Capítulo 20

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La llamada

Después de hablar con Jenny me quedé deprimida: a mi hermano, lo nuestro, no le hacía ninguna gracia. Jenny me había dicho que estaba muy alterado, pero que se le pasaría; yo lo dudaba.

Estaba tirada en el sofá sin hacer nada cuando Ethan me tiró un rodillo encima.

—Levanta de ahí —su sonrisa torcida le hacía lucir realmente sexy—. Tenemos trabajo.

Le miré de arriba a abajo. Llevaba unos tejanos muy desgastados y una camiseta con algún que otro agujero.

—¿De qué te has disfrazado?

—De pintor —dijo alzando un bote de pintura aguamarina—. ¿Te gusta este color para la habitación? Estás a tiempo de escoger otro.

Sonreí de oreja a oreja. Yo deprimida y él pensando en nuestra habitación, realmente no pensaba dejarme por muy difícil que fuera lo nuestro si mi hermano se oponía.

Me puse de pie en el sofá y salté a sus brazos. Me cogió al vuelo y le besé.

—Te quiero.

—Lo sé —me dio un beso en la nariz y me bajó—. Pero tenemos que pintar.

Colocamos una lona de plástico por el suelo de la habitación y cubrimos los zócalos. Tardamos toda la tarde en pintarla, pero acabamos, aunque no gracias a mí, prácticamente no pinté ni una pared.

—Ha quedado preciosa.

—Tú también —cogió un mechón de pelo apelmazado y de color aguamarina—. Será mejor que te duches.

Estaba hecha un asco. Tenía pintura en la cara, en el pelo, en la ropa... Miré mi pierna, el vendaje había quedado pintado por todas partes. Por suerte, en la última visita la doctora me había dicho que lo aguantase una semana más, y dudaba que pasase algo por quitarlo dos días antes.

Me tomé mi tiempo en la ducha, de hecho, estuve más de media hora. Al salir, me arreglé un poco el pelo y me puse el pijama, estaba agotada. Como empezaba a refrescar, saqué el pijama de otoño, era lila, de media manga y un pantalón largo muy finito.

Cuando bajé al comedor, me encontré a Ethan dormido en el sofá. Me agaché para quedar a su altura y observé su rostro: parecía un niño pequeño sin preocupaciones. Verle así hacía que me enamorase aún más de él, si es que eso era posible. Su piel era fina, sin imperfecciones, sus pestañas largas hacían que pareciera aún más bello, y sus labios rosados y carnosos me tentaban. Sonreí y le besé en la mejilla, se removió un poco y le acaricié el pelo para que se despertara del todo. Cuando abrió los ojos, sonrió al verme.

—Vamos a dormir —le dije en un susurro.

—Ni siquiera hemos cenado —bostezó y se estiró—. Vamos a hacer una pizza o algo rápido.

Entonces sonó su móvil. Era mi hermano. Ambos nos miramos, me mordí el labio inferior con nerviosismo. Él cogió mi mano para tranquilizarme y me guiñó un ojo. Cogió el móvil mientras daba una gran bocanada de aire, descolgó y me acerqué para escuchar.

—Hola.

—¿Hola? ¿En serio? ¿Es todo lo que tienes que decirme?

Le miré de reojo, mi hermano parecía realmente molesto.

—Derek, no es lo que piensas —intentó excusarse.

—¿Ah, no? ¡He visto la moto de Rebeca! ¿Es que no la puedes cuidar sin llevarla por el mal camino? ¡No quiero ni pensar el dinero que se habrá tenido que gastar en sacar esa cadena!

—¿Puedes calmarte? —Ethan mantenía un tono de voz suave.

—No. ¿Era mucho pedir que no te acostaras con mi hermana pequeña?

Vi que Ethan se tocaba la sien mientras intentaba conservar la calma. Le agarré el brazo con cautela, él levantó la mirada y me dedicó una escueta sonrisa.

—Yo la quiero —lo dijo sinceramente, mirándome a los ojos y acariciándome la mejilla.

Una lágrima escapó de mi ojo izquierdo y me la limpió con su pulgar. En ese momento era un manojo de nervios.

—Sí, claro. ¿Esperas que me lo crea? ¡Tú solo juegas con las mujeres!

—¿Podríamos hablarlo en persona, cuando regreses?

—¿Y mientras tanto te la tiras y juegas con sus sentimientos?

—¡Yo no me la...!

Ethan dio un golpe al sofá y se levantó, parecía muy alterado. Dejé de escuchar la conversación por la distancia, así que no sé si mi hermano dijo algo más, pero a los pocos segundos Ethan colgó y se encerró en su habitación.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora