✦ DÍA 23 ✦

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Anahí se recostó en uno de los balcones de la casona con el mapa de El Refugio frente a ella

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Anahí se recostó en uno de los balcones de la casona con el mapa de El Refugio frente a ella. El sol tibio que se colaba entre las nubes le quitaba la concentración y le obligaba a cerrar los ojos ante la amena sensación sobre su piel.

Como temía quedarse dormida, optó por levantarse antes del mediodía y buscar algo para comer. De camino a la cocina, se sorprendió al notar que la puerta del despacho de Lucio estaba abierta. El hombre se había marchado al amanecer y, en general, cerraba la habitación con llave antes de irse para que nadie tocara sus papeles.

Curiosa, Anahí se acercó en puntas de pie. Otra vez, deseó ser un ninja: indetectable. Suponía que Olga e Inés no le dirían nada si la veían dentro. Y siempre podía excusarse con un «perdón, no sabía que no podía entrar».

Asomó la cabeza con miedo por la abertura para cerciorarse de que Lucio no hubiera regresado sin que ella lo notara. Al encontrar la habitación vacía, ingresó y cerró tras de sí.

Había estado en el despacho un montón de veces, pero nunca a solas. Sentía curiosidad por cada cajón y espacio. Quería aprender más sobre don Lucio, sobre su pasado y sobre todo lo que él afirmaba ocultar. No sabía con qué se iba a encontrar, pero confiaba en que hallaría algo interesante.

Lo primero que hizo fue abrir todos los cajones que encontró. La mayor parte de ellos tenían papeles escritos a mano. Había enormes cuadernos colmados de números, carpetas con etiquetas que indicaban el contenido en grandes letras mayúsculas: «ABOGADO», «CONTADOR», «IMOBILIARIA», etcétera.

El escritorio tenía alrededor de una decena de cajones, dos de ellos cerrados con llave. Anahí abrió el primero, allí, los papeles se ordenaban por fechas entre las tantas memorias de don Lucio. Separadores plásticos y de colores marcaban las décadas con tinta roja. Los números más antiguos comenzaban más de un siglo atrás.

«¿Tan viejo es? Si no estuviera muerta, lo creería vampiro», se dijo Anahí, confundida. Tomó una hoja de mediados del siglo XX al azar y la leyó con prisa, pero, al comprender que se trataba de un texto bastante íntimo y privado sobre el pasado de Lucio, lo devolvió a su sitio, avergonzada. La anécdota comenzaba con una descripción romántica de los ojos de Manuela. Y aunque ella sentía curiosidad por la exesposa de Lucio, no estaba segura de que esa fuese la mejor forma de averiguar lo que deseaba saber.

«A ver si justo agarro una página de contenido erótico. No me va a dar la cara para hablar con Lucio más tarde». Sintió un escalofrío al imaginarlo y sacudió la cabeza.

Siguió revisando cajones. Le molestaba no encontrar fotografías viejas. Ella quería ver a la esposa de Lucio, a Manuela. No comprendía por qué él la mantenía en secreto, por qué nunca la mencionaba.

Después de un rato se sentó frente al escritorio y bufó, aburrida. No le interesaban los negocios y tampoco quería entrometerse en pequeños detalles. Ofuscada, dejó todo como lo encontró y bajó a la cocina. El estómago le rugía.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora