✦ DÍA 2 - CAPÍTULO 3 ✦

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El día transcurrió sin mayores eventualidades

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El día transcurrió sin mayores eventualidades. Después de la visita de don Lucio, recorrieron la construcción subterránea antes de dirigirse al comedor para almorzar.

—Este es el depósito— concluyó Irina, luego de haber paseado por la mayor parte de El Refugio. Utilizó su anillo para destrabar el mecanismo que mantenía las puertas cerradas—. Acá es donde almacenamos de todo un poco. A tu derecha está la comida de mala calidad con gusto a basura, a la izquierda la ropa barata; pero no tenemos nada en tu talle porque don Cretino solo nos manda cosas para chicos. Un camión nos abastece dos veces al mes. —La ironía reflejada en su voz era amenazante y pedía a gritos que le preguntaran por qué.

—La cena de anoche no tenía gusto a basura —comentó Anahí, sin saber cómo formular la pregunta indicada, pero dándole pie a su nueva amiga para que pudiese explicarle la situación.

—Porque ese pollo lo compré yo en la carnicería.

—Al menos tienen plata, yo perdí todo —se quejó la pelirroja.

—Respecto a eso... —comenzó a decir Irina—; yo no estoy de acuerdo con la idea de vivir de la caridad de un imbécil, así que me niego a comer cada cosa que él nos dé y a vestirme con la ropa que él elige. Yo consigo mis propias pertenencias.

—O sea que las robás.

Irina asintió, orgullosa. Su hermana reprobaba aquel comportamiento, así que asumió que la recién llegada también le daría un sermón.

—Cuando te encontré ayer seguro que te estabas escapando —murmuró Anahí, pensativa. Luego hizo una pausa, y se quedó en silencio por varios segundos—. Yo también preferiría elegir mi propia ropa, así que creo que te entiendo —murmuró por fin—. ¿Qué tenías ayer debajo del brazo?

Irina suspiró, aliviada. Le caía muy bien la pelirroja, se sentía a gusto con ella. Llevaba varias décadas conviviendo tan solo con su hermana y con los niños, y no podía compartir sus aventuras con ninguno de ellos.

Delfina era una excelente persona, demasiado buena como para comprender a Irina y su necesidad de independencia; de hecho, la mayor de las hermanas no comprendía por qué estaban ambas allí, en el purgatorio.

En cuanto a los pequeños, no quería causarles problemas ni experiencias traumáticas. Algunos de ellos llevaban más de veinte años en El Refugio, pero seguían siendo niños porque, a pesar del paso del tiempo, sus almas estaban estancadas en el momento en el que exhalaron su último suspiro.

Irina era diferente del resto en cuanto a su percepción de la situación. No obedecería jamás a alguien como don Lucio; ella era dueña de sus decisiones y cumplía sus propios deseos, seguía sus instintos y solo se dejaba llevar por el viento, por las aventuras y por los amaneceres que daban comienzo a un nuevo día. No le debía nada a nadie; sin embargo, se quedaba allí y permanecía al margen de la situación simplemente por amor a su hermana. En más de una ocasión pensó en huir y empezar desde cero en alguna otra ciudad, pero no podía abandonar a Delfina, que se sentía en la obligación de cuidar a los niños. Era sumisa y desinteresada, un ángel que debería haber ido al cielo, según la percepción de Irina.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora