Los chicos callaron. Peter miró al frente, Gene lo miró a él por el rabillo del ojo mientras que Ace bajó la mirada. Pero Paul la miró directo, y le tomó la mano.

-Los aprecio, chicos. -suspiró. -Ella está bien, no voy a ir.

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-Stanley... ¿Cariño?

La cabeza de la pelinegra se asomó por la puerta de la habitación. Había tenido que salir del baño, donde se arreglaba, sólo para ver a Paul que no respondía sus llamados. El vocalista reaccionó.

-Perdón, ¿qué pasa? -preguntó mirándole. Notó que no estaba vestida completamente, por algo sólo podía ver sus hombros y aquel bello rostro que le hizo sonreír.

-Pregunté si tienes planes mañana. -repitió, regresando a su lugar frente al espejo. Terminaba de colocarse la blusa cuando el chico estrella apareció, recargándose en el marco de la puerta.

-Sí. Tengo que ayudar a mi papá por la tarde. Creí que te había dicho.

-Oh, mierda. -dijo con un gesto algo desanimado. -Cierto, lo olvidé. Lo siento.

-Está bien, nena. ¿Por qué preguntas? -cuestionó intrigado.

Se colocaba máscara para pestañas, en cuanto acabó se dió la vuelta.

-Un chico con el que sale Sky compró entradas para que fueran a ver a los Yankees, pero fue un idiota y ella se quedó con los boletos. No es muy fan, pero con un demonio que yo sí y me los dió.

Él sonrió ampliamente, tal vez tanto que ella no pudo resistirse y sonrió también.

-Me encantaría ir contigo, pero se lo prometí a mi papá. -se disculpó. -Aunque... Creo que olvidas que cierto chico también es del Bronx y probablemente va a enloquecer si lo invitas.

-Oh, Dios. ¡Sí! -se entusiasmó.

Béisbol, Ace... Sonaba bien. Se lo diría más tarde, cuando se reunieran para tocar en aquel club en Brooklyn.

La pareja subió al auto y mientras se dirigían a por Gene, lo que ocurrió en la casa de la chica, volvió a pasar. Le dió un rato, pero entonces decidió preguntar.

-Paul.

-Ah... ¿Qué? -quitó la vista del camino y la miró. Ella le había observado todo el tiempo.

-¿Estás bien? ¿Qué te tiene tan distraído?

Él suspiró. No quería abrumarla, estaba tan calmada y al fin de todo, era su decisión. Pero sus ojos se clavaban en él, sabía que más temprano que tarde le harían confesar si los seguía mirando. Volvió la vista al camino.

-Es... Lo que pasó el otro día. Cuando vimos al fotógrafo.

-Creí que te habían gustado las fotos. -dijo con ligera preocupación. Paul negó.

-No eso. -murmuró. -Sobre tu madre en el hospital.

La pelinegra levantó las cejas, dejando de mirarlo para poner la vista en el camino. No había querido pensar en ello, realmente no tenía por qué. Laura estaba bien y aunque no fuera así, no había mucho que pudiera hacer. Suspiró también.

-Eso no tiene por qué preocuparte. -aseguró.

-Lo sé, pero... Aún así. No deja de ser tu madre.

-Paul, no sabes las veces que me dije eso para seguir intentándolo. Y en serio lo hice, con todas mis ganas. -confesó.

Era cierto. No había forma de negar que durante mucho tiempo, tener una buena relación con Laura era lo que más quería en el mundo. Tener aquel vínculo madre-hijo que parecía ser lo más natural con todos a su alrededor, había sido un sueño imposible de alcanzar a través de los años, y no pensaba seguir desperdiciando los que debían ser los mejores años de su vida en un caso perdido.

Hard Luck Woman. | Paul Stanley.Where stories live. Discover now