Capítulo 33

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Canguros por un día

Los padres de Amy, al parecer, no solo no estaban dispuestos a aceptar su matrimonio con Tom, sino que tampoco querían saber nada de Luc. Así que Amy, muy a su pesar, había decidido no volver a Francia. Tom sabía cuánto amaba vivir allí, así que intentó convencerla de comprar una casa alejada de sus padres, pero Amy dijo que no tenía caso vivir en Francia solos cuando aquí tenían familia. Así que, después de mucho hablar, decidieron comprar una casa a pocos kilómetros de nosotros. Ethan insistió en que podían quedarse a vivir con nosotros, y yo obviamente no puse ninguna objeción, ni siquiera era mi casa, pero Tom se negó. Habían salido temprano a ver las únicas cuatro casas que había por la zona, así que nosotros nos habíamos quedado al cuidado de Luc. Y, aunque al principio me había parecido una buena idea, ya me estaba arrepintiendo...

—¡Ethan baja a ayudarme!

—¡Estoy estudiando!

Apreté el puño con fuerza y me repetí más de cinco veces que no debía subir y bajarlo a rastras.

—¡Yo también debería estar estudiando, pero Luc se ha hecho caca y necesita que lo cambien!

—¿Y por qué lo he de hacer yo?

Mi paciencia se estaba agotando.

—¡Porque eres su tío, y porque yo le estoy preparando el biberón! En diez minutos le toca comer.

—Pues cámbiale, y después, acabas de preparar el biberón, él no sabrá si se lo das a la hora o con diez minutos de demora.

Quería matarlo, iba a matarlo. ¿Cómo puede ser tan irresponsable?

Al final lo cambié y le preparé el biberón, se lo tomó enseguida, y tras hacer un pequeño eructo, se quedó dormido. Lo intenté estirar en la cuna, pero se quejó, al parecer solo quería estar en brazos, pero yo tenía que estudiar. Intenté arreglármelas para hacerlo con Luc en brazos, pero no era fácil. Después de la pequeña discusión con Ethan tenía los nervios a flor de piel, y cualquier cosa me molestaba. Luc se movió mientras subrayaba una frase del libro y pinté media página. Respiré hondo, solo era un bebé, no tenía la culpa.

Lo dejé un momento en la cuna para ir al baño, pues no aguantaba más, pero enseguida empezó a llorar.

—Ethan, Luc está llorando.

—Pues cógelo en brazos.

Una sensación de rabia y angustia invadió mi pecho. Me subí los pantalones, tiré de la cadena, me lavé las manos, y fui directa al cuarto donde Ethan estaba «estudiando». Al verle jugando al ordenador me puse hecha una fiera.

—¿En serio estás jugando mientras yo estudio con el niño en brazos? ¡Estaba meando y no has sido capaz de bajar a calmar a tu sobrino!

—Cálmate, he parado un momento, pero llevo toda la mañana estudiando.

—¿Y yo? ¿Cuándo paro? Desde que me he levantado he hecho el almuerzo, he cambiado a Luc, le he preparado y dado el biberón, lo he tenido como dos horas encima para que no llorara... ¡Y aun así esperarás que prepare la comida!

—Te pones muy guapa cuando te enfadas —su voz tenía un deje de picardía.

Lo iba a matar.

—¡Pues debo estar preciosa! A partir de ahora, Ethan, no pienso hacer nada —hablaba rápido, muy rápido, pero si me detenía iba a llorar de rabia—. A tu sobrino le toca el biberón en media hora, y en dos horas tenemos que comer. Y me da igual cómo, pero haz que deje de llorar ahora mismo. ¡Me voy a estudiar!

—No te enfades.

Me agarró de la mano, pero me zafé enseguida con brusquedad.

—¡No me toques! ¡Déjame en paz, joder! ¡Estoy cansada de hacerlo todo, empieza a hacer algo porque te juro que nunca tendría un hijo con alguien así!

La cara de Ethan demostraba que eso le había dolido, y quizá no se lo merecía, pero estaba muy enfadada y cansada.

El portazo debió resonar por toda la casa, porque Luc empezó a llorar a pleno pulmón. Por un momento me supo mal y quise bajar a consolarle, pero no podía hacer eso, Ethan debía aprender a colaborar. Una cosa era cuando estamos los dos solos y él estaba estudiando en serio, entonces podía entender que yo lo hiciera todo, porque hacerlo «todo» solo implica preparar la comida para dos. Pero no puede dejarme sola cuidando a un bebé mientras está haciendo el vago.

Me coloqué los cascos y me puse música, no quería oír más el llanto de Luc.

Tras dos horas estudiando me había calmado lo suficiente como para bajar y ayudar a Ethan. Tampoco se merecía que le dejase solo, aunque él me lo hubiera hecho, porque precisamente por eso sabía lo duro que era. Cuando bajé las escaleras, todo estaba en completo silencio. Ethan estaba estirado en la alfombra, se había quedado dormido con Luc en su pecho. Parecían dos angelitos.

Les hice varias fotos y le mandé una de ellas a Amy.

Cuando entré en la cocina había un plato de pasta servido, al lado había una nota que decía: «Lo siento, no debería haberte dejado sola. ¿Me perdonas? ♡». Sonreí como una tonta y me senté a comer. En cuanto acabé salí al comedor, cogí a Luc en brazos, y desperté a Ethan.

—Estírate en el sofá, estarás más cómodo.

—Nerea... Lo siento mucho —me miró mientras se sentaba a mi lado—, he sido un egoísta.

—Y yo una histérica... Gracias por la comida —le di un beso en los labios—. Perdona por lo que he dicho antes —miré a Luc, dormía plácidamente entre mis brazos, luego miré a Ethan y sonreí—, claro que tendría hijos contigo. Solo contigo.

Ethan sonrió y me besó dulcemente.

—No volveré a dejarte sola, te lo prometo.

Dejé a Luc en la cuna que tenía en el comedor.

—Bien, así yo no volveré a ponerme así de histérica.

Ambos sonreímos mientras me acomodaba en el pecho de Ethan y me rodeaba con sus fuertes brazos. Así, sí. Esto ya era otra cosa. Le di un beso en el cuello y él besó mi frente mientras encendía la televisión y ponía una película.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora