Capítulo 164

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Era su culpa que Sirius hubiese muerto; era su culpa. Si él, Harry, no hubiese sido lo suficientemente estúpido para caer en el truco de Voldemort, si el no hubiese estado tan convencido de que lo que había visto en sus sueños era real, si el hubiese abierto su mente a la posibilidad de que Voldemort estaba, como Venus había dicho, inclinándose al amor de Harry por jugar a ser el héroe... 

Era insoportable, él no quería pensar en eso, no podía soportarlo... había un terrible hueco dentro de el que el no quería sentir o examinar, el oscuro hueco donde Sirius había estado, donde Sirius había desaparecido. 

Él no quería tener que estar con Venus en el gran  silencioso espacio, el no podía soportarlo. Un retrato detrás de el dio un particular sonoro ronquido, y una fría voz dijo, 

— Ah... Harry Potter... — Phineas Nigellus dio una largo bostezo, estirando sus brazos mientras examinaba a Harry con sus perspicaces y pequeños ojos.  — ¿que te trae aquí en tempranas horas de la mañana? — dijo Phineas. — Esta oficina se supone que esta prohibida a todos excepto al correcto director. O Dumbledore... ¿te ha mandado aquí? Oh, no me digas... — El dio otro estremecedor bostezo. — ¿Otro mensaje para mi inútil tataranieto?

Harry no podía hablar. Phineas Nigellus no sabía que Sirius había muerto, pero Harry no podía decirle. Decirlo en voz alta sería hacerlo final, absoluto, irremediable. Unos pocos más retratos se habían movido ahora. El terror de ser interrogado hizo que Harry cruzara la habitación y alcanzara el pomo de la puerta. No giro. Estaba cerrada. Y Venus no lo ayudaría, no esta vez.

  — Espero que esto signifique, — dijo un mago corpulento, con nariz roja colgado en la pared detrás del escritorio de Dumbledore, — que, ¿Dumbledore volverá pronto con nosotros? — Harry giro. El mago estaba inspeccionándolo con gran interés.Harry asintió. El tiro de nuevo del pomo de la puerta detrás de su espalda, pero permaneció inmovible.  — Oh bien — dijo el mago. — Ha estado muy aburrido sin el, muy aburrido en verdad. — El se sentó sobre un silla en forma de trono en donde el había estado pintando y sonriendo favorablemente hacia Harry. — Dumbledore piensa muy bien de ti, como estoy seguro tu sabes —el dijo confortablemente. — Oh si. Te tiene una gran estima.

 La culpa lleno el hueco del pecho de Harry como un mounstroso, pesado parásito retorciéndose. Harry no podía soportar esto, el no podía soportar mas ser Harry... Nunca se había sentido tan atrapado dentro de su propia cabeza y cuerpo, nunca deseo tan intensamente que el pudiera ser alguien más, quien sea, otro... 

 La vacía chimenea ardió en llamas verde esmeralda, haciendo que Harry se alejara de la puerta, mirando al hombre dando vueltas dentro de la chimenea. Mientras la alta forma de Dumbledore se desenvolvía del fuego, los magos y las brujas en las paredes alrededor se despertaban. Muchas de ellas daban llantos de bienvenida. 

— Gracias — decía Dumbledore suavemente. 

 El no miro a Harry al principio, pero tampoco miro a Venus, camino a la percha a lado de la puerta y saco, de un bolsillo dentro de su túnica, al pequeño, feo, sin alas Fawkes, al cual puso gentilmente en la bandeja de suaves cenizas debajo del poste de oro donde el crecido Fawkes usualmente estaba parado. 

— Bueno, Harry — dijo Dumbledore, volteándose finalmente del pájaro bebé, — estarás complacido al oír que ninguno de tus compañeros estudiantes va a sufrir un daño duradero por los eventos de esta noche. — Harry trato de decir "Bien," pero ningún sonido salio. Para el parecía que Dumbledore estaba recordándole los daños que había causado por sus acciones esta noche, y aunque Dumbledore estaba mirándolo directamente, y aunque su expresión fuera mas bien amable que acusadora, Harry no pudo mirarlo a los ojos. — Madam Pomfrey esta arreglando a todos ahora mismo — dijo Dumbledore. — Nymphadora Tonks quizás necesite pasar un poco de tiempo en San Mungo, pero parece que se va a recuperar completamente.

Harry se contento a si mismo asintiendo mirando a la alfombra, la cual se estaba encendiendo mientras afuera el cielo se estaba poniendo pálido. El estaba seguro que todos los retratos alrededor del cuarto estaban escuchando atentamente a cada palabra que Dumbledore hablaba, preguntándose donde Dumbledore y Harry habían estado y por que estaban lastimados, 

— Se como te sientas, Harry, — dijo Dumbledore muy calmado. 

— No, no lo sabe, — dijo Harry, y su voz de repente se volvió alta y fuerte. El enojo salio dentro de él. Dumbledore no sabía nada acerca de sus sentimientos. 

— ¿Ya ves, Dumbledore? — dijo Phineas Nigellus maliciosamente. — Nunca trates de entender a los alumnos. Ellos lo odian. Ellos prefieren ser trágicamente mal entendidos, sumergirse en su propia pena, derramar en su propia...


La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora