Capítulo 17

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Una habitación para los dos

—Carol, es como vivir un sueño —suspiré y me mordí el labio inferior—. En serio estoy como en una nube.

—Al final me vas a hacer vomitar...

—Ojalá —le saqué la lengua.

—No, ahora en serio, me alegro por ti —me dedicó una sonrisa—. Aunque podrías no ser tan empalagosa.

—Ni de broma. Me ha costado un montón conseguir mi historia de amor, así que te aguantas y escuchas todas las pasteladas cursis que tenga que contarte.

Ethan se había ido a la universidad temprano, hoy tenía clase hasta las tres de la tarde, así que me había quedado sola casi toda la mañana. Por suerte, Carol salió antes del instituto y pudo venir a comer conmigo. Me había alegrado mucho de verla, no nos habíamos visto después del accidente, y aunque hablábamos por WhatsApp, creo que ambas necesitábamos ver con nuestros propios ojos que estábamos bien.

—¿Se lo has dicho a tu hermano?

—¡Qué va! —suspiré—. No sé cómo podría reaccionar.

—Si le pones tu cara de cachorrito seguro que no te riñe.

—No me preocupa mucho que me riña... Realmente no sé qué me preocupa —me encogí de hombros—. No creo que piense que voy a robarle a su amigo ni nada de eso... Imagino que me preocupa que se enfade con Ethan, ¿sabes? Después de todo, él es mayor de edad, y yo no.

—Yo creo que si se enfada será por pensar que Ethan solo te ve como a una más y está jugando contigo.

—Pero no es así —la corté rápidamente.

—Lo sé, todos vemos que Ethan ha cambiado, pero tu hermano no lo sabe.

—Ya lo verá, como hemos hecho todos.

—Ya, a eso voy —dijo mi amiga gesticulando y poniendo los ojos en blanco—. Lo que intento decir es que deberías decírselo después de que tu hermano se dé cuenta de que Ethan ha cambiado. Creo que el problema sería decírselo ahora, porque está en el extranjero y no ve lo que pasa, entonces pensará en Ethan como el mujeriego de siempre. ¿Entiendes?

—Sí, creo que sí —suspiré—. ¿Qué tal tú con Fer? ¿El cumpleaños de su padre fue bien?

—Genial, sus padres son un amor —dijo con la boca llena de lasaña—. Están encantados conmigo.

La miré mientras se llevaba otro trozo de lasaña a la boca y lo engullía casi sin masticar.

—Aparentaste ser lo que no eres...

Mi amiga puso los ojos en blanco.

—A ver, no me comporté como me comporto contigo, eso está claro, pero tampoco te creas que fingí mucho —se encogió de hombros—. Por cierto, mi madre te manda recuerdos, dice que si necesitas cualquier cosa la avises.

—Dile que gracias, pero que estoy bien —me llevé un trozo de lasaña a la boca y puse cara de placer—. Me ha quedado de muerte.

Escuchamos la puerta y sonreí al pensar que por fin Ethan había vuelto. Miré a Carol y me mordí el labio inferior, ella negó con la cabeza y siguió comiendo.

—Te emocionas con tan poca cosa...

Le hice una burla. Como contestación, ella abrió la boca enseñándome la lasaña masticada y hecha una pasta asquerosa descansando sobre su lengua. Pero poco me duró la cara de asco, exactamente lo mismo que tardó Ethan en entrar en la cocina.

—Hola, dulzura —me dio un beso y sonreí.

—He preparado lasaña.

Fui a levantarme para ponerle un trozo en el plato, pero me lo impidió.

—Sigue comiendo, ahora me pongo yo un plato.

Carol nos miraba con las cejas enarcadas mientras Ethan se sentaba a mi lado. Él me miró de reojo y yo hice lo mismo, sin motivo aparente una sonrisa se instaló en mi rostro.

—¿Ya os habéis acostado?

Ethan se atragantó con la comida y yo escupí parte del agua que tenía en la boca.

—¡Carol! ¿A qué viene eso?

—No sé, veo demasiada tensión sexual en vuestras miradas —nos analizó durante unos segundos y volvió a su lasaña—. Así que aún no.

—Come y calla —le dije cortante.

Después de eso, Carol se quedó a ver una película y luego se fue a casa de Fer, no sin antes dejarme un montón de deberes por hacer. Había perdido dos semanas y media de clase, y perdería más, pues no podría ir hasta el lunes, así que los profesores me habían mandado ejercicios para recuperar las horas perdidas.

—Cierra los ojos —me susurró Ethan cerca de mi oído, yo lo hice y me cogió en brazos como un saco de patatas—. No los abras.

—Vale —dije entre risas.

Debo reconocer que esa postura no era la mejor para mi pobre costilla, que golpeaba contra su hombro, provocando una ligera molestia. Por suerte, enseguida me bajó. Escuché que abrió una puerta y me hizo entrar.

—Ya puedes abrirlos —al hacerlo vi una habitación completamente vacía, me giré con cara de interrogación y Ethan rio—. Te presento nuestra habitación —dijo abriendo los brazos con una gran sonrisa en el rostro—. Puedes pintarla del color que quieras y decorarla con los muebles que más te gusten.

—¿Es para nosotros?

No salía de mi asombro.

—Sí, toda nuestra.

Empecé a chillar de emoción y me aferré a su cuello mientras lo besaba una y otra vez. Él solo reía y reía.

—¿Vamos a dormir aquí?

—Obviamente —me sonrió—. Si tú quieres, claro.

Me sonrojé por completo al imaginarme durmiendo a su lado cada noche.

—Con una condición —él me miró expectante y yo sonreí—. ¿Me ayudas a escoger la pintura y los muebles?

—Cuenta con ello.

Salté hacia él y me agarró a la vez que enroscaba las piernas alrededor de su cintura. Ethan tenía una sonrisa que me encantaba iluminando su rostro, no pude evitar besarle una y otra vez, provocando en ambos más de una carcajada.

Ethan no dejaba de sorprenderme día tras día, nunca imaginé que estar con él fuese así de especial... En realidad, nunca imaginé que podría llegar a estar con él.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora