Capítulo 1

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La chica pelinegra suspiró cansada mientras terminaba de limpiar las dos últimas mesas. Tomó tantas botellas como pudo, las mismas botellas que anteriormente habían estado sobre las mesas y comenzó a caminar con ellas hacia la barra. Cuando las dejó sobre la barra volvió a suspirar y emprendió su camino para traer las botellas restantes.

Eran cerca de las cuatro de la mañana. A esa hora el lugar estaba hecho más que un desastre, especialmente ese día, pues Kiss, una agrupación neoyorquina que hacía un año había comenzado a sonar en los bares de Nueva York, se había presentado esa noche, trayendo a cientos de fanáticos de todo el estado hacia aquel relativamente grande bar. La chica hizo un mal gesto ante la sensación pegajosa en la suela de sus zapatillas que la cerveza causaba... Esperaba que sólo fuera cerveza.

Con las manos ocupadas hizo su camino de regreso. Su vista estaba en el suelo, cuidando que no pisara los charcos que había por todos lados, por lo que al caminar apresuradamente chocó con un hombre alto que salía por la puerta que daba acceso hacia el interior de la barra. La chica rebotó contra el hombre que no se movió ni un centímetro, y que sonrió al ver lo asustada que ella estaba.

-¿Necesitas ayuda, cariño? -habló con cierta burla en su voz. Ella rodó los ojos tan pronto como se recuperó del susto, creyó que no había nadie más que ella a esa hora.

-Necesito que te quites de mi camino y salgas de ahí. Sólo personal autorizado. -dijo cortante. Él rió, crispándole los nervios.

-¿Por qué tan molesta? -preguntó sin borrar la sonrisa de su atractivo rostro. -Déjame ayudarte con eso.

-No. -soltó ella, moviendo las botellas fuera de su alcance. -Estoy molesta porque un idiota no me deja terminar mi trabajo para que pueda irme de una vez por todas.

-¿Un idiota? Linda, ¿sabes quién soy?

-Disculpa, ¿debería? -dijo con notable fastidio. -No, no te conozco, y si lo hiciera seguiría creyendo que eres un idiota. Ahora muévete.

El chico se encontró sorprendido por aquella actitud. Aún si no lo conocían, jamás tenía que decir mucho para cautivar a cualquier mujer que quisiera. Sin embargo no mostró su sorpresa, y siguió intentando porque en ese instante decidió que la quería a ella.

-Dame eso. -dijo estirando la mano.

-No... -respondió ella.

El forcejeo por las botellas duró unos segundos, él intentaba tomarlas y ella las alejaba. Se detuvieron cuando dos de las botellas cayeron al piso, explotando en pequeños fragmentos. La chica sintió ganas de reventarle las otras botellas por la cabeza.

-Mira lo que hiciste. -gruñó, colérica.

-¿Yo? Fuiste tú.

-¡¿Yo?!

-Sí, yo iba a ayudarte.

-¡¿Y quién pidió tu maldita ayuda, idiota?!

-¡Vee! -la chica escuchó la voz de su jefe. -¿Qué demonios crees que haces?

-Por fin. Saca a este idiota de aquí. -dijo enojada.

-¿Sacarlo? Cuida tu boca. -dijo el hombre mientras se acercaba. En una mano tenía un sobre que le entregó al chico con el que ella había estado peleando, y ahí supo que probablemente era un miembro de la banda. -Este de aquí es Paul Stanley...

-¿Quién? -dijo ella con un gesto de disgusto. La verdad era que nunca había escuchado ese nombre, y sonaba inventado. -Qué payaso...

-¡Vee! Discúlpate, ahora. -regañó. Ella le miró ofendida y comenzó a discutir con su jefe, quien insistía con que se disculpara.

El chico veía divertido la escena. No se sentía ofendido, ni quería una disculpa, pero no lo iba a decir. Aquella joven, tan atractiva a la vista y tan irreverente, le parecía interesante. E increíblemente caliente.

-¿Paul? -la voz de Gene se escuchó desde la puerta trasera. Él giró para ver a su amigo. -¿Vas a venir o qué? De una vez te digo que no tengo problema quedándome con tus chicas...

Paul lo miró y asintió. Ninguno de los que discutían había escuchado a Gene, por lo que Paul tuvo que hablar fuerte para que lo escucharan.

-Chris, gracias viejo. Tengo que irme.

-¿Ah? -soltó el tipo. La llamada "Vee" aprovechó aquella distracción para escabullirse hacia detrás de la barra, lo que hizo a Paul reír en el interior. -Gracias a ustedes. Y lo siento, por ella.

-Está bien. Está muy bien. -murmuró desviando su mirada hacia la chica que se inclinaba de espaldas a ellos. Luego de eso salió por la parte de atrás y se dirigió a otra noche en aquella vida que siempre deseó.

Chris suspiró exhausto y caminó hasta sentarse en un taburete.

-¿Suspiras? ¿Tú? Y eso que lo único que hiciste en toda la noche fue roncar en tu oficina, mientras nosotras estamos aquí, en el campo de batalla.

-¿De qué te quejas? Para eso te pago, ¿no?

-Para sobreexplotarme.

-Tú sola lo haces al llegar tarde, sabes las reglas. -dijo el treintañero mientras le ayudaba a poner las botellas en una caja. Luego reprochó. -Y hasta ahora deberías estar agradecida. De la que te acabas de salvar...

Vee mostró su sorpresa al abrir la boca. Luego frunció el ceño.

-No irías a despedirme sólo por ese Phil Stalin. -murmuró molesta, equivocándose a propósito. -¿O sí?

-Ah, no lo sé. Esos chicos son diamantes en bruto. Y tú no me respetas, además apenas y tienes diecisiete. En cualquier momento la policía va a venir a arrestarme por darte trabajo. Contigo llevo más las de perder.

-Sin mí tu bar sería la ruina que estaba a punto de ser cuando yo llegué. ¿Quieres imaginar a Sky y a Kia solas por un mes más? -sugirió a Chris y rió con él cuando lo hizo. Sus compañeras no se llevaban para nada bien cuando ella llegó, ahora su relación era mejor. -Además no voy a estar siempre con él, tranquilo.

-Quiero ver cómo cumples tu palabra, siendo que acabo de contratarlos para que por un mes toquen aquí, dos o tres veces por semana.

-Chris...

-Cálmate, cuando tengas un sobre como este al fin de cada semana, le rogarás a Paul que se quede otro mes.

-Já... -comenzaba a decir cuando Chris le entregó el sobre al que se refería. Este era más gordo y pesado de lo normal. -Oh, ahora hablamos el mismo idioma. Como te decía, ese Paul Stanley es un encanto...

Chris soltó una risa y negó mientras dejaba a la chica contando el dinero dentro del sobre.

Hard Luck Woman. | Paul Stanley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora