El chico estaba peleando con furia. Levantaba su espada y la dejaba caer en los telmarinos, una y otra vez. Varios de ellos lo tacan al mismo tiempo, pierde el equilibrio y cae al gran hoyo que el mismo había hecho minutos antes.

Los narnianos se habían lanzado hacia las tropas

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Los narnianos se habían lanzado hacia las tropas. Miré horrorizada como nuestra gente iba perdiendo.

Pero todo cambió en cuestión de segundos.

Los árboles, los majestuosos árboles habían despertado. Provocando el caos y desesperación en los enemigos. Dispersados corrieron lejos de nuestros nuevos aliados.

Sonreí. El gran todo poderoso Aslan ya estaba de regreso y nuevamente nos salvaría de nuestra propia tragedia.

—Es Lucy— responde orgulloso Peter.

Los telmarinos que podían salvarse de las feroces garras de los narnianos sedientos de victoria, o de los grandes árboles; se unían de nuevo a sus tropas completamente aterrados.

Los grandes árboles comenzaron a destruir las catapultas de los telmarinos, dejándolos expuestos y sin ventaja. Pues su número ya había disminuido en gran parte.

El rugido de los narnianos ya demostraban una clara victoria —¡Por Aslan!

Con esta nueva orden, todos corremos hacia los telmarinos. Que intentan huir por donde habían venido. Irían a Beruna, que es el único lugar donde podrían agruparse.

Llegamos al puente pero nos detuvimos cuando la lejana figura de Lucy tomando valientemente una daga se asomó, por los frondosos bosques.

Y después el gran león. Seduciendo a los narnianos, tan irreal como real. Tan magnífico, impotente, justo, valiente, abnegado y benévolo. Eso y más era nuestro increíble salvador de melena y garras afiladas.

Los teníamos acorralados. Pero eso no impidió que el general Glozelle se rindiera, aunque era muy evidente que ya había perdido.

—¡Atacar!

La mayoría de los telmarinos ya estaban dentro de la playa cuando el impotente rugido del león los detuvo. Causándoles pánico y fue entonces, cuando se dieron cuenta de su gran error.

La marea comenzó a bajar, ninguno de ellos podía comprender que es lo que pasa y es que su aberración por destruirnos los cegó.

Y luego como una gran ola causando pánico a su alrededor, el agua se fue juntando y creció y creció, hasta que se convirtió en un gigantesco hombre. Derribando todo a su paso, llego hasta estar cerca del general más idiota que he conocido.

El gran hombre acabó con la presa, los telmarinos que estaban ahí saltaban para evitar morir. Pero Glozelle no pudo escapar, sin más remedio se quedó ahí esperando su destino.

Sin piedad el gran hombre hecho de agua salada, se lo comió y después de desvaneció. Dejando solamente una suave brisa.

Habíamos ganado la invencible guerra. 

(...)

Los telmarinos finalmente vencidos dejaban las armas y los narnanianos les daban su ayuda.

El agua salada se metía a mis botas, provocando una incómoda sensación viscosa. Después de un interminable recorrido, llegamos hasta el otro lado del río.

Al verdad es que, estaba aterrada y encantada con la presencia de Aslan, el supremo. Lo miré arrepentida y me incliné ante el al mismo tiempo que los demás. Agaché mi cabeza en forma de respeto.

—De pie reyes y reinas de Narnia— con una media sonrisa me puse de pie —Todos ustedes

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—De pie reyes y reinas de Narnia— con una media sonrisa me puse de pie —Todos ustedes.

Miré a Caspian que estaba confundido por el título que le había otorgado el león.

—No estoy listo todavía— le responde cordial.

—Por esa misma razón, sé que lo estás.

Finalmente Caspian se levanta y nos mira a todos.

Una música empezó a sonar. El grupo de leales ratas se acercaba mientras cargaban en sus hombros la tablilla donde descansaba el valiente roedor Reepicheep.

Lucy se acercó corriendo y le puso una pequeña gota de su poción. En cuestión de segundos, Reep se puso de pie, sus compañeros festejaron junto a él.

—Gracias, majestad— le dice a Lucy. Se inclina ante Aslan y su sorpresa es inviable al verlo ahí, frente a él —¡Saludos, Aslan! Es un verdadero honor estar en... ¡Oh!

Reep se tambaleó y casi cae por la pérdida de equilibrio, fue entonces cuando me di cuenta que su cola no estaba —¡Estoy muy desconcertado! Le suplico su indulgencia por presentarme de modo indecoroso ¿Quizá una gota más?— le pregunta a Lucy.

—No creo que haga eso— le responde Lu.

—Podemos intentar.

Aslan suelta una risilla divertida —Te sienta muy bien pequeño.

—Aun así, gran rey. Temo que debo retirarme— le ofrece su espada a Aslan —Pues lo que me han cortado es el honor y la gloria de un ratón.

—Tal vez das demasiada importancia a tu honor, pequeño.

—Bueno, no solo es el honor. Sirve para el equilibrio y para trepar y tomas cosas.

—Con su permiso su gran majestad. Nos avergonzaría exhibir un honor que le se niega a nuestro líder— dijo otra rata mientras todas ellas se ponían su espada en su cola, amenazando con cortarla.

Aslan ríe nuevamente —No por salvar tu dignidad, sino por el amor de tu pueblo.

La gran cola de Reep aparece en pocos segundos, estaba realmente emocionado y agradecido con su rey —¡Aquí está! ¡Gracias! ¡Gracias mi señor! La atesoraré por siempre. De hoy en adelante servirá como recordatorio de mi gran humildad.

—¿Dónde está el querido amiguito del que tanto me han hablado?

Q. A. voltea inmediatamente y camina silenciosamente con cara de regañado. Se inca y agacha su cabeza temeroso. Aslan da un rugido que hace temblar al enano.

Al no creer en él, no podría verlo —¿Ya lo puedes ver ahora?

Y no sólo él podía ver a nuestro gran héroe. Todos los que había dejado de creer en Aslan habían cometido un gran error. Pero como muestra de su generosidad, vino a salvarnos una vez más.

Larga vida, al gran rey Aslan. 

PENÚLTIMO CAPÍTULO DEL SEGUNDO LIBRO
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NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now