36. Segunda vez

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Temo subió el rostro y clavó sus ojos en los míos con una intensidad que pocas veces veía en él. Tenía los labios entreabiertos y el ceño ligeramente fruncido, a la expectativa.

Cuando hice el en vivo tenía la esperanza de que él estuviera viendo, sin embargo nunca creí que fuera a tener la suficiente valentía como para preguntármelo directamente después de no habernos visto en tres semanas.

-Eh... yo...-balbuceé, abriendo los ojos como platos,y rascándome la nuca.-¿Tú que...?

-¿Sabes qué? Mejor no me digas nada.-interrumpió mi amigo con un tono cargado de ansiedad, levantándose de la banca.-Me tengo que ir.

-¿Qué? Pero si apenas estuvimos un ratito juntos.-le dije con preocupación, incorporándome también.-Por favor no te vayas.

-No debí preguntarte eso.-se reprochó a si mismo, frotando sus párpados.

-¿Por qué no quieres que te conteste?

-Porque ni siquiera sé si quiero escuchar la respuesta.-dijo él con un suspiro.-No sé si sería peor escuchar que sí hablabas de mí o que era de alguien más.

Yo di un paso hacia él, por lo que bajó las manos con un suspiro.

-Creo que los dos sabemos de quien hablaba, ¿no?-murmuré, quedando a una distancia demasiado corta para tratarse solo de amigos, pero ya no aguantaba no estar cerca suyo.

Temo me miró a los ojos y pasó la lengua por su labio inferior con rapidez, gesto que yo reconocía como su tic nervioso.

-Neta me tengo que ir, Aristóteles.-dijo en voz baja, con la respiración entrecortada.-Creo que todavía necesito espacio.

Él se dio la vuelta con toda la intención de partir, pero había sufrido demasiado las últimas semanas como para dejarlo ir así nada más, por lo que lo tomé del brazo antes de que se alejara y di un paso hacia él, desapareciendo la distancia que quedaba entre nosotros, mandando a la mierda el plan que tenía de respetar su relación y convirtiéndome en el peor de los amigos.

-¿Por qué?

-No sé... tú... Diego y yo...

-Admite que te da miedo estar cerca de mí porque aún me quieres.-le pedí, entre suplica y demanda, sacando el coraje de todo el dolor que había sentido en su ausencia.-Que intentas alejarte para dejar de pensar en mí pero no puedes.

Temo negó con la cabeza débilmente y trago saliva, mirándome con el ceño fruncido y quedándose sin aliento.

-O admite que me evitas porque cuando estamos cerca te la pasas recordando como nos tomábamos de la mano, como nos abrazábamos y como nos besábamos...-seguí, determinado a sacar lo que sentía después de retenerlo por semanas.-Admite que todavía estás enamorado de...

-¡Ya párale!-me interrumpió, soltándose de mi agarre.-¿Qué te pasa?

-No podemos seguir así, Temo. Me estoy volviendo loco de lo mucho que te extraño.-le supliqué.

-Ya no puedo pensar en ti de esa forma.-dijo con el ceño fruncido y una expresión conflictuada.-Por eso tenemos que mantenernos lejos.

-Pero Temo...

-Diego es mi novio. Me quiere, me respeta... lleva tanto tiempo queriendo esto...-explicó cabizbajo.-Tengo que darle una oportunidad real.

-¿Y lo que tú quieres qué?-le pregunté con incredulidad.-No pongas su felicidad sobre la tuya, no mames.

Mi amigo simplemente negó con la cabeza.

-Adiós, Ari.-dijo, y antes de que pudiera decir otra cosa caminó hacia la puerta y me dejó sólo en la azotea con la laptop, la manta y su bolsa de papas a medio comer.

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora