Pero, ¿También para mí? Que se supone que es lo correcto. Estoy tan ansiosa de ver a mi familia, a mi madre. Pero también ésta es mi familia, Caspian, Stefan y los narnianos. Como puedo decidir a uno o a otro, cuando ambos me hacen infinitamente feliz.

—Yo...

Aslan tomó mi mano con su gran pata delantera y me miró, transmitiéndome todo su amor, calma y comprensión —No tienes que decidirlo ahora, querida.

Le asiento y después me voy.

(...)

Amor, tiempo, muerte.

Llegaré a casa. Degastada hasta los huesos. Llegaremos a casa. Porque sé que este amor es doloroso, tan difícil de extraerlo de éstas venas.

Me gustaría decirles algo que pueda explicar. Pero ya no hay más razones para luchar, para sufrir y algunas otras para amar.

Es hora de revelar todos mis secretos. Y esta vez seré totalmente honesta. Lo prometo.

Intento mantenerme concentrada en la cara adolorida de mi soberbia familia. No necesito la mentira perfecta para saber todos los sentimientos que están reprimiendo ahora.

—Narnia pertenece a los narnianos tanto como a los humanos. Los telmarinos que quieran quedarse y vivir en paz serán bienvenidos.

—Pero para los que lo deseen, Aslan los podrá regresar al lugar de sus ancestros— completé por mi hermano.

—Hace muchas generaciones que dejamos Telmar— interrumpió un telmarino.

—No nos referimos a Telmar. Sus ancestros fueron bandoleros del mar, piratas que encallaron en una isla. Ahí descubrieron una grieta, una rara cueva que los trajo aquí desde su mundo. El mismo mundo de nuestros reyes y reinas. Puedo regresarlos a esta misma isla es un buen lugar para los que deseen un nuevo inicio.

Silencio.

—Yo iré— miré al lord Glozelle —Yo aceptaré al oferta.

—Y nosotros— la esposa del difunto Miraz se ofreció, junto a su bebé y otro hombre.

—Por haber hablado primero. Su futuro en ese mundo será bueno.

Aslan suspiró profundo y el gran árbol que estaba casi a nuestras espaldas se comenzó a abrir, justo por la mitad. Dando acceso a una extraña entrada. Al cruzar por medio de los dos grandes troncos, desaparecieron, haciendo un escándalo en la multitud.

—Quisiera ir también— mi corazón palpitó con fuerza al escuchar la ronca voz del atractivo Stefan.

Durante la guerra, supe que estaba bien en varias ocasiones, trataba de no descuidarlo mucho.

Mis ojos se cristalizaron al darme cuenta de que no lo volvería a ver. Lo miré tratando de sonreírle, orgullosa. El chico caminó despacio hacia mí y puso sus manos atrás de mi nuca.

Sus grandes y brillantes ojos azules estaban apagados, poco a poco la prolongada situación en la que vivió todos estos años, sin padre o madre y viviendo en un lugar en el que no era feliz. Dios, él se merecía esto más que nadie.

—Pórtate bien, ¿quieres?— le sonreí mostrándole dos filas de perlados dientes.

Y después nos abrazamos. Tendría que aprender a vivir sin él. Y eso no me gustaba. Duramos unos segundos aferrándonos con fuerza al otro.

Finalmente el chico me soltó y se dio la vuelta sin decir un último adiós. Le agradeció a Aslan, se despidió de Caspian y luego se marchó.

Los murmullos y gritos de asombro continuaron.

NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now