✦ DÍA 4 ✦

4.4K 544 230
                                    

Anahí dio media vuelta en la cama e intentó dormir un rato más, pero quien fuese que la llamaba, era insistente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anahí dio media vuelta en la cama e intentó dormir un rato más, pero quien fuese que la llamaba, era insistente.

Estaba cansada. Había tenido una de esas noches en las que su mente no le permitía relajarse. Por horas, la pelirroja había tratado de conciliar el sueño. Intentó contar del uno al cien e incluso al mil, buscó posiciones más cómodas y hasta tarareó algunas de sus canciones preferidas, pero nada había servido. Su cerebro tuvo otros planes para la velada. Todo empezó con la pregunta: «¿Puedo confiar en Lucio?», y de ahí se dispararon cientos de temas, más preguntas, posibles respuestas, recuerdos, el asunto de su borrosa memoria y un sinfín de ideas. No necesitaba un reloj para saber que había dormido tan solo tres o cuatro horas.

Más golpes.

—¡Ya voy, mierda! —gritó, enfadada. Se sentó y se frotó los ojos con las manos.

—¡Soy yo, boluda! —contestó Irina, de buen humor. Le encantaba poder putearse con alguien sin miedo a causar una escena. Su hermana menor, Delfina, se ponía a llorar cuando ella decía alguna grosería y no comprendía que, en general, eran palabras amistosas y cariñosas que demostraban confianza.

Descoordinada, Anahí se colocó el vestido que le habían prestado al revés, con las costuras para afuera, y abrió la puerta.

—¿Qué pasa? Tengo sueño —se quejó.

—¡Es como Navidad! ¡Llegaron un montón de cosas y cajas y muebles y no sé, de todo! —exclamó Irina con su voz llena de emoción—. Hace horas que el ascensor sube y baja con paquetes.

—¡Mis cosas! —respondió la pelirroja, sonriente—. Es lo que compramos ayer con Lucio.

—¿Posta?

—Sí. —Anahí se despabiló al instante—. Dale, vamos. Quiero repartir todo. Hay regalos para vos, para Delfi y para los chicos.

Todavía descalza, la pelirroja corrió por los pasillos de la mano de Irina. Parecían niñas pequeñas de camino a una juguetería. Reían por la emoción mientras atravesaban los distintos rincones de El Refugio. Anahí enumeraba algunas de las compras que podía recordar, pero eran demasiadas como para no olvidarse de, al menos, la mitad. La morocha, por su parte, no podía siquiera imaginar la cantidad de regalos que su nueva amiga había comprado. En su interior estaba la contradicción de que eran elementos pagados por un una persona a la que detestaba, aunque escogidos por su nueva amiga.

Delfina las esperaba en el pequeño hall junto a la calesita. La expresión en su rostro denotaba confusión y miedo. Los niños la observaban desde la habitación de cuatro puertas; sus agudas voces se superponían en un sinfín de preguntas imposibles de comprender.

—¡Silencio! —gritó Irina cuando estuvieron ya bastante cerca. Los niños obedecieron como si fuesen soldados a la espera de una nueva orden de su general—. No hay nada de qué preocuparse —aseguró. Enseguida, le pegó un codazo a Anahí—. Explicá.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora