El león, la bruja y el ropero - Cap. 1

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A todos nos contaron en la escuela que el mundo es un lugar malvado e injusto; y que la vida no siempre es color rosa, con una gama de varias tonalidades en negros, blancos y grises, la vida a veces puede ser dura.

¿Y alguna vez han sentido como si el mundo entero estuviera en su contra?

Bueno, con una madre histérica que por completo ignora mi existencia y un padre en la guerra, yo si siento como si la vida me dijera "Tú no, tú fuchi". 

La pequeña Thalia Wood, una chica de estatura más baja para su edad, de complexión delgada, con una nariz puntiaguda, ojos pequeños y cafés y un carácter difícil de soportar.

Sé que a veces soy una pesada, mi madre solía decirme que la sinceridad de mis palabras la lastimaba, incluso llegó a preguntarme varias veces si de verdad la amaba. Y claro que amo a mi madre, pero no sé cómo demostrárselo, o en general. Me cuesta abrirme con las personas

 Ahora que vivo en una casa enorme, me siento muy sola. Aunque ya hice un amigo, el profesor Kirke. Una persona muy amigable, me trata bien y no me habla como si fuera una niña pequeña. En cambio, la señora Macready -su ama de llaves- es muy reservada y severa. A decir verdad, y en mi humilde opinión... es una bruja.

Hablando de la sra. Macready, hoy me dijo que vendrían algunos chicos también de Inglaterra, que se quedarían en la casa y se fue después de decirme que me comportara y que los recibiera con los brazos abiertos.

Lo cual no es ningún problema. El pequeñísimo detalle, es lo mucho que me cuesta tener una amistad. Tal vez me agraden o tal vez no. A lo mejor tener un poco de compañía con chicos de mi edad no me vendría mal, en este momento haría lo que fuera por un amigo –sin contar al señor Kirke, obviamente-

—El profesor Kirke no está acostumbrado a recibir niños en su casa...—escuché la voz de mi tutora.

Me miré una última vez en el espejo, orgullosa de lo bien que me sentaba la ropa elegante que el profesor me había obsequiado. Alisé el colorido vestido con mis manos, mi corazón palpita contra mis costillas y siento como la garganta se me seca. Dios, estaba nerviosa, de verdad lo estaba. Aunque no fuera típico de mí, yo quería agradarle a los nuevos.

—Por lo cual, hay unas tantas reglas que deben seguir, la primera es no gritar ni correr, no pueden utilizar el montaplatos ¡No toquen ninguno de estos objetos!— no pude evitar soltar una risilla por la exaspera voz de la señora. Suele hacer esto seguido, todo el tiempo está gritándome por lo que hice o no hice. Es en extremo estresante.

—Y sobre todo, está prohibido molestar al profesor.

Me puse a un lado de la señora y le sonreí bondadosamente cuando se asustó, pues no se había dado cuenta que como flash me había puesto a su lado. Aguanté la risa cuando dio un brinquillo y apretó los dientes. Cambié mi sonrisa a una malévola.

—Esta niña quiere matarme de un susto— la escuché a pesar de que susurraba. —Oh, ella es Thalia.

Miré a los cuatro hermanos que estaban enfrente de mí. Arrugué la frente, definitivamente no eran lo que esperaba.

Creí que ellos serían como los chicos de mi instituto, aquellas jóvenes personas que a penas te ven y ya se sienten superior a ti. Pero a éste cuarteto de hermanos los rodeaba una especie de... generosidad.

Inspeccioné a la pequeña niña de tal vez diez años, con su cabello hasta los hombros y unas adorables mejillas rosadas, ojos azules impresionantes y una tierna sonrisa. Debía admitir que se veía muy tierna, me dieron muchas ganas de apretarle sus enormes cachetes y hablarle como a un bebé. A su derecha estaba un chico rubio, alto, de tez blanca y al igual que la pequeña con unos ojos azules hermosos. Él es guapo, aunque tiene una mirada excéntrica e interrogante. A su lado estaba otra chica, ojos azules, alta, y se le podía notar a kilómetros lo histérica que estaba. Ella sin duda podría aparecer en la portada de uno de esos carteles para reclutamiento de jóvenes, posando elegante y viéndose preciosa.

NARNIA «Edmund Pevensie»Where stories live. Discover now