8. De su mejilla

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Esa noche me fui a acostar con la sensación de tener un hoyo en el estómago del tamaño del mundo.

Me revolví entre las cobijas hasta ya entrada la madrugada, pues cada vez que cerraba los ojos veía el rostro enfadado de Temo.

Entendía a medias por qué estaba molesto, quizás estaba acercándome demasiado, pero ¿no se suponía que eso hacen los novios de verdad?

Por otro lado, no sabía si él seguía enamorado de mí, y quizás le era difícil estar a mi lado sin que esos sentimientos lo inundaran, pero ¿entonces por qué había aceptado seguir con el plan?

Cuando finalmente me quedé dormido fue entre sueños extraños, pesadillas que no me dejaron descansar.

Al día siguiente me levanté y bajé a desayunar con Juan Pablo, Julieta y David, que no tardaron en comenzar a hacerme preguntas:

-Oye, Ari...-dijo mi primo con la mirada bien puesta en el café.-Y, ¿esas flores que te llevaste ayer?

-¿Cómo?

-¿Eran para tu novio?-preguntó Dave arqueando las cejas.-¿Con él fuiste a cenar?

Yo esbocé media sonrisa sin poder evitarlo, pero antes de poder responder Julieta dijo:

-¡David!

-No pasa nada, prima.-contesté, encogiéndome de hombros.-Sí... eran para mi novio, Temo.

-¿Y le gustaron?-preguntó Juan Pablo, levantando la vista de su taza para mirarme.

-Sí.-dije, intentando ocultar el tono de duda que se había formado en mi garganta. Sabía que le habían gustado las flores, pero no podía dejar de pensar en cómo se había quedado todo.-Creo que sí.

Y la conversación siguió su rumbo a la primera comunión de David el siguiente sábado, a la que me dijeron que Temo y su familia estaban obviamente invitados. Yo sonreí, pero por dentro me pregunté si él iba a querer estar ahí conmigo.

Me fui a la escuela más temprano de lo normal y llegué al salón a sentarme en el lugar que ocupaba siempre. No podía dejar de mirar la puerta con el miedo de que no viniera y no pudiera hablar con él.

Cuando entró la maestra de historia y el asiento junto a mí seguía vacío sentí como mi cuerpo se desinflaba y un peso extraño se asentaba en mi cuerpo.

Temía que no iba a poder concentrarme en clase como aquellos días después de la conversación en la banca del parque, pero de pronto se abrió la puerta y por esta entró mi amigo con el rostro rojo y el pecho moviéndose rápidamente, delatando que había estado corriendo.

Llegó a sentarse a mi lado pero no volteó a verme, sino que se limitó a sacar sus cosas de la mochila y mirar a la maestra.

Pasamos la hora así, a lado del otro pero sin dirigirnos la palabra hasta que llegó el descanso y Temo se levantó para salir cuando ya todos nuestros compañeros estaban afuera.

-¡Temo!-dije, haciendo que se detuviera a medio camino hasta la puerta.-Espera, no te vayas.

Nuestros ojos se encontraron por primera vez y para mi sorpresa él parecía asustado y triste, no molesto como el día anterior.

Antes de que pudiera decir otra cosa, Temo caminó hacia mí con decisión, paró un segundo a unos centímetros de mi rostro y me rodeó con sus brazos, estrechándome con fuerza.

Al principio me quedé quieto por la sorpresa sin saber muy bien a qué se debía el contacto, pero de pronto sentí como se sacudía un poco y escuché que su respiración se irregularizaba contra mi cuello, así que yo también lo estreché contra mí, enterrando mi rostro en su hombro.

El Plan de la Azotea | AristemoWhere stories live. Discover now