Termina de leer el pergamino mi novio y lo guarda nuevamente. Esperando a que mi no tío Miraz se atreva a decir algo.

Nos mira con odio a ambos y arruga su semblante evitando lanzarse hacia nosotros. Edmund toma mi mano y la entrelaza.

—Dime, príncipe Edmund...

—Rey— le interrumpe a lo cual sonrío mostrando mi dentadura blanca.

—¿Perdóname?

—Soy el rey Edmund en realidad. Solo "rey" claro. Peter es el gran rey. Lo sé es confuso— le dice divertido. Amo tanto su sentido del humor.

Miraz se desespera pero trata de mantener el control —Por qué me arriesgaría a esta propuesta cuando nuestras tropas los aplastarás para el anochecer.

—¿No está subestimando demasiado nuestro número? Porque hace una semana los narnianos estaban extintos— veo la sonrisa de victoria de Edmund, consciente de lo boba que me veo y lo enamorada que aparento.

—¿El gran rey Miraz no aceptará  nuestra integra propuesta? Por temor a un ¿chiquillo?— me encojo de hombros y Edmund ríe. Miraz me asesina con la mirada.

—Y eso se repetirá— dice ignorando mi comentario.

—Entonces no tiene nada que temer.

Miraz se carcajea exageradamente —Esto no tiene que ver con la valentía.

—¿Es tan valiente que rechaza enfrentar a un espadachín de la mitad de su edad?

Me aclaro la garganta evitando reír al ver la cara de estúpido de Miraz. El hombre se inclina adelante intimidante.

—Nunca dije que no lo haría.

—Tiene nuestro apoyo majestad, sin importar su decisión— le dije un lord.

—Nuestra ventaja militar actual provee una perfecta excusa para evitar...— comienza a decirle lord Sopespian pero Miaz se levanta enojado y explota, levantando su arma y haciendo un tremendo escándalo.

—¡Tú mientes no evito nada!

—Solamente pensé en señalar que mi señor tiene todo el derecho de negarse— se retracta Sopespian. Odio a ese hombre, siempre me parecía tan manipulable y con pocos principios.

—Su majestad jamás se negaría— le responde Glozelle —Le deleita la posibilidad de mostrar al pueblo el coraje de su nuevo rey.

Edmund y yo miramos al nuevo rey telmarino esperando su respuesta.

—Tú— lo apunta con la espada —Ojalá la espada de tu hermano llegue a ser más filosa de lo que describe.

Edmund lo mira encantado con su respuesta. Después de todo... nuestro plan al fin comenzaba a salir bien.

—Reina Thalia— dice el hombre con repudio

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—Reina Thalia— dice el hombre con repudio. Me doy la vuelta nuevamente para mirarlo a la cara —No tendré piedad contigo. Traidora.

Sonreí ante sus intentos de amenaza —Tranquilo, tío. Yo también quise matarte desde la primera vez que te vi.

(...)

Al ruido de las varillas de árbol al quemarse me producía tranquilidad. La habitación estaba a oscuras excepto por la pequeña fogata que la iluminaba.

Respiraba exhalando aire de más. Debo decir que el miedo trataba de apoderarse de mí. En unos cuantos minutos tendría que salir y ver a Peter pelear a muerte.

Me aturde saber que las cosas no siempre salen como esperamos. Tal vez un trágico final nos definiría como nación. O tal vez la justicia que tanto esperan estos guerreros al fin llegue a su cúspide

Trato de tener la cabeza fría y no pensar demasiado pues, no se pueden tomar decisiones basadas en el miedo y en la posibilidad de lo que podría suceder.

Escucho la puerta abrirse y luego cerrarse lentamente. Doy un brinquito cuando unas suaves manos recorren mi cintura y me pegan a su cuerpo.

Aquel aroma varonil y atractivo que tanto me vuelve loca. Edmund me tenía pegada a su cuerpo mientras se erizaba mi piel cuando respiraba cerca de mi cuello.

El chico se dedicó a besar mis desnudos hombros, haciendo que mi cuerpo estallara en sensaciones satisfactorias. Después tomó las cintas de mi vestido que se encontraban en el comienzo de la espalda hasta terminar en la espalda baja. Y comenzó a apretarlas.

Giré mi cabeza chocando mi nariz con la suya. El chico me miró a los ojos y como si estuviéramos sincronizamos, nos dimos un apasionado beso. Con un ágil movimiento gira mi cuerpo y me sigue besando.

Tomo la iniciativa y cómo puedo nos recostamos en la cama de mi habitación, yo encima de él. El joven recorre sus manos por mis desnudas piernas, debajo del vestido. Era romántico y caliente. Pero definitivamente no era el momento.

Me separo un poco de él y le doy un último beso antes de levantarme completamente y acomodar mi ropa de guerra.

Edmund se levanta de la cama sin dejar de mirarme. En su mirada había una mezcla de emociones, agobio, felicidad, deseo y su adorable forma de verme con aquel loco amor.

Me sonríe seductor y me susurra al oído: —Esto no se va a quedar así.

Y luego sale.

Hay pocas despedidas así. Hay pocas despedidas antes de salir a la guerra. Pero esto... nunca la olvidaría. Salgo de mis aposentos prometiéndome que haría lo que fuera, lo que fuera, por cuidar de aquel chico de este crudo día.

NARNIA «Edmund Pevensie»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora