15. Helado de cereza y chocolate

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El ardor de estómago me duró toda la noche. No podía sacarme de la cabeza a Temo y Diego durmiendo en la misma habitación, ni el rostro de engreído del toluqueño ni lo cerca que había estado de besar a mi amigo de nuevo.

Quizás, pensé, solo había sido el beso en sí, la sensación de tener los labios de alguien más contra los míos, y en realidad no importaba que hubiera sucedido con mi amigo, sino que me hubiera sentido igual con cualquier otra persona, mujer u hombre, ¿verdad?

Y si la memoria del baño oscuro de la fiesta regresaba a mí una y otra vez se debía a que había sido mi primer beso y mis sentidos aún no terminaban de absorberlo de todo, pero no tenía nada que ver con Temo.

Al domingo siguiente desperté con las mismas ojeras que llevaba cargándome desde el viernes, pero en cuanto desayuné, me duché y me vestí, le mandé un mensaje a mi mejor amigo:

Holaaa

Estás ocupado?

Pasaron un par de minutos y finalmente las palomitas al lado del mensaje se volvieron azules.

Hola

No mucho, por?

Quieres ir un rato al parque?

A hacer qué?

Me pensé mi respuesta por unos segundos, pues si le decía que quería ir a jugar básquetbol o algo así, corría el riesgo de que invitara a Diego, pero tampoco estaba seguro de si era buena idea decirle que quería hablar con él.

Por un helado o algo, jalas?

El letrero de "escribiendo" apareció por unos segundos y de pronto Temo se desconectó. Pasaron unos minutos y mi amigo no volvía a estar en línea. Comencé a confundirme, él nunca hacía eso de dejarme en leído, y no pude evitar pensar que no era coincidencia que Diego se encontrara con él.

Transcurrió un cuarto de hora y de pronto recibí un mensaje:

Va, nos vemos ahí en 20?

Ya estás

Tomé mi cartera, mi celular y mis llaves y fui a avisarle a mis tíos que iba a salir un rato para después salir directo al parque, pues la caminata me tomaba alrededor de los veinte minutos que habíamos acordado.

El día parecía especialmente bonito para ser otoñal, con el sol brillando pero sin que hiciera demasiado calor y con una brisa agradable que me revolvía el cabello. Era el clima perfecto para ese helado que le había sugerido a Temo.

Finalmente llegué a la banca que solíamos ocupar, no donde mi amigo me había dicho que me amaba, sino donde nos habíamos sentado a platicar por primera vez los dos sólos.

Pasaron unos minutos y de pronto vi a Temo cruzando la calle con una expresión extraña. No parecía molesto ni feliz, sino nervioso, como si él tampoco supiera como abordarme después de todo lo que había pasado.

-Hola Ari.-me dijo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca con media sonrisa.

-Hola.-contesté, vacilando en los talones de mis pies, pues no sabía si debía saludarlo con un abrazo o algo parecido, así que simplemente opté por darle un par de palmadas en el hombro.-¿Cómo dormiste?

Temo examinó mi rostro unos segundos con una mirada inteligible y luego asintió con a cabeza.

-Bastante bien.-respondió con un tono tenso.-¿Y tú?

El Plan de la Azotea | AristemoWhere stories live. Discover now