Capítulo 10

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Actitud incomprensible

Apenas eran las siete de la mañana cuando paseaba por las calles en dirección a casa de Ethan. Al final me quedé a dormir en casa de Pablo, debo reconocer que al principio no me fiaba, es raro que un chico, al que apenas conoces, te invite a dormir a su casa sin segundas intenciones, y más cuando llevaba el pijama que llevaba... Pero así fue. Se comportó como todo un caballero: me prestó la habitación de invitados y una de sus sudaderas, y no me molestó en toda la noche. Ni siquiera me ha insistido esta mañana cuando le he dicho que no quería que me acompañara a casa.

De repente noté como alguien me agarraba del brazo con fuerza y me asusté.

—¿¡Se puede saber dónde has estado toda la noche!?

Me relajé por un momento al ver que era Ethan, pero enseguida volví a tensarme al recordar por qué había dormido fuera de casa.

—¿Qué te importa?

—¡Claro que me importa! ¡Se supone que tengo que cuidar de ti!

—¿¡Eso es todo lo que te importo!? ¡Entonces hice bien en irme, espero que tuvieras la intimidad suficiente para hacer lo que quisieras con Rebeca!

—¿De qué estás hablando? ¿Te fuiste de casa por eso? —no respondí, estaba tan enfadada que si decía algo seguro que lloraba de rabia—. Fue Rebeca quien se presentó en mi casa, decía que solo quería ver una película, pero de pronto se me lanzó y...

—No me interesa lo que pasara.

¿Se creía que era tonta? ¿O es que realmente no entiende que si una chica como Rebeca te dice de ver una peli es con segundas intenciones?

Noté que mis ojos se humedecieron, así que me giré para que no me viera.

—¿Cómo puedes decir eso si desapareciste justo después de ver cómo nos besábamos?

—Tenía planes —dije con indiferencia—. Te dije que iba a salir.

Me miró de arriba abajo y le vi fruncir el ceño.

—¿De quién es la sudadera?

—De un amigo de Jenny.

—¿Has pasado la noche con él?

—Quizá —le escuché rechinar los dientes y alcé una ceja—. ¿Qué más te da? Tú también tenías compañía.

—Y dale... Nerea, no puedes hacer lo que te dé la gana. Podrían haberte violado, secuestrado... ¿Me explicas que hubiera hecho si te llega a pasar algo? ¡No podría volver a mirar a tu hermano a los ojos!

Fruncí el ceño. Cada vez que abría la boca la cagaba. Ethan era un insensible. ¿Por qué no podía decir que yo le preocupaba y punto? ¿Era necesario matizar y recordarme que solo se preocupa porque soy la hermana de su amigo?

—Soy mayorcita, así que déjame en paz. Sé cuidarme yo solita, y si no siempre puedo encontrar a alguien que me cuide —dije mientras agarraba la sudadera para recordarle que alguien se había ocupado de mí esa noche—. ¿Crees que iba a esperarte toda la vida o qué? —Ethan me miró de reojo, pero no dijo nada, él sabía mis sentimientos, estaba segura, así que me dio igual decírselo—. Me voy a casa, tengo hambre.

Por el camino llamé a Jenny con el móvil de Ethan para pedirle que pasara a buscar la sudadera de Pablo en cuanto pudiera. Le conté por encima lo que había pasado, pero sin detalles, pues Ethan me seguía de cerca y no quería que se enterara de que estaba completamente loca por él... Tampoco me interesaba que se enterara de quién era realmente Pablo, al menos por ahora.

En cuanto llegamos a casa me preparé un vaso de leche con cereales. Vi que Ethan también se preparaba uno y me seguía al sofá.

—¿Vas a decirme quién es Pablo?

—Un amigo de Jenny.

—Eso ya me lo has dicho antes —puso los ojos en blanco—. Me refiero a quién es para ti.

—Quién sabe... Quizá es para mí lo mismo que son para ti todas las mujeres con las que te acuestas.

Observé cómo fruncía el ceño, al parecer mi comentario le había molestado, o quizá le había ofendido, ves a saber...

—Nerea, eres una menor, así que espero que estés bromeando al decir eso.

Alcé una ceja.

¿Acaso él no se acostaba con nadie a mi edad? Por qué creo recordar que sí.

—¿Crees que por ser chica voy a ser virgen hasta los dieciocho años? Ya soy mayorcita, tengo diecisiete —seguía mirándome serio—. Venga ya, como si nunca te hubieras acostado con una menor...

—No siendo yo mayor de edad. Y si ese chico es amigo de Jenny, quiere decir que lo es.

—Aunque así sea, no veo el problema, soy yo la que se estaría acostando con un mayor de edad y él con una menor. No veo en que te afecta a ti. ¡Ni siquiera sé por qué estamos hablando de esto! No es como que tenga catorce años.

Me levanté del sofá y me fui a mi habitación. Estaba harta de discutir. Nada de esto habría pasado si él se hubiera comportado. Si aceptó quedarse conmigo debería respetarme, yo nunca traería a un chico a casa sin consultarle, él debería hacer lo mismo. Era en su casa, sí, pero yo también vivía en ella, por lo menos debería avisarme, ¿no? ¡Y más sabiendo lo que sentía por él! Porque hasta un ciego vería que estaba enamorada de Ethan.

Me acabé el vaso de leche y lo dejé en la mesita de noche dando un golpe que podría haberlo roto. Cogí el móvil, lo desbloqueé, abrí a Carol por WhatsApp y tecleé lo más rápido posible: «Ayer pillé a Ethan y a Rebeca besándose, así que he dormido en casa de Pablo».

Era innecesario decirle que me llamara, pues seguro que lo haría en cuanto se despertara y leyera eso. ¡Al fin y al cabo, un cotilleo era un cotilleo! Así, de paso, aprovecharía para sacarle de una vez por todas lo que pasaba entre ella y Fer... Han tenido demasiadas citas, ya no colaba que me dijera que era uno más.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora