-¿Terapia intensiva?-dijo Pancho.-¿Pero si nomás son los güesos rotos no lo van a llevar con el urtopidista? El doctor ese de los güesos, pues.

El médico frunció los labios con incomodidad y luego bajó la mirada a una tabla que llevaba entre las manos.

-La caída que sufrió Cuauhtémoc le provocó un traumatismo craneal, pero no sabemos si su desmayo se haya debido a la perdida de sangre o a alguna lesión cerebral. Si hay algo mal en su cerebro podría desarrollar convulsiones que empeoren su estado, así que hemos decidido mantenerlo sedado por cuarenta y ocho horas para evaluarlo.

-¿Y luego?-dijo Diego.-¿Nos lo podemos llevar a la casa?

-Después de las cuarenta y ocho horas dejaremos de administrarle el sedante, pero tendremos que ver si despierta, y si lo hace, en qué estado se encuentra su cerebro.-explicó el doctor.-No sabremos si el traumatismo afectó sus habilidades motrices, su memoria o su habilidad de comunicarse hasta que despierte.

De inmediato comencé a escuchar un zumbido y mi respiración se irregularizó. No escuché las preguntas de los demás porque en mi cabeza solo se repetían las palabras del médico "Si despierta...". Tuve que sentarme antes de que el mareo empeorara.

El tiempo transcurrió de forma irreal, pasaron más horas y se hizo de día. Yo apenas había podido dormir un rato y me sentía fatal, la cruda se había mezclado con el dolor emocional.

Diego se acercó a mí con un vaso de café a eso de las siete de la mañana mientras todos los demás aún dormían.

-Toma.-me dijo, extendiendo su brazo en mi dirección.

-Gracias.-contesté, demasiado cansado para preguntarle por sus intenciones.

Nos quedamos en silencio por un minutos, simplemente sorbiendo de nuestros respectivos vasos y pensando en Temo.

-Te ves de la verga.-dijo de pronto y yo solté una risita triste.-Neta.

-No pude dormir.-contesté, bajando la mirada a mis nudillos lastimados por golpear a Zac y Ben.-Cada vez que cerraba los ojos lo veía ahí en el suelo...

-A Temo no le gustaría que tuvieras ese recuerdo de él.-me reprochó Diego y luego miró mi mano también.-Ni que te estuvieras madreando con esos güeyes.

-Temo es demasiado bueno para este mundo.-afirmé, sintiendo que las lagrimas se arremolinaban en mis ojos.-Después de todo lo que le hice pasar... no me lo merezco como amigo. Tendría que haberme alejado de él hace mucho.

-Dios, neta a veces eres bien pendejo.-dijo él poniendo los ojos en blanco.

-¿Qué?

-Sí, lo hiciste llorar por ti, por tu indecisión, por ilusionarlo con tu plan de ser novios, abrazarlo y besarlo.-enlistó Diego con una mueca de disgusto.-Pero Temo te adora, ¿sabes por qué?

Negué con la cabeza.

-Porque sabe que en el fondo no lo haces con la intención de lastimarlo.-explicó.-Sabe que estás confundido y que se te ocurrió el plan para ayudarlo, no para hacerlo sufrir. Él no te culpa de nada.

Yo lo miré anonadado durante unos segundos, incapaz de absorber toda esa información en tan poco tiempo.

-Mira... cuando Temo se mudó para acá, tenía mucho miedo.-siguió Diego al ver que yo no tenía intención de responder.-Pero luego te conoció a ti y dejó de importarle lo que los demás pensaran de él; lo ayudaste a ser libre, Aristóteles.

Las lagrimas que había logrado retener se escaparon de mis ojos y resbalaron por mis mejillas sin que pudiera evitarlo.

- O sea, después la cagaste un chingo, pero sí lo ayudaste.

Yo eché a reír suavemente y me limpié con el dorso de la mano.

-Y por eso te tengo que dar las gracias.-dijo Diego, esbozando media sonrisa mientras miraba su café.

-¿Darme las gracias?-pregunté con confusión.

-Sí, o sea, porque ahora puedo estar con él sin que tenga miedo de lo que digan de nosotros.

-¿Estar con él?-repetí enarcando las cejas.-¿Cómo?

-¿No te dijo?- preguntó Diego con el ceño fruncido.-Pensé que por eso se habían ido de la fiesta, para que te contara.

-¿Contarme qué?

-Que decidió darme una oportunidad.-anunció él.-Bueno, no es completamente oficial porque todavía falta que ustedes hagan público que cortaron y así, pero lo estuvimos platicando y me dijo que sí.

En ese instante sentí como si me estuviera cayendo el mundo encima. Un peso horrible se asentó en mi pecho y mis hombros y me hundió en el asiento de la sala de espera. Por eso no quería que le contara que nos habíamos besado, porque estaba a punto de comenzar algo con él.

-Ah, pues no sabía.-dije, sintiendo que se me formaba un nudo en la garganta poco a poco.-Pero felicidades.

-Gracias.

Y el silencio volvió.

Me quedé mirando al vacío por lo que parecieron horas mientras en mi mente ocurría un tornado de pensamientos horribles, el miedo se combinaba con la desesperación y la frustración y me dejaba con un dolor de cabeza muy intenso.

El destino me estaba jugando una muy mala pasada, haciendo que me diera cuenta de que me gustaba Temo para arrebatármelo el mismo día. O quizás, pensé, era el karma de haberlo herido en el pasado. Y claro que me lo merecía.

Entonces me di cuenta de algo. Incluso si él despertaba y se encontraba a la perfección, no iba a poder decirle nada. Nunca iba a poder contarle que al fin había descubierto lo que sentía por él, porque Temo había decidido estar con Diego, darle una oportunidad al chico que lo había apoyado desde el principio, el que no lo había hecho pasar sus noches llorando. Se merecía ser feliz, yo no podía estorbarle una vez más.

Una lagrima silenciosa resbaló por mi mejilla, pero era diferente a todas las que había derramado por mi mejor amigo desde la noche anterior, ya no se debía al miedo de perderlo, sino a que acababa de darme cuenta que era demasiado tarde.

"Si las cosas hubieran sido diferentes," pensé, con la imagen de Temo en mi mente "te hubiera dicho que el plan de la azotea fue la mejor idea que he tenido en toda mi puta vida".

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora