Capítulo 44

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Vacaciones en grupo

Estábamos sentados en el sofá del salón decidiendo a dónde ir de vacaciones. Carol había propuesto la playa, y a mi hermano le había encantado la idea. A Ethan también le hacía gracia, así que no protesté a pesar de preferir la montaña.

—Entonces vamos a la playa, ¿no?

Mi voz sonó más apagada de lo que esperaba.

—Eso parece —Ethan sonrió y me dio un beso en la frente—. ¿Te parece bien, dulzura?

—Sí, no te preocupes.

Todos me miraron y fingí una sonrisa. Odiaba la arena de la playa con toda mi alma. Era tan pegajosa, y se metía por todas partes, costaba mucho sacarla toda en la ducha de la playa, así que siempre me llevaba algo a casa, quisiera o no. No soportaba cuando se me quedaba entre los dedos de los pies, no podía ponerme las chanclas sin limpiarme los pies con agua y asegurarme de que no quedaba ni un grano de arena. De lo contrario, cuando las usaba otro día, las notaba sucias y me daba manía.

—Reservo la habitación, que si no luego nos sale más caro —mi hermano empezó a teclear en su portátil—. Somos cuatro, ¿no?

—¡No reserves una habitación de cuatro ni de broma!

Mi hermano me miró con las cejas alzadas.

—¿Por qué no? —Carol se cruzó de brazos—. Si estamos en habitaciones separadas es muy aburrido...

Miré a Carol con el ceño fruncido. Entendía que quisiera tener oportunidades para ligarse a mi hermano, pero prefería no ver según qué cosas.

—¿Y por qué no alquilamos un apartamento?

La idea de Ethan no me ilusionaba, pero era mejor que una habitación de hotel para todos. En el apartamento al menos tendríamos las habitaciones separadas.

—Por mí bien —dijo mi hermano mientras se encogía de hombros.

—Vale —Carol se acercó a mi hermano para ver la pantalla del portátil—. Pero busquemos uno bueno, no quiero meterme en un cuchitril.

Yo simplemente me encogí de hombros. Hubiera preferido tener una habitación para Ethan y para mí a solas. Él debió notarlo, pues se acercó y me plantó un beso en la mejilla.

—También podemos mirar un aparthotel, que también tiene habitaciones y encima tendremos la comida incluida.

Eran unas vacaciones, me negaba a cocinar y fregar platos.

—¡Qué buena idea! ¡Un aparthotel con todo incluido!

Carol se emocionó en un momento, y mi hermano enseguida se unió a la fiesta.

—¡Y que tenga piscina! A ver si encuentro uno cerca de la playa, así no hay que coger el coche cada día.

—Pero si vamos a alquilar el coche igualmente —Ethan se acercó también a mi hermano para poder ver la pantalla—. No cojas un coche enano, prefiero que vayamos amplios.

—Un descapotable estaría bien —dije mientras agarraba el brazo de Ethan—. De hecho, sería genial.

—¡No se hable más! Mira, este aparthotel está muy bien. Y tiene un bar en medio de la piscina.

Carol se acercó más a Derek y exclamó:

—¡Perfecto!

—A mí me parece bien, pero Nerea y yo dormimos en la cama de matrimonio.

Dereck puso los ojos en blanco, pero aceptó. Carol también se quejó antes de ceder.

Ese aparthotel tenía tres habitaciones, una de ellas con cama de matrimonio y dos más con camas individuales. También tenía un baño y una pequeña cocina abierta al comedor, que daba a un jardín lleno de flores y cactus. La piscina era tipo lago, con algún tobogán infantil en la zona menos profunda, y un bar en el centro situado en una especie de isla. Teníamos la playa a escasos metros, por lo que podríamos ir caminando.

Aprovechamos y cogimos también los vuelos y el coche, que acabó siendo un precioso descapotable azul turquesa.

—Ya lo tenemos todo listo.

Mi hermano se estiró hacia atrás y bostezó.

—En una semana estaremos en Mallorca.

—Sí, pero al final nos ha salido un poco caro, ¿no?

Miré a Carol y me encogí de hombros.

—Claro, lo hemos cogido a última hora, ¿qué esperabas?

—No gastarme tanto.

Fruncí el ceño. Ella había sido la que había dicho de ir de viaje, y la que había propuesto ir a la playa aunque saliera un poco más caro.

—No te quejes, tú has querido ir a Mallorca.

—Me quejo porque a mí no me lo paga mi novio.

A ella se lo pagaba su madre, así que no sé qué me estaba contando...

Al final de la tarde, Carol ya volvía a estar emocionada por el viaje, y ni pensaba en el dinero. No paraba de decir que teníamos que ir a comprarnos unos bikinis nuevos y unos vestidos playeros. 

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora