27. El tiempo que se agota

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Los siguientes días pasaron volando. Después de que terminaran de hacerle estudios a Temo y determinar que solo tenía una ligera contusión además de los hematomas provocados por la caída, y el brazo y las costillas rotas, los médicos lo dieron de alta y todos regresamos a Oaxaca.

En la escuela nos dieron permiso para faltar unos días después de lo ocurrido, y dirección había expulsado a Zac y Ben del colegio por la agresión, así que al menos teníamos una preocupación menos.

Temo y yo en realidad no pudimos pasar mucho tiempo juntos porque su familia y Diego estuvieron a su lado en todo momento y no quería alterar la dinámica que estaban formando por más ganas que tuviera de estar cerca de él, así que nos limitamos a saludarnos un par de veces y hablar por mensaje.

Ya era jueves y con todo lo que estaba pasando no habíamos tenido tiempo para conversar de lo del bosque ni anunciar que supuestamente nos habíamos separado, así que no me sorprendí cuando recibí un mensaje de mi amigo en la tarde, pues el tiempo se agotaba.

Aunque sabía que probablemente se debía a que quería terminar con todo de una vez, no pude evitar esbozar una sonrisa estúpidamente enorme cuando vi su nombre aparecer en mi pantalla.

Ariii

Hola Temooo

Qué pasó? Todo bien?

Sísí

Nada más quería ver si en un rato querías subir a la azotea a tocar el piano

Esa debió ser mi primera pista, ¿cómo se suponía que íbamos a tocar si él tenía un brazo enyesado y la costilla lastimada? Pero en ese momento no lo pensé, me cegó la calidez en mi pecho, la cual había comenzado a llamar enamoramiento, al escuchar de él, y acepté sin dudarlo.

Jalooo

Nos vemos arriba a las 8?

Vava, ahí te veo

Yo me pegué el celular al cuerpo inconscientemente mientras sonreía y sentí que me subía la sangre a las mejillas. Me dejé ser feliz por ese momento e imaginé que iba a subir a ver a Temo, mi novio de verdad, y que era una cita de pareja y no una simple conversación de amigos aunque estaba consciente de que aquello estaba completamente fuera de la realidad.

Los minutos pasaron lentamente; yo sentí la necesidad de cambiarme de ropa pues como me había quedado en mi casa todo el día, llevaba un par de pantalones deportivos que tenían una mancha en la rodilla y una playera roída. Intenté peinar mis rizos alborotados pero me di por vencido cuando me di cuenta de que mi única opción iba a ser ponerme gel ya que recordaba que Temo prefería mi cabello despeinado:

"Es que no sé Ari, así te ves más como tú" me había dicho un día saliendo de la escuela, revolviendo mis rizos. "Con el gel pareces un licenciado que se tiene que ir a trabajar para alimentar a sus tres hijos".

Reí suavemente cuando la memoria se coló entre mis pensamientos y luego tomé mi instrumento para subir a la azotea, pues ya solo faltaban unos minutos para las ocho y no pensaba llegar tarde por nada del mundo.

Subí las escaleras de dos en dos y cuando llegué listo para montar el teclado me encontré con que Temo ya me esperaba.

Mi corazón dio un saltito al verlo, pero me obligué a mí mismo a ignorarlo porque era hora de afrontar la realidad, el tiempo de nuestra relación falsa se estaba acabando.

Él estaba parado dándome la espalda, mirando las luces de la ciudad en silencio, así que yo me acerqué con cuidado, procurando no hacer ruido al pisar y cuando estuve suficientemente cerca puse el instrumento bajo uno de mis brazos y con mi mano libre comencé a hacerle cosquillas.

El Plan de la Azotea | AristemoWhere stories live. Discover now