✦ DÍA 25 ✦

8.6K 881 180
                                    

Lucio se sentó frente al escritorio, tomó su pluma, varias hojas en blanco y permitió que una triste sonrisa asomara en su rostro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lucio se sentó frente al escritorio, tomó su pluma, varias hojas en blanco y permitió que una triste sonrisa asomara en su rostro. Había llegado el momento de escribir un testamento.

«En Villa Ocampo, en el distrito exterior número treinta y ocho de Argentina, en el día de la fecha (27 de octubre del 2016 entre los vivos), siendo las veintidós horas con doce minutos, ante mí, notario/abogado y escribano oficial de Argentina, número de licencia 24.851, Jorge Ariel Kohlalitszch, comparece el testador.

Lucio Alonso Ocampo de Larralde, argentino, identificado con documentación de residente número 2.351.245, viudo de Manuela Adela Larralde, con domicilio en Villa Ocampo, número 1 del camino del pinar, en el distrito exterior número treinta y ocho de Argentina; el testador compareció acompañado de sus testigos testamentarios,

Olga Julia Torres, empleada en Villa Ocampo, con documentación de residente número 23.745.759 e Inés Martina Juanes, empleada en Villa Ocampo, con documentación de residente número 82.461.417, a quienes he identificado y cuyas credenciales he comprobado, testigos que proceden en ejercicio de sus derechos civiles y en pleno uso de sus facultades mentales, con capacidad legal, conocimiento de lo que se obligan y libertad completa de lo que doy fe, según el examen que con tal propósito he realizado de conformidad con el artículo 32, inciso J, del decreto legislativo número 1952.

En expresión del testador que desea extender su testamento como manifestación de su última voluntad, conforme a las siguientes cláusulas y declaraciones.

Declaración primera: Declaro llamarme Lucio Alonso Ocampo de Larralde, viudo de Manuela Adela Córdova; ser residente de Villa Ocampo, en el distrito exterior número treinta y ocho de Argentina, con documentación de residente número 2.351.245.

Declaración segunda: Declaro que soy propietario de Villa Ocampo y todo lo que hay en su interior, también de doce cuentas bancarias y numerosos inmuebles listados en el anexo de este documento.

Cláusula primera: Todas mis posesiones quedarán en manos de quien esté a cargo de la institución llamada EL REFUGIO, asociación registrada de forma anónima con número de registro 1.457.197. Siendo al momento de redactado este documento DELFINA VALINI e IRINA VALINI.

Cláusula segunda: El inmueble VILLA OCAMPO no podrá ser vendido, regalado o transferido mientras exista la institución previamente nombrada.

Cláusula tercera: Las empleadas al momento de redactado el documento (INÉS Y OLGA, TESTIGOS) no podrán ser expulsadas de su empleo, el cual mantendrán siempre y cuando así lo deseen.

Cláusula cuarta: Las demás posesiones, muebles e inmuebles, quedarán a disposición de quien esté a cargo de la institución».

Lucio colocó el sello de su abogado sobre la almohadilla y luego sobre el documento. Sonrió. Siempre supo que algún día tendría que escribir su testamento, por si acaso algo ocurriera. Agradecía la amabilidad del abogado que le había permitido quedarse con una copia del sello para usar a su conveniencia. Imitó también la firma del profesional debajo de la estampa. Luego lo colocó todo en un sobre que cerró y volvió a sellar.

Confiaba en que el documento pasara por legal. Su abogado no lo delataría, después de todo, le debía mucho dinero. Olga e Inés tenían instrucciones para no desmentirlo. Todo estaba listo. Si fallecía, lo haría sin dejar cabos sueltos.

Lucio dejó el documento sobre su escritorio y observó la luna nueva que asomaba en el cielo del purgatorio. Era una noche despejada. Vacía.

Golpes en la puerta del despacho lo hicieron reaccionar.

—¿Quién es? —preguntó él mientras escondía lo que acababa de redactar.

—Soy yo —respondió Anahí—. ¿Puedo pasar?

—Adelante.

La muchacha asomó en el umbral. Iba despeinada y en camisón, como si hubiese pasado varias horas girándose en la cama antes de levantarse. No llevaba maquillaje ni accesorios. Era la primera vez que él la observaba tan desarreglada y se sorprendió de que ella le permitiera verla así. La confianza entre ambos era mucho mayor que un mes atrás.

—Quería descansar antes de lo de mañana, pero no puedo dormir —murmuró—. Olga me dio leche tibia y una pastilla para el sueño... y no me hizo nada. Siento que mi cerebro está funcionando a mil por hora y que no hay forma de desconectarlo. ¿Puedo quedarme acá? Prometo no estorbar. Pensaba agarrar un libro y sentarme a leer nada más.

—Pasá. Cerrá la puerta y ponete cómoda, no me molestás —aseguró él—. ¿Qué quisieras leer?

—No sé, algo fácil y ligero. Pero dudo que tengas romances juveniles a mano —bromeó Anahí. Además, lo que a ella más le interesaba era la segunda parte de la trilogía fantástica que había comenzado en El Refugio y de la que jamás había comprado las continuaciones—. ¿Qué me recomendás?

—Mmm... —expresó Lucio, pensativo—. La única novela puramente romántica que recuerdo haber leído se titula Cinco rosas para Mariela. No sé cuál es el nombre del autor, pero trata sobre una muchacha que se enamora del chico que atiende en la florería de su barrio.

—Demasiado rosa para mi gusto —negó Anahí—. ¿Alguna otra historia sencilla?

—Tengo varias antologías de cuentos y de poesía y... —guardó silencio al recordar otro libro. Se puso de pie para buscarlo, estaba guardado en un cajón porque temía que se arruinara en las estanterías—. Este quizá te interese, habla sobre una mujer que nació en un pequeño pueblo del Litoral y que quiere convertirse en una gran cantante de tango y salir en las primeras películas con sonido que se estaban filmando. Habla sobre los obstáculos que se le presentan, cómo los supera y... esas cosas.

—Suena genial, déjame verla. —Ella se aproximó para tomar el libro entre sus manos y leer el título—. El tango mudo de Ofelia. Sí, creo que esta me gustará. Y no es tan extensa, así que seguro puedo acabarla antes del mediodía. Gracias.

—Solo te pido que cuides el ejemplar —pidió él.

—Obvio.

Anahí se sentó en el alféizar de la ventana y abrió la primera página, bajo la mirada atenta de Lucio. Allí, en prolija letra cursiva, decía: «Para mi amada esposa, en nuestro primer aniversario. Espero poder pasar la eternidad a tu lado. Lucio».

La chica sonrió y alzó la mirada hacia él.

—En serio, prometo que seré cuidadosa —repitió. Entendía qué tan valioso debía ser ese libro para él.

 Entendía qué tan valioso debía ser ese libro para él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La escena final de este capítulo es nueva =)

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora