✦ DÍA 24 ✦

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La tensión palpitaba en el ambiente de Villa Ocampo

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La tensión palpitaba en el ambiente de Villa Ocampo. El aire allí parecía más pesado, como cuando la humedad de Buenos Aires alcanzaba casi el 100 % y no se podía respirar. Los pasillos estaban sumidos en un silencio antinatural que no era usual y que reflejaba las emociones del dueño de la casa.

A lo largo de la tarde, Lucio y Anahí no habían intercambiado siquiera un saludo, a pesar de haberse cruzado un par de veces entre los recovecos de la construcción. Estaban ensimismados, reflexivos, y no prestaban atención a lo que los rodeaba. Él se había encerrado desde muy temprano en su despacho para hacer llamados y para ultimar los detalles finales del traslado de los habitantes de El Refugio; solo salió de allí para luchar contra el estrés y para pedirle a Olga que preparara más y más agua para el mate, que le ayudaba a mantener la calma.

Anahí, por su parte, se esforzó por distraerse en su habitación. Ocupó varias horas entre las cajas que nunca había desempacado. Separó atuendos, acomodó objetos y ordenó con obsesiva dedicación. Su método para relajarse era buscar distracciones que le permitieran pensar sin dejarse abrumar por los nervios. Se movía con lentitud y sin darle demasiada importancia a sus acciones.

Fue recién en la noche que ambos bajaron por las escaleras que conducían al comedor. Olga les había recomendado a los dos, por separado, que fueran a cenar algo rico para poder sentirse mejor. Y, estando de acuerdo con el consejo, accedieron.

Se sentaron frente a la mesa, en espacios opuestos. Lucio no dejaba de observar el reloj que llevaba en su muñeca. Anahí jugueteaba, ansiosa, con un mechón de su cabello.

Ambos deseaban relajar sus hombros y conversar, aunque no estaban seguros de qué decir. Cada tanto, alzaban la mirada y se observaban con curiosidad.

—Tengo un mensaje para vos —dijo don Lucio por fin, para romper la quietud en la que estaban sumidos desde la mañana.

—¿Un mensaje? ¿De quién? —preguntó la pelirroja, confundida.

—Hablé con tu amiga Irina, desafortunadamente —aclaró esto último—. Ya están listos los preparativos para la huida. La salida de emergencia de El Refugio estará terminada mañana por la tarde, siempre y cuando no haya inconvenientes de último momento —explicó—. El hueco de escape ya está abierto. Mañana se harán las terminaciones, más vigas de seguridad y esas cosas —le restó importancia a la parte técnica—. Eso sí, no alcanzaremos a colocar iluminación, así que mandé linternas al complejo.

—¿Y el mensaje? —cuestionó ella.

—Ah, eso... Lo olvidé —mintió—. No era nada importante, seguramente.

—No jodás, decime qué era —insistió Anahí.

—Estupideces. Saludos, abrazos y que te extrañan. —Lucio se encogió de hombros—. Ah —agregó— y dicen que Santiago, quien quiera que sea, tiene preparada una carpeta de dibujos para vos. Que se niega a dejarla en la fortaleza.

—¿En serio? Es un amor ese chico —respondió la pelirroja con una sonrisa en el rostro—. Gracias por avisarme.

—De nada.

Se sumieron en un silencio que no les resultó incómodo. Cada uno de ellos estaba concentrado en sus propias ideas, dudas y temores. Quedaron así por varios minutos, como si el tiempo se hubiera detenido entre ambos.

—Anahí —dijo Lucio pasado un rato. En su semblante se pintó una repentina urgencia—. Tenemos que hablar de algo importante.

—¿Ahora?

—Sí.

—Te escucho —la pelirroja cruzó sus brazos sobre la mesa y le clavó la mirada a su interlocutor.

—Lo he pensado mucho y... no quiero que vayás a El Refugio —declaró Lucio—. Preferiría que esperaras fuera del túnel y que ayudaras a los chicos a salir. Te dejaría allí con suficiente agua como para que puedan reponer energías mientras aguardan por mí. —Hizo una pausa—. Y, antes de que te quejés, dejame explicarte por qué —suspiró—. Existe la posibilidad de que algo salga mal durante el traslado. Si llegaras a morir, perderías la oportunidad de tomar tu decisión. Pensá que te quedan pocos días. No vale la pena arriesgarse de esa forma,

—Me da igual. Agradezco que querás protegerme, pero yo voy a ayudar. Voy a salvar a mis amigas y a los chicos, no pienso quedarme de brazos cruzados a la espera de que todo este asunto llegue a su fin. Y,, si algo me sucede, supongo que lo aceptaré. Después de todo, ni siquiera sé qué decisión voy a tomar en el juicio —afirmó Anahí. Ella tendría un arma. Sería la única persona capaz de salvar a los residentes de El Refugio.

Lucio deseaba gritarle que había enloquecido, que estaba actuando sin pensar. Sin embargo, calló. Él anhelaba que la pelirroja se marchara de una buena vez, que escogiera renacer y que, con ello, la existencia en el purgatorio regresara a la calma usual. Al mismo tiempo, comprendía su insistencia. Lucio sabía que, aunque intentase encerrarla, ella lograría convencerlo de dejarla ir; o escaparía. No podía oponérsele sin importar cuánto deseara hacerlo. Luchar contra el temperamento de Anahí era como intentar contener un huracán en un frasco de mayonesa.

—Como quieras —dijo él—. Pero prométeme que vas a tener cuidado. No hagás ninguna estupidez. Tu vida vale más que cualquier otra en El Refugio porque sos la única que todavía puede decidir. No lo olvidés.

—Lo sé —respondió Anahí—. Por cierto, ¿dónde se quedarán los chicos cuando salgan del túnel?

—Acá. No tenemos otra alternativa. Además, es una solución temporal. Sé que no hay suficientes camas ni habitaciones, pero ya encargué varias decenas de bolsas de dormir que deberían llegar mañana al mediodía. Suponiendo que el plan funcione, tus amigos deberían estar de vuelta en El Refugio en menos de una semana, apenas me encargue de reacomodar los cargos entre sunigortes.

«El problema es que no tengo otro candidato a general que valga la pena, no sé a quién apuntaré», añadió Lucio en su mente. Comenzaba a considerar incluso la posibilidad de otorgarse el título máximo a sí mismo, aunque fuera contra las normas establecidas porque él jamás había formado parte de un cuerpo oficial en vida.

 Comenzaba a considerar incluso la posibilidad de otorgarse el título máximo a sí mismo, aunque fuera contra las normas establecidas porque él jamás había formado parte de un cuerpo oficial en vida

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Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora