✦ DÍA 3 - Capítulo 2 ✦

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Subieron y bajaron por ascensores y por escaleras mecánicas una y otra vez

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Subieron y bajaron por ascensores y por escaleras mecánicas una y otra vez. Recorrieron casi todos los negocios del lugar. Compraron una cama, un espejo, relojes, lámparas, placares y más ropa de la que Anahí podría usar en toda su vida. También compraron innumerables juguetes y golosinas de todo tipo. Nuevos estantes, más libros, decenas de pares de zapatos y varios utensilios de cocina. Equipos de música, CD, televisores, películas y hasta una computadora. Al principio, la pelirroja intentaba elegir la opción menos costosa, pero al ver que su acompañante no tenía problema con los precios, comenzó a pedirle lo más caro que encontraba. Si este era un sueño, ya no quería despertar. Podía pedir perfumes, joyas, vestidos de fiesta y ridiculeces que jamás usaría, ¡y él las pagaría!

Más que en el purgatorio, Anahí se sentía en el cielo. Sonreía y corría de un lado al otro del shopping mostrándole a don Lucio cada cosa que le llamaba la atención. Él se limitaba a asentir y deslizar su tarjeta de crédito por el posnet.

Su madre le había dicho una vez: «Ojalá consigás un marido millonario, si no, vas a dejar al pobre hombre en la lona». Quizá no era un marido lo que necesitaba; simplemente, debía convertirse en la asesora de don Lucio y avisarle sobre las necesidades de El Refugio para que él pudiera satisfacerlas.

La gente a su alrededor observaba a la pelirroja como si se tratase de un extraterrestre. Llamaba la atención en medio de una multitud monocroma colmada de miradas grises y vacías. El resto de los ciudadanos caminaba con lentitud y, en su mayoría, sin conversar con otros. Muchos iban solos, con la cabeza gacha. Parecían sombras. Cada tanto se cruzaban con algunos grupos de jóvenes que disfrutaban de un día de compras al igual que ella, pero eran una minoría.

Además, Anahí notaba que en los negocios los trataban con demasiado respeto, como si fuesen los dueños del lugar. Recordaba que le habían contado que don Lucio tenía mucha guita y que varios inmuebles le pertenecían, pero le resultaba imposible creer que todo el shopping fuese suyo. ¿Sería eso posible?

Recorrieron el edificio entero en tres ocasiones e incluso hicieron una compra monumental de comida y artículos para el hogar en el supermercado alojado en la planta baja.

Cuando el sol comenzaba a caer y los pies de ambos latían por el cansancio, se sentaron en un banquito de madera junto a la fuente de agua central con dos pequeñas botellas de agua en las manos.

—¿Satisfecha? —preguntó don Lucio.

—Casi.

—Creo que ya no queda nada más que comprar —murmuró él, en un intento por ocultar su exasperación. Cuando tuvo la idea de ganarse la confianza de la pelirroja, no sospechó que ella fuera a aprovecharse tanto de su dinero.

—La peluquería. Mi pelo parece nido de caranchos; quisiera arreglarlo. No sé qué pasó, pero cuando morí se llenó de sangre y todavía está pegajoso.

—Está bien. —Lucio se puso de pie—. Volvamos al auto y te llevo a la peluquería decente, las de acá no valen la pena. Concuerdo. Eso sí que te vendría bien.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora