Bajé la mirada, incapaz de ver a mi mamá a los ojos porque aunque en teoría ya lo había dicho, esa vez sería con sinceridad. Sería la primera vez que se lo dijera a alguien más , y eso lo hacía mucho más real. Una enorme presión se posó en mi pecho y sentí mi pulso acelerándose.

-Creo que estoy enamorado de Temo.-anuncié finalmente, lleno de miedo, con mis manos apretando la playera que le pertenecía a mi amigo y mis ojos bien puestos en mis pies.-Bueno, no. que estoy enamorado Temo.

-Sabes que yo te apoyo, y si él te hace feliz por mí está perfecto, hijo.-dijo con una sonrisa y un tono reconfortante.-De verdad, no tienes que tener miedo o sentirte avergonzado, ni nada.

-Gracias mamá, en serio.-contesté con una sensación de alivio combinada con frustración llenándome poco a poco.-Pero ya no puedo estar con él.

-Pero, ¿por qué?-me preguntó.-¿No cortaron su relación falsa para empezar una de verdad?

-Él está con Diego.-expliqué con la memoria del beso que había presenciado minutos antes volviendo a mí de golpe, haciendo que apretara la mandíbula.-Se cansó de estar esperando a que me decidiera y no lo culpo.

-Ay mi Aris...-contestó mi mamá, compadeciéndose de mí.-Pero, ¿ya llevan mucho o algo así?

-No, apenas desde en el campamento.

-Entonces ¿qué haces aquí llorando? Ni que fueran novios formales. -dijo ella sacudiéndome a forma de juego.-Mira, me cae bastante bien el Diego ese, pero se ve que a Temo le encantas, hijo. No te dejes vencer tan fácil. Pelea por lo que sientes, pelea por Temo.

Comencé a creer que quizás tenía razón, que no debía darme por vencido tan fácilmente, que tenía que luchar; pero luego recordé ese maldito beso en la azotea, en nuestro lugar, y las esperanzas se desvanecieron.

-Gracias, mamá.-dije simplemente.-Lo voy a pensar.

En ese momento Arqui comenzó a llamarla y ella plantó un beso en mi frente para después ir con él.

Me quedé sentado en el suelo unos minutos, sintiéndome un poco mejor que antes de tener esa conversación: mi mamá me aceptaba, me quería como era e incluso me incitaba a pelear por lo que quería; el problema era que ya era demasiado tarde para eso.

Pasaron un par de horas. Yo cené, vi videos en YouTube un rato y a eso de las once tomé mi teclado y me acomodé en la sala ya que Arqui y mi mamá estaban dormidos.

Normalmente usaba mis emociones como inspiración para escribir, tomaba lo que sentía y lo plasmaba en una melodía o en la letra, el problema era que la canción que había estado escribiendo con Temo era todo lo contrario a lo que sentía en ese momento.

La música era alegre, bailable, y la letra hablaba de enamorarse, de pelear por la otra persona y de ignorar las opiniones de los otros, y eso era exactamente lo opuesto a mi situación.

Intenté combatirlo, tocar la melodía una y otra vez con la esperanza de que las estrofas llegaran a mí como usualmente hacían, pero por más que me esforzara el resultado era el mismo: partituras llenas de palabras inservibles.

Comencé a tararear las partes ya escritas, pero cada vez que lo hacía me llegaban recuerdos de Temo a la mente.

-Que no me pidan alejarme, para eso es demasiado tarde...-canté, acariciando las teclas con el rostro de mi amigo bien presente dentro de mi cabeza.-No hay forma que deje de amarte...

Me quité el instrumento del regazo con frustración y tallé mi rostro con las manos en un intento de alejar sus bonitos ojos marrones y los hoyuelos de sus pómulos de mis pensamientos, pero su risa regresaba a mí una y otra vez sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo.

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora