Capítulo 15

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Todo el trayecto me la pasé viendo la carretera, ni siquiera me habían dicho a dónde íbamos a vivir.

Odiaba a todo el mundo en este momento. Tenía el volumen de los audífonos tan alto que no estaba escuchando absolutamente nada de los que se hacen llamar mis padres me estaban diciendo.

Miré que el camión se desviaba a una entrada de un ¿¿Qué miércoles era eso?? ¿Un pueblito? 

En fin la cochinada esa se llamaba calarcá y tenía un lindo "bienvenidos los invitamos a este maravilloso lugar, tengan buen viaje" no pues wow.

Creí que nos quedaríamos en la parte turística del famoso pueblo, yo qué sé por lo menos donde se veía gente, pero ¿Adivinen qué?

Nah saben qué mejor ni adivinen, el caso es que nos fuimos alejando de la parte central del famoso pueblo y comencé a ver ¿Caballos? ¿Gallinas? ¿Vacas? una de esas cosas que hace buru buru o lo que sea. Lo que me faltaba, me volveré granjera, yeiiiiii.

Eso debería salir en las noticias tipo Hannah Montana, de la vida en la ciudad a una granja, simplemente fantástico. No es que tenga nada en contra de las granjas, pero no me agradaban lo suficiente como para tener que vivir en una.

Después de haber recorrido como otros 10 min más llegamos a una casa, no estaba tan fea por fuera así que supuse que por dentro sería linda.

Según lo poco o mínimo que había escuchado era que mi padre había conseguido un empleo no sé dónde y mi madre también, por lo menos no tendría que verlos todos los santos días.

Llegamos, bájate y ayuda a desempacar me dijo mi madre.

Rodé los ojos y salí del carro, me dirigí al camión y comencé a bajar pequeñas cajitas que sabía que eran mías porque las había marcado para que no se me perdieran.

Mis padres ya habían entrado a la casa y yo me había quedado bajando mis cosas y colocándolas a un lado para luego entrarlas.

Cuando terminé con mis cosas entré a la que ahora sería mi casa, no estaba fea pero tampoco era tan bonita como mi antigua casa.

Traté de no darle demasiada importancia y comencé a entrar las cajas a dónde me dijeron que era mi habitación. Llevaba menos de una hora allí y ya sentía que me quería devolver, pero era algo que sabía que no podía hacer.

Por lo menos no por ahora.

Allison, ¿La parte en la que ayudas a bajar las otras cajas también?— dijo nuevamente mi madre.

¿La parte en la que dejas de fastidiarme todo el tiempo?

Sal en este momento, ya te dije que no quiero más dramas así que ve a descargar tu enojo desempacando las cosas.

Solté un bufido y comencé a bajar las últimas cajas que faltaban y desempaqué algunas.

¡¡¡A COMER!!!

Lo que me faltaba, me puse unos shorts de estar en casa cortos y una camisa de tiras, al fin y al cabo no tenía ánimos de salir, me hice un moño alto desarreglado y salí de mi cuarto y me dirigí al comedor.

Pero para mi sorpresa no estábamos solos, habían una señora y un señor que me miraban con una enorme sonrisa que era hasta macabra, les trate de devolver la sonrisa lo mejor que pude, pero salió una mueca espantosa.

Me fijé bien en ellos y vi que había un chico que estaba hablando por teléfono y nos daba la espalda.

Saluda Matthew Le dijo me imagino que el padre del muchacho desconocido que se llamaba Matthew.

El joven se dio la vuelta y "JODER, JAMÁS HABÍA VISTO UN CHICO ASÍ DE LINDO" estaba para comérselo.

Comérselo le quedaba corto a ese bombón.

Tenía unos labios grandes que ... wow que envidia yo quería tener labios así, tenía unos lindos ojos entre azules y grises, ni que hablar de sus cejas y pestañas.

¿Por que los hombres normalmente tenían mejores cejas y pestañas que las mujeres? Eso era injusto.

En fin siguiendo con mi violación visual al chico que tenía al frente, su cabello era de un negro muy oscuro que resaltaba con sus hermoso ojos, y ni para qué hablamos de su cuerpo.

OMG ¡¡¡¡AGÁRRENME QUE ME DESMAYO!!!!

El tipo tenía un cuerpo de adonis, su cuerpo era simplemente perfecto. Baje mi mirada un poco más y ... ¡que nalgas por dios!, esas nalgas deberían de ser famosas.

Y yo aquí bien... ¿ESPERA QUÉ? ¿Por qué miércoles salí así? Me había quedado tan embelesada que no me había dado cuenta que todos me estaban mirando, de seguro debería parecer una indigente pervertida en ese momento.

¿Quieres una foto lindura? Duran más dijo esa voz ronca y dulce al tiempo.

Joder era un imbécil privilegiado por tener semejante belleza, lo que no tiene de neuronas se las dieron en belleza.

—Nah paso, igual no me queda espacio en mi celular, cuando tenga espacio te digo para hacerte un collage, imprimir esas fotos y pegarlas en mi cuarto— le digo con una sonrisa de autosuficiencia por mi respuesta.

¿ALLISON PODRÍAS CALLARTE? me gritó mi madre Además de dramática, buena para nada e inservible ahora eres una regalada. Simplemente eso era lo que nos faltaba, que salieras ofrecida también.

—YA CÁLLATE, SI ESO QUE ERES TÚ SE HACE LLAMAR MADRE ENTONCES HUBIERA PREFERIDO NO TENER UNA.

Al instante sentí como una mano se estrellaba contra mi cara y me provocaba un fuerte dolor.

YA BASTA LAS DOS, ALLISON A TU HABITACIÓN, AHORA dijo mi padre.

Estaba tan furiosa, que en ese momento sabía que si me quedaba le diría todo lo que sentía en ese momento en su maldita cara.

—MALDITA SEA, LOS DOS SON IGUALES.

Fui furiosa a mi pieza me puse ropa cómoda, tome mi celular, mis llaves, algo de dinero y salí de mi cuarto, todo lo hice tan rápido que todos estaban prácticamente en la misma posición en la que estábamos antes.

Me apresuré a salir de la casa rápido antes de que no me dejarán salir.

¿A dónde crees que vas señorita? dijo mi padre furioso.

Sabía que estaba quedando como una rebelde sin causa en ese momento, pero me importaba muy poco lo que pensaran de mí, la rabia no me dejaba pensar bien.

—No te importa, así como nada de lo que ha pasado conmigo hasta este momento te ha importado, sigue con tu linda charla papito querido, estaban mejor sin mí en la conversación.

Me di la vuelta y salí corriendo de ese lugar, necesitaba despejar mi mente porque sabía que en ese momento podía cometer cualquier estupidez.

Corrí por bastante tiempo hasta que mis fuerzas ya no me quisieron dejar avanzar y me senté en una banca que milagrosamente estaba ahí.

Puse mi cara entre mis piernas y cerré los ojos con fuerza, no quería llorar más por algo que no valía la pena. Estuve un rato así hasta que escuche una voz.

—¿Puedo hacerte compañía?




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