Tras largas horas siguiendo a Cepheus en su curso por el cielo, me doy cuenta de que ya es tiempo de volver. La constelación ha declinado 45º en el horizonte y faltan tan solo un par de horas para que amanezca.

Me armo de todo el valor que poseo para marcharme del lugar y para ello cierro los ojos y tomo una última bocanada de aire. Siento que he podido guardar en mi corazón todo cuanto quise de este imponente bosque.

***

NARRADORA POV

Era ya la cuarta vigilia de la noche y en la fortaleza no se escuchaba un solo ruido mas que el del riachuelo que corría en los niveles inferiores. Se sentía vacía, lúgubre y para Tauriel, triste. Ya no había guardias que flanquearan la entrada ni Elfas que se despertaran en la madrugada a preparar el desayuno para los miembros de la Familia Real y la Corte.

Se detuvo en seco y su mirada recorrió la Estancia. El duro trabajo de sus antecesores en el diseño y construcción del palacio le seguía dejando maravillada. Las altas columnas que se elevaban entretejidas en cuidadosos y pulidos diseños y el tenue resplandor emitido por las farolas hacían de aquella estancia un lugar mágico.

Subió las escaleras hasta alcanzar el piso donde se encontraban las habitaciones que ocupaban los Elfos prominentes. Ya nadie había que se alojara allí, tan solo ellos.

Se adentró en su alcoba y divisó a su esposo cargando al pequeño Samir en sus brazos, automáticamente una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Llegaste -susurró Legolas después de depositar a su hijo en la camita, finalmente volvió a dormirse.

Ella asintió en respuesta y observó cómo Legolas acortaba la distancia entre ambos. Para él, los ojos vidriosos de la Elfa no pasaron desapercibidos. Lo último que Tauriel le dijo fue que necesitaba un momento a solas, aunque él ya se imaginaba para qué.

Iba a decir algo pero no pudo, las fuerzas le fallaron y cuando sentía derrumbarse unos fuertes brazos la sostuvieron y la atrajeron hacia su pecho. Tauriel se aferró con vehemencia en su refugio. Una vez allí pudo derramar las lágrimas que el sabor de la despedida le provocaban. Legolas le escucho sollozar e hizo más profundo el abrazo.

Ella no creyó que su último día en Eryn Lasgalen le causaría tal desconsuelo. Como ya había meditado antes, tal vez era porque estaba a punto de dejar la mitad de su corazón ahí y eso le quemaba como un fuego ardiente que casi le sofocaba.

O quizá también era el miedo a lo desconocido. A explorar un lugar que desconocía y del cual solo había leído en muy pocas ocasiones. Todo cambiaría y eso le asustaba.

Pero, además de la frustración que la partida le generaba, también existía dentro de ella la fortaleza y determinación de asumir tal travesía. Y es que no lo iba a hacer sola, junto a ella siempre estarían su amado esposo y sus adorados hijos.

-Perdón por esta cursilería, no quiero que pienses que me voy a arrepentir -dijo separándose un poco de su pecho.

Él le miró, aun en la oscuridad podía apreciar sus mejillas rosadas y empapadas de lágrimas.

-No tienes porqué disculparte melleth, -besó tiernamente su frente -no todas las lágrimas son una calamidad, ¿lo recuerdas?

La imagen de Gandalf asaltó su mente y esbozó una triste sonrisa.

-Aún en las horas más tristes y densas siempre hay un rayo de luz. Sé que hay tristeza, nostalgia, miedo e incertidumbre en ti, lo sé porque me siento igual mi amor. La sola idea de cambiar tu vida por completo ciertamente te aterra porque no sabes si estás preparado para lo que te espera. Sin embargo, es bueno recordar que cuentas con alguien que no importa lo que pase, siempre se quedará a tu lado.

Tauriel, Hija del BosqueWhere stories live. Discover now