✦ DÍAS 21 Y 22 ✦

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El cielo se cubrió de nubes negras poco después del mediodía

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El cielo se cubrió de nubes negras poco después del mediodía. No hubo rayos ni lluvia, tampoco sopló viento. El firmamento tenía solo un manto de oscuridad. El purgatorio quedó sumido en lo que parecía ser un abismo interminable.

Un paisaje sombrío se dibujaba en las afueras de la ciudad. La creciente humedad se tornaba cada vez más insoportable. Era el día ideal para quedarse dentro, para leer o para dormir, sin embargo, dos figuras decidieron aprovechar la desolación de la zona para probar sus pistolas.

No había mucho que aprender. Lucio solo necesitaba explicarle a Anahí cómo utilizar el mecanismo de seguridad manual y la mejor forma de sostener el arma antes de disparar. El tiempo de descanso y ocio había llegado a su fin.

El blanco fue un árbol, un cohiue solitario que se alzaba en medio de la extensa llanura.

Don Lucio fue el primero en disparar. A su mano, acostumbrada al viejo revólver, le costó amoldarse a la pistola. Pero, luego de cinco intentos fallidos, logró comprender cuál era la mejor forma de apuntar. Los últimos disparos alcanzaron el centro del tronco sin problemas.

Anahí tuvo más suerte, quizá por su inexperiencia y falta de costumbre. Sostenía la pistola con ambas manos, como si temiera que se le escapara. La alzaba casi hasta la altura de los ojos para que su mirada pudiese seguir la trayectoria con mayor facilidad. El primer disparo pegó cerca de las raíces, el segundo en una rama. Ya con el tercero se había acostumbrado.

Soltaba un grito de espanto cada vez que apretaba el gatillo.

Cuando sintieron el olor a tierra mojada, ya era demasiado tarde. La humedad del ambiente se mezclaba con el aroma a quemado de sus disparos en una fragancia indescriptible.

Lucio y Anahí se apresuraron a regresar al vehículo que habían dejado estacionado a casi medio kilómetro de allí, junto al camino de tierra. Él odiaba que las precipitaciones le mojaran el cabello y la ropa. Ella temía por su maquillaje.

No alcanzaron su destino a tiempo.

Las primeras gotas cayeron con delicadeza sobre sus cabezas cuando todavía algunos metros los separaban del vehículo. Una, dos, tres. Era una advertencia que pronto se convirtió en tormenta. De repente, en apenas un parpadeo, la llovizna se convirtió en una cortina de agua que caía con tal fuerza que lastimaba los brazos de Anahí.

La llanura se convirtió en un gran charco de barro, lo que obligó a Lucio y a su acompañante a recorrer con lentitud el último tramo. Alcanzaron el auto sin tropezar ni resbalar, pero estaban empapados.

Por fortuna, solo quince minutos los separaban de Villa Ocampo.

Allí, Olga e Inés los recibieron con sonrisas y toallones. Suponiendo que algo así sucedería, habían dejado todo listo junto a la entrada.

Casi sin decir una palabra, Lucio y Anahí se dirigieron a sus respectivas habitaciones para secarse y ponerse ropa limpia.

En el estudio los esperaba el set de mate y una bandeja con tortas fritas recién hechas.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora