✦ DÍA 2 - CAPÍTULO 2 ✦

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«¡Me estás jodiendo! Y yo que creí que la tierra podría abrirse y tragarme. Parece que alguien escuchó mis pensamientos», se dijo Anahí, desconcertada.

—Andá adelante, así yo cierro —ordenó Irina.

La pelirroja iba a comentar algo sobre su miedo a la oscuridad, pero prefirió tragarse las palabras y descender con cuidado.

Delfina las esperaba al final de las escaleras. Caminaba en círculos frente a la única puerta que se mantenía cerrada. Sus manos se movían con nerviosismo.

—¡Delfi! —la llamó su hermana desde los últimos escalones.

—¡Al fin!

—Perdoná, se nos hizo tarde —se disculpó Irina.

—Fue mi culpa —agregó Anahí sin remordimiento alguno—; no vi el cartel con indicaciones cuando me desperté.

—Da igual, las está esperando desde hace rato —explicó Delfina.

—¿Quién? —quiso saber la pelirroja.

—Ya te vas a enterar. Entremos —respondió Irina mientras abría la puerta con su anillo.

Ingresaron a una especie de oficina antigua. La habitación tenía piso de madera, a diferencia del resto del complejo. Las paredes estaban cubiertas por libreros que iban desde el suelo hasta el cielorraso y que ostentaban tomos de apariencia antigua. En el centro se ubicaba un viejo escritorio frente al cual alguien había dispuesto tres sillas. Del otro lado de este, un hombre las observaba con expresión de pocos amigos mientras golpeaba rítmicamente la superficie del mueble con sus dedos en una clara señal de impaciencia.

—Lamentamos la tardanza —murmuró Delfina, agachando la cabeza un poco. En su voz se reflejaban tanto miedo como respeto.

El hombre no respondió. Continuó observándolas en silencio. Anahí aprovechó el momento para analizar al extraño personaje.

El tipo no parecía tener mucho más de treinta años. Algo en su apariencia era contradictorio, una mezcla entre moderno y clásico. Su piel no era más pálida que la de ella y sus ojos eran tan negros como su camisa y su largo cabello.

La pelirroja podía imaginar a aquel hombre vestido con sombrero de copa y bastón de gala en la Inglaterra victoriana. Le daba la impresión de encontrarse frente a un fantasma fuera de época.

Irina le pegó un codazo a Anahí.

—No lo mirés a los ojos —le susurró al oído.

—¿Por qué no?

—No le agrada —contestó la morocha, como si eso lo explicase todo.

De nuevo, el silencio. Las chicas se sentaron con la invitada en el centro, y aguardaron.

Anahí tragó saliva al notar que el extraño tenía sus ojos clavados en ella sin disimulo. Bajó la mirada sintiéndose avergonzada por su indiscreción e infló sus cachetes mientras esperaba que alguien hablara.

—¿No vas a presentarte? —preguntó el hombre. Su voz era gruesa y profunda, amenazante.

—Buenos días a usted también. Mi nombre es Anahí. ¿Qué más quiere saber? —respondió ella con prisa y sin pensar demasiado, sorprendida ante la repentina interrogación.

Irina la pisó con fuerza.

—No seas irrespetuosa —reprendió a la pelirroja y luego observó al hombre—. Disculpe, es nueva.

—Proseguí —ordenó él—. Anahí es tu nombre, ¿y qué más?

—Soy de Capital Federal, trabajo como profesora de inglés en una escuela pública de Caballito —notó que no sabía qué decir—; me gusta ir al cine, mi signo del zodíaco es Escorpio y mi comida preferida es la pizza a la piedra; cuando era chica soñaba con convertirme en ninja, y no tengo ni la más pálida idea de dónde estoy —respiró hondo y le devolvió la mirada—. ¿Y usted quién es?

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora