29. Opuestos

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Mi mamá seguía abrazándome, pasando su mano por mi espalda con una expresión de preocupación, esperando a que comenzara a hablar.

-Sí, es por Temo.-dije con la voz rota, reteniendo un sollozo.-Pero... es complicado.

-Ay mi Aris, terminar una relación siempre es difícil.-me contestó ella, poniendo su mejilla sobre mis rizos.-Más viendo lo mucho que se quieren... querían, tu y él. Fueron mejores amigos antes de enamorarse, y sé que sientes que además de perder a tu novio, perdiste a tu amigo, pero dale tiempo, mi amor.

Yo negué con la cabeza. Mis ojos ardían, tenían un nudo en la garganta y una parte de mi me gritaba que le dijera la verdad de una vez mientras que la otra me suplicaba que me quedara callado.

-No tienes que contarme exactamente lo que pasó si no quieres.-siguió ella, acariciando mi brazo.-Pero aquí voy a estar cuando estés listo para hablar.

Yo la apreté más contra mí y cerré los ojos, intentando regularizar mi respiración nerviosa. Me dije a mí mismo que si no lo decía ahí y en ese momento, tendría que cargar con todo por más tiempo, y eso ya no era una opción porque poco a poco el peso de mis problemas comenzaba a aplastarme.

-Era mentira.-confesé, con el ceño fruncido y las lagrimas bajando por mi piel.-Temo y yo no eramos novios.

-¿Qué?-preguntó mi mamá con confusión.-¿Cómo?

-Es que... cuando Temo les dijo a todos que es gay, nuestra familia, o sea mi papá, mi abuela, mi tío Tulio... todos lo empezaron a tratar horrible y no podía dejar que sufriera así, es... era mi mejor amigo.-dije, hablando demasiado rápido, como si tuviera que expulsarlo todo antes de arrepentirme.-Y entonces le propuse que fingiéramos ser novios para que lo aceptaran.

Mi madre se separó poco a poco de mí y me miró con una expresión entre confundida y consternada.

-Ay Ari...-dijo, tomando mi rostro.-¿Cómo crees que se te va a ocurrir algo así?

-Es que Temo me había dicho que me amaba.-respondí, sintiendo una sensación extraña pasar por mi columna al recordar esa noche.-Y yo le dije que no era gay y que no podía estar con él como quería. Fue horrible, mamá. Lo lastimé muchísimo, casi dejamos de ser amigos, y entonces cuando por fin me perdonó yo le prometí que no iba a dejar que nadie lo hiriera otra vez. Pensé que podía ayudarlo.

-A veces te pasas de noble, chamaco.-me reprochó ella con una risita de comparecencia y preocupación al mismo tiempo

-Perdóname, mamá.-dije con lagrimas en los ojos.-Por mi culpa, por intentar ayudar, se separó nuestra familia, se fue mi papá, no podemos pagar lo que necesitamos, yo...

-A ver, no.-me interrumpió ella pasando sus pulgares por mis mejillas húmedas.-Tú no tienes la culpa de nada, ¿oíste? Lo que decidimos hacer tu papá y yo es nuestro asunto, los problemas económicos son míos y los voy a ir resolviendo como pueda.

Yo asentí lentamente con la cabeza. No estaba del todo convencido, sin embargo escuchar que lo dijera ayudó a aligerar la carga que traía sobre mí.

-Pero entonces... ¿no eres gay?-dijo ella de pronto, con una expresión de confusión y un tono como si temiera ser invasiva.

-Creía que no, que cuando hiciera que los demás cambiaran de opinión todo iba a volver a ser como antes pero me pasó algo.-expliqué en un murmullo. Las lagrimas habían parado por un momento, y ya solo quedaba mi respiración profunda.-Me pasó alguien.

Ella me dirigió una sonrisa pequeña que me incitaba a hablar mientras continuaba abrazándome dándome seguridad.

-Al principio intente fingir que no me daba cuenta, o que todo lo que siento solo es porque es mi mejor amigo, pero se volvió demasiado obvio.

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora