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Sagitario estaba muy emocionada. Ella, al igual que todos las personas que conocía, había nacido con una fecha y una hora exactas tatuadas en la muñeca derecha. Ese era el momento en el que se daría cuenta de quién era su alma gemela. Podía ser alguien que ya conociera, pero no se daría cuenta hasta ese momento. Y el día de Sagitario ya había llegado.
Pasó la mañana del siete dice junio con su mejor amigo de toda la vida, y también la única razón por la que no podía estar del todo feliz por la llegada del gran día. Piscis. Muy a su pesar, Sagitario había descubierto hacía unas semanas que sentía algo por Piscis. Se habría alegrado, ya que tal vez hubiera una chance de que él fuera su alma gemela, de no ser porque él ya había encontrado la suya hacía años, pero nunca le había dicho quién era.
Faltaban veinte minutos, y la impaciencia estaba carcomiendo a Sagitario. No podía dejar de mirar hacia todos lados y tamborillear los dedos ansiosamente. Ella y Piscis estaban sentados en el banco del parque, comiendo helado, disfrutando de la hermosa tarde de sábado, como hacían todos los fines de semana soleados. Sagitario había considerado no hacerlo ese día, pero él la convenció de que era mejor hacer como si fuera un día normal, que de una forma u otra pasaría, así que ahí estaban.
—Tranquila, todo va a salir bien —dijo Piscis, quien estaba un poco más alegre de lo usual.
—Ya sé, pero no puedo calmarme ¡Es mi alma gemela! ¿Qué pasa si no me gusta? ¿O si no le gusto? ¿O si es un criminal? ¿Por qué no me contáis algo para distraerme? Dijiste que hoy me contarías quien es tu alma gemela, lo prometiste, así que me lo vas a tener que contar...
—Te lo digo más tarde —la interrumpió él, sabiendo que ella no pararía de hablar si no lo hacía.
—Por favooooooooor, lo prometiste —insistió ella, haciendo un puchero.
Antes de comenzar el relato, Piscis le echó una mirada rápida a su reloj y suspiró. No estaba seguro de si debería decírselo, pero también sabía que ella no lo dejaría en paz hasta que lo hiciera, y, además, era totalmente incapaz de decirle que no.
—Dudo que te acuerdes —comenzó a decir Piscis—, pero el nueve de abril del 2009 fue un día en el que fui a tu casa. Armamos fortalezas con mantas y sillas, y comenzaste a hablar de como iríamos a la luna y tendríamos aventuras en el espacio, y de cómo siempre estaríamos juntos. Ahí lo supe.
Sagitario tardó unos segundos en conectar los puntos, pero, cuando le cayó la ficha, fue al mismo tiempo en el que su celular sonó, avisándole que era el momento que estaba tatuado en su muñeca, el momento que había esperado toda su vida. Sintió como si su corazón fuera a salírsele del pecho. Piscis era su alma gemela.
Una sonrisa se formó en los labios de Sagitario, cuyo primer reflejo fue abrazar a Piscis, todavía sin poder creerlo. Él, aliviado por la reacción de Sagitario, correspondió al abrazo y besó su mejilla. Ambos se quedaron ahí por unos segundos, disfrutando estar cerca del otro. Todas las preocupaciones de Sagitario desaparecieron y Piscis al fin dejó de sentir aquella presión en el pecho que sentía desde que él se había dado cuenta.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Sagitario, alejándose un poco para mirarlo a los ojos.
—No sabía si podía —respondió él, acomodándole un mechón de cabello detrás de la oreja.
—¿Así que guardaste el secreto por diez años?
Piscis asintió. No había sido fácil para él no decirle nada (en especial por lo insistente que era ella y por lo mucho que odiaba esconderle cosas), pero sintió que todo había valido la pena cuando Sagitario lo besó. En ese momento, le dejó de importar todo lo que no fuera estar con ella.
—Te quiero —murmuró Piscis, sonriendo como idiota, cuando se alejaron.
—Yo también —dijo ella, tomando su mano.
Este capítulo es para @CeciliaReyes194 espero que te haya gustado 💙
