignorarnos por completo; quizás, pensé, por eso nunca notó mis ojeras o mis ojos hinchados de tanto llorar.

En el momento de la conversación con mi padre, sus palabras habían logrado herirme de una manera mucho más profunda de la que esperaba: "Si quiere ser feliz, que no elija hacer esto" me había dicho, y al principio le creí porque no había sufrido tanto en mi vida desde que había comenzado a descubrir quién era, desde que me había enamorado, desde que me había atrevido a decir en voz alta que era gay...

Pero luego me di cuenta de que no era así. Había sufrido, me habían herido y había experimentado el dolor del rechazo, pero sin todo eso no hubiera comenzado a ser valiente, no me hubiera dado cuenta de cómo se sentía estar enamorado y no hubiera empezado a ser honesto conmigo mismo.

Quizás no era feliz en ese momento, pero en el fondo creía firmemente que todo lo que me había ocurrido tenía una razón de ser, y que llegaría a serlo algún día.

En todos esos momentos de introspección me di cuenta de que mientras Temo estuviera con Diego no me quedaría de otra más que intentar superarlo porque él ya me había dejado muy claro que él y yo no íbamos a ocurrir, por más que yo quisiera. Quizás ambos estábamos siendo egoístas, yo poniendo mi felicidad sobre la suya y él al ni siquiera darnos la oportunidad de revivir nuestra amistad, pero entendía que quizás era para lo mejor en lo que descubría cómo deshacerme de lo que sentía por él.

El problema es que no me lo sacaba de la cabeza, me la pasaba pensando en él sin importar lo que hiciera, en sus ojos bonitos enmarcados por las pestañas más largas de la tierra, en el sonido de su risa que siempre lograba contagiarme, en sus latidos acelerados cuando nos abrazábamos, en la suavidad de sus manos y el hecho de que ellas encajaran a la perfección con las mías. Cosas que no todo el mundo podría notar pero que llenaban mi alma de anhelo.

Al no poder hablar con él, la única forma en la que podía expresar lo que sentía era la música. A pesar de que acababa de componer y grabar Amor Valiente, me vi en la necesidad de comenzar a componer una nueva canción, una que tenía Temo escrito por todas partes.

La melodía era diferente a cualquiera de las canciones que hubiera escrito, ya no era música alegre y bailable, sino algo más parecido a una balada. La letra era lo que había llegado primero a mí mente, y aunque tenía miedo del grado de intimidad que conllevaba me dije a mí mismo que para superar lo que sentía por él, primero tenía que sacarlo.

"Pero aunque tengo mil defectos, y jamás seré perfecto, quiero amarte como un loco..." decía la canción, y aunque nadie sabría que se trataba de Temo, yo pensaría en él siempre que la cantara.

Lo único que me quedaba era intentar evitarlo a toda costa, procurar que los sentimientos que había desarrollado por él se desvanecieran con la distancia y pudiéramos volver a ser amigos en un futuro.

Por eso cuando escuché que aún no regresaría a los entrenamientos del equipo de básquetbol porque su brazo necesitaba rehabilitarse sentí una combinación de alivio y decepción, pero me dije a mi mismo que debía tomarlo como algo bueno.

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora