Capítulo 13

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Sentimientos

Cuando por fin abrí los ojos me encontré con Ethan a mi lado, tenía mi mano cogida y se había quedado dormido con la cabeza sobre la cama. Cerré los ojos al notar un fuerte pinchazo en la costilla, pero a pesar del dolor, sonreí: parecíamos una pareja.

—Por fin has despertado —miré hacia la puerta encontrándome con Jenny—. Nos tenías preocupados —observó mi mano junto a la de Ethan y sonrió—. Casi lo matas de un infarto, ¿sabes? Vi que salió corriendo desesperadamente de la cafetería del campus, así que fui tras él. Me contó lo que había pasado muy angustiado, le temblaban las manos —pasó por el lado opuesto a Ethan y me dio un beso en la frente—. Suerte que estás bien.

—Quizá deberíamos despertarle... Puede que le moleste saber que le han visto cogiéndome de la mano.

—No lo creo —la sonrisa de Jenny era muy tierna—. En cuanto te vio en la cama, con tantos vendajes, con la vía y los sueros, se puso a llorar. No le importó que yo estuviera aquí.

Me quedé perpleja.

¿Ethan llorando delante de alguien por mí?

Le miré con ternura y sonreí.

Quizá aún podía albergar alguna esperanza...

Vi que Jenny alargó la mano y llamó al timbre para que viniera una enfermera. Supuse que le dijeron que avisara cuando despertase.

—Yo creo que le gustas, Nerea. Desde que vives con él no ha estado haciendo de las suyas —hizo referencia a su faceta de mujeriego—. Creo que siente algo por ti, y debe ser algo fuerte, porque al Ethan que yo conocía nada le importaba. Pero al que he visto hoy le aterraba la idea de perderte. Le ha preguntado al médico más de doce veces sobre tu situación, y cuando pasaban más de diez minutos sin dejarnos entrar a la habitación empezaba a dar vueltas con las manos en la cabeza. Él no te ha soltado la mano ni un segundo de los que le han dejado estar a tu lado.

—Tal vez tiene miedo a que mi hermano se enfade con él.

—No digas tonterías, sabes que no es por eso.

Me encogí de hombros y volví a mirar a Ethan: tenía el rostro pálido. ¿Cuánto rato debía llevar ahí?

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

Jenny miró el reloj e hizo una mueca.

—Unas cinco horas. Tuvieron que hacerte una transfusión de sangre, tu pierna está bastante mal, te la han vendado y no podrás caminar sin muletas durante un tiempo. También tienes una pequeña fractura en la costilla. El médico dice que has tenido bastante suerte.

Miré mi pierna, toda envuelta en vendas, ahora abultaba el doble. De pronto recordé que estaba con Carol cuando tuve el accidente y me angustié al pensar lo mal que lo debía haber pasado.

—¿Dónde está Carol?

—Ahora supongo que ya estará en su casa —hizo una breve pausa—. Tuvieron que atenderla porque le dio un ataque de ansiedad y no había manera de que se calmara, poco después vino su madre a buscarla.

Me sentí morir al pensar en lo mal que lo había pasado. No solo tuvo que presenciar que atropellaran a su amiga, sino que se torturaría eternamente por haber dejado que yo fuera a buscar su maldita libreta.

—He causado muchos problemas en un momento.

—Lo importante es que estás bien —me acarició el pelo—. Deberías llamar a tu hermano. Yo le he calmado explicándole que estabas estable y que era cuestión de tiempo que recuperaras la consciencia, incluso habló con el médico y se quedó más tranquilo, pero le gustará oír tu voz.

Puse los ojos en blanco, no deberían haberle dicho nada a mi hermano, ahora estaría histérico.

Ethan se removió, y Jenny aprovechó para salir discretamente de la habitación. Se despidió con la mano desde la puerta y me deseó suerte cruzando los dedos.

—¿Ethan?

Mi voz sonó cansada y algo ronca.

Alzó la cabeza rápidamente y se quedó mirándome a los ojos durante varios segundos. Me apretó la mano con fuerza, y de pronto, me abrazó. Contuve el aliento. Ethan me estaba abrazando. Quise hablar, pero no me salían las palabras, no sabía qué decir. Noté que temblaba levemente y recordé todo lo que Jenny me había dicho: lo preocupado que había estado por mí...

—Lo siento. Vaya susto, ¿no?

Se separó de mí y le dediqué una escueta sonrisa.

—Cuando Carol me llamó, yo... No sé, por un segundo creí que no volvería a verte —su voz parecía angustiada—. Y pensé en todo lo que me faltaría por decirte si hubieras muerto entonces...

Noté que le costaba expresarse, no parecía el de siempre. Nos miramos a los ojos. Sus profundos orbes parecían ver a través de mí. Me angustié al verle así: tan vulnerable. Sabía que estaba a punto de decirme algo que iba a marcar un antes y un después, pero, por algún motivo, me asusté y decidí interrumpirle.

—No hace falta que digas nada —agaché la mirada—. Iré con más cuidado a partir de ahora, no te preocupes.

—Nerea, creo que debes saber algo —se puso nervioso.

—Tranquilo —volví a cortarle—. Así está bien, en serio —mis ojos se humedecieron, sabía por dónde iba—. Escuché la conversación que tuviste con Carol aquella noche, así que está bien —varias lágrimas cayeron por mis mejillas—. Ya sé que no puede ser, aunque me gustaría saber por qué.

Le miré esperando una respuesta, Ethan estaba tapándose la boca, después se rascó la nuca, y cuando parecía que iba a decir algo, una enfermera entró y le hizo salir de la habitación.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora