Tensé mi arco y encendí la punta de la flecha, respiré hondo y solté la flecha. El ave ya estaba preparada, cuando mi flecha se dispersó en el viento, tomó el control.

Su cuerpo entero se incendió y creó una gran barrera de fuego entre nosotros y la maldita bruja blanca.

Nuestro ejército gritó victorioso

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Nuestro ejército gritó victorioso.

—¡Si!

Pero la victoria no duró si quiera un minuto, la bruja apagó el incendio con su cetro. Propagando terror en todas las tropas narnianas.

Mi cara cambió completamente al igual que la de Edmund, se suponía que ésta era la parte final de la gran estrategia para vivir y pelear otro día.

—¡Vuelvan, a las rocas llévenlos!— ordenó Peter.

La trompeta sonó ordenando la retirada de todos a un lugar más seguro.

—¡Es la señal! ¡Vamos!— el sr. Castor me jaló del vestido guiándome al segundo punto de ataque. Miré atrás para asegurarme de que el chico menor de los Pevensie nos siguiera y así fue.

Estábamos ahora en las piedras, donde teníamos un mejor ángulo para disparar las flechas y darle tiempo a nuestras tropas de llegar. Peter y los demás ya estaban cerca del supuesto "refugio".

Edmund levantó su espada y todos los arqueros pusimos las flechas apuntando al ejército de la bruja. El chico baja su espada y suelto mi flecha. Todas se dirigen a nuestros enemigos y muchos de ellos caen antes de que pudieran parpadear.

Puse una flecha más y otra más, dándole directo a mis enemigos. Sin piedad.

Iba a tirar otra cuando el caballo que Peter montaba fue derribado y el chico salió volando por los aires varios metros, ni si quiera se podía levantar —¡Peter!

Edmund me tomó del brazo antes de poder hacer algo, lo miré molesta y de un tirón me deshice de él.

—¡Thalia!— dejé de escuchar los gritos de súplica de Ed al estar lo bastante lejos.

Peter parecía estar tan lejos. Estaba aterrada. No podía perderlo, Peter no puede morir hoy. Mataba a todos los aliados de la bruja que se me acercaban sin siquiera parpadear, pero el tiempo pasaba y los enemigos parecían salir del suelo.

Entonces Orelius se lanzó contra la bruja a pesar del grito de Peter para impedirlo. Esquivó y mató a muchos enemigos para llegar hasta su enemiga. Se defendió y esquivó los golpes de la bruja, pero un solo descuido fue necesario para congelarlo, desde las puntas de sus patas, hasta el último pelo de su cabeza.

Los soldados de la bruja se acercaban. Miré por todos partes hasta que vi una roca suficientemente alta para poder disparar mejor. Subí a ella y las flechas de mi carcaj salían volando.

Nuestros hombres caían y ahí estaba ella, tan invencible... Tan irreal.

—¡Edmund!— escuché el grito de Peter, mi corazón se salió de mi pecho al escuchar su nombre ¡Se supone que él debe de estar en las rocas, seguro, donde no podrían hacerle daño carajo!

Me bajé de la roca, soltando flechas a todo ser vivo que no estuviera a mi favor, hasta que estuve al lado de Edmund. Protegiéndole la espalda.

—¡Son demasiados! ¡Debes salir de aquí! ¡Ve con Thalia, busca a las chicas y llévalas a casa!

Miré como Peter se defiende. No quiero dejarlo.

—¡Ya escucharon, vámonos!— el castor tomó la mano de los dos y nos guío a la salida de esto. Pero es que no lo entendían, no podía ir. Subí de nuevo a una roca, matando a los enemigos más cercanos.

—¡THALIA!— Edmund me miró entre enojado y asustado. Dejé a un lado mi tarea y lo miré y luego a Peter, la bruja blanca estaba cerca de él y la profecía estaba a punto de cumplirse.

Le asentí a Ed al entender, no podíamos irnos. Mi chico maravilla sacó su espada y se puso a mi lado.

—Peter dijo que huyeran— dijo el sr. Castor.

—Peter aún no es el rey.

Sin esperar un segundo más, los dos nos lanzamos al combate. Enterraba flechas en mis enemigos, con mis propias manos o tensando el arco. Me gustaría decir que soy muy hábil, pero aunque si lo soy... no soy tan rápida.

Me separé solo un minuto de Edmund y cuando lo vi grité su nombre aterrada. Estaba encarando a la bruja, cuerpo a cuerpo, espada contra espada. Edmund había debilitado a la bruja rompiendo su impecable arma.

Miré atónita la escena y todo lo que le siguió pasó demasiado lento. Edmund perdió el control de su escudo y la bruja aprovechó ese momento para enterrar su espada en su estómago.

—¡EDMUND!— mi grito de dolor, auténtico dolor se mezcló con el de Peter. Estoy segura de que mi corazón dejó de latir, el tiempo se detuvo y mi alma entera sufrió un colapso. El chico me miró y supe, que jamás podría olvidar las facciones de su cara al sentir el arma en su cuerpo.

El chico calló. Con un gran eco. Era la escena más aterradora y destructiva que hasta ahora había vivido. 

NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now