—¿Enojado?— dijo interrumpiéndome nuevamente —No. Obviamente me decepciona que no me hayas tenido la confianza para obsequiarme tan soberbio secreto. Trato de entenderte. Yo hubiera hecho lo mismo.

Sonreí con la comisura de mis labios y lo miré agradecida. De verdad me sorprendía que no estuviera molesto. En su lugar, yo si lo estaría.

El chico se acercó a mí, lentamente, con temor a que lo rechazara. Acerco su rostro al mío y cuando estaba cerca de mis labios giré la cabeza.

Nuevamente el silencio se puso incómodo, jaló de su cabello exasperado.

—Él está aquí, ¿no?— lo miré sin responder nada —Las historias dicen que su amor era inigualable. Rey y reina. La abnegada y el justo. Thalia y Edmund. Con la bendición del gran león para ser felices por el resto de su vida.

Lo miré, su dolor era notorio a kilómetros, se mantenía fuerte, pero sus ojos cristalizados señalaban otra cosa.

—¿Aún lo amas?

—Sí— dije sin si quiera pensarlo.

Los minutos pasaban y Stefan aún seguía sin mostrar expresión alguna. Asintió con su cabeza y me miró con ternura.

—Vamos. No hay tiempo que perder.

Agradecí enteramente el que me comprendiera y sonreí feliz. Sabía que podía confiar en él y estoy contenta de no haberme equivocado en esa importante elección.

Corrí por los largos pasillos a toda prisa con mi compañero al lado. Estábamos a punto de invadir a los telmarinos y si todo salía bien, tal vez no habría una guerra. Bastantes personas han sufrido ya.

En el cielo un grifo volaba ya cerca del castillo. Cubrí de nuevo mi cara con la gorra de la capucha, esperando con todas mis fuerzas que nadie me descubriera. Por suerte aún estábamos a tiempo, pues la charla con Stefan había tomado varios minutos.

Vi como Edmund se bajó del grifo y se cubrieron para que no los viera el guardia que estaba a sus pies. Tomé una flecha y apunté al hombre, pero era imposible tener una buena visión, no podía ayudar a Ed.

El grifo tomó al hombre y Edmund bajó del techo de la torre sano y salvo. Suspiré sonriente.

Encendió y apagó su linterna en señal de que debíamos comenzar. Miré a Stefan que me asintió con la cabeza. Estábamos más que listos.

Otros grifos se vieron en el cielo, mis amigos estaban montados en ellos y las tropas ya estaban esperándonos. La batalla estaba a punto de iniciar.

Miré al guardia que estaba cerca de la entrada, para abrir la reja necesitábamos deshacernos de él. Saco una flecha del carcaj y le apunto. Pero antes de poder soltarla, veo como el hombre cae al piso noqueado.

Reepicheep se inclina ante mí y me sonríe divertido —Fue un placer majestad.

Y se va antes de que pueda decir algo. Giro con Stefan y veo la cara de sorpresa que tiene, estaba realmente admirado y su mirada seguía donde estaba anteriormente la rata. Reí divertida y lo jalé de la camisa arrastrándolo conmigo.

Susan, Peter y Caspian bajan del grifo peleando y derrotando fácilmente a los guardias que estaban en esa zona. Stefan y yo nos acercamos corriendo con ellos.

—Hay más guardias a esta hora de los que hubo en los años que estuve aquí— informé a mis amigos —Sin embargo, no es grande la cantidad.

Peter me sonrió —Bien hecho Thal.

Miré hacia Edmund, debía seguir vivo o yo misma lo mataría.

En silencio bajaba por la cuerda con mucho cuidado de no caer, me aferraba a la soga fuertemente. Caspian me extendió su mano y al fin toqué el suelo de un balconcillo.

—¿Profesor?— dijo mi hermano después de tocar la ventana. Nos miramos extrañados cuando nadie respondió. Había la posibilidad de que estuviera dormido.

El profesor es un hombre inteligente, amigable y caritativo, que siempre estuvo para mí, para educarme, cuidarme y corregirme. Le tenía un gran aprecio.

Me horroricé al ver la habitación destruida, las cosas estaban fuera de su lugar y todo era un desastre, obviamente el profesor no estaba. Alguien le había hecho daño.

Caspian tomó sus antejos, mi preocupación aumenta al darme cuenta de lo que significaba. El profesor enserio estaba en peligro.

—Debo buscarlo— dice Caspian.

—No tienes tiempo, tienes que abrir la reja— lo regaña Peter.

—Sin él jamás abrías llegado aquí, Peter— es cierto, tenía más por agradecerle al profesor de lo que pensé —Ni si quiera yo. O Thalia.

—Tú y yo lidiamos con Miraz— le dice Susan.

—Iré con ustedes. Sé dónde está— dije para darle oportunidad a Caspian y que Peter acepte. Ya que Stefan se había quedado para ayudar con los guardias cerca de la entrada.

—Y aun así llegaré a la reja a tiempo— le dice Caspian suplicante al magnífico.

Caspian me miró y le asentí con la cabeza, aceptando que se fuera. Sin esperar un segundo más le chico se fue y el enano también.

Guie por los pasillos a los dos mayores Pevensie, cometí un error y entramos a una habitación que no era, pero después de guiarme por el número de pasillos a la izquierda y derecha, al fin di con la inconfundible habitación.

Le asentí a Peter con la cabeza y todos levantamos las armas. Se escuchaban voces de fondo, confundida saqué una flecha del carcaj. Abrí un poco la puerta, viendo el filo de la espada de Caspian en mi tío y a su esposa apuntándole con una ballesta.

—No quiero hacer esto— amenaza la esposa de mi Miraz.

Preocupada patee la puerta entrando.

—Nosotros tampoco queremos— dice Susan apuntando con su arco, al igual que yo.

Miré con odio a Miraz, la sonrisa en su rostro se extendió. 

NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now