✦ DÍA 2 ✦

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Anahí despertó al oír que alguien golpeaba la puerta de su habitación

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Anahí despertó al oír que alguien golpeaba la puerta de su habitación. Bostezó antes de abrir los ojos y tardó varios segundos en recordar en dónde se encontraba. La pieza que le habían asignado era espaciosa, con las paredes cubiertas por empapelado gris oscuro y flores de lis. Un gran ventanal ocupaba casi la totalidad de la pared opuesta a la puerta y la cama matrimonial era tan mullida que se hundía bajo el peso de la pelirroja.

Más golpes.

No respondió. Tampoco abrió la puerta. Todavía estaba enfadada por la forma en la que Lucio la había tratado. Además, de seguro tendría el maquillaje corrido por haber llorado la noche anterior. No quería ser vista así.

Antes de acostarse, Anahí había notado que su habitación tenía un pequeño baño privado que era bastante más moderno que el resto de la casa. Pensó en ducharse, pero no le agradaba la idea de colocarse la misma ropa sucia y transpirada con la que había estado todo el día anterior y que había usado incluso para dormir, a falta de un buen pijama.

Los golpes cesaron de repente, sacándola de sus pensamientos, y un papel fue deslizado bajo la puerta.

Anahí esperó un par de minutos antes de acercarse y leerlo. Si se apresuraba, le indicaría a su visitante que ya se había levantado.

«Señorita Torres. El señor Ocampo ha dejado un paquete para usted. Pidió que se lo entregásemos antes del mediodía. Lo dejaré en la puerta para que pueda abrirlo cuando se despierte.

Olga».

La pelirroja sonrió, llena de curiosidad, y abrió la puerta apenas lo suficiente como para asomarse. Del otro lado la esperaba una bolsa de cartón blanca que le llegaba hasta la rodilla. Antes de tomarla, se asomó y observó hacia ambos lados del pasillo para asegurarse de que nadie la vería. Luego, arrastró el paquete y volvió a encerrarse en la habitación.

Sin pensarlo dos veces, volteó la bolsa sobre la cama. El contenido se desparramó, desordenado, sobre las sábanas revueltas. Del paquete cayó una pila de ropa y otra nota dentro de un sobre cerrado con un sello de cera roja. Anahí alzó una ceja frente a lo anticuado e innecesario de aquel detalle y rasgó uno de los lados del envoltorio hasta encontrarse con un texto en prolija caligrafía cursiva.

«Hago entrega de dos cambios de ropa y un camisón que pertenecieron a mi difunta esposa. Creo que serán de su talle, aunque los encontrará pasados de moda. Le pido que cuide de dichas prendas porque son preciadas para mí. Sus posesiones serán trasladadas a este edificio entre hoy y mañana. Sea paciente.

Si necesita algo más, presione el botón que se encuentra junto a la ventana y Olga o Inés la asistirán. Me ausentaré hasta la hora de la cena. Compórtese.

Atte. Don Lucio Alonso Ocampo de Larralde».

«¿Esposa?». Anahí no sabía que el hombre hubiese estado casado. No tenía pinta de ser una persona romántica en lo más mínimo.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora